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¿A qué iglesia me uniré?
#1
Si un cristiano, buscando una respuesta a esta pregunta, contempla la cristiandad alrededor, se queda perplejo y confundido por la presencia, el predominio y las pretensiones de muchos sistemas eclesiásticos. Algunos son de proporciones imponentes, con millones de adherentes, largas historias y viejísimas instituciones; otros son advenedizos, pequeños numéricamente, y tienen el nombre de alguna lumbrera religiosa de tiempos pasados, alguna doctrina o forma de gobierno eclesiástico especial, como título distintivo. Los más grandes y antiguos pretenden ser sucesores del orden apostólico, y sobre esa base hacen sus reclamaciones de autoridad espiritual. La mayoría de las numerosas iglesias menores debe su existencia a protestas contra tal o cual desviación de la primitiva verdad u orden. Después hay algunas, por lo general de fecha reciente, que afirman poseer alguna revelación extraordinaria como razón de su existencia.

Entrar en una consideración de las demandas de cada una de estas iglesias divergentes, requeriría un largo estudio, una paciencia casi infinita, un conocimiento enciclopédico y una inmensa fortaleza de propósito. Aun entonces la mente quedaría confusa más bien que clara, vacilante y no establecida. En consecuencia, la mayor parte de quienes han procurado hallar una contestación a la pregunta: "¿A qué iglesia me uniré?", han tomado el camino más corto. Han ido "por donde fue mi padre antes de mí", o se hallan donde están porque "les gustan los servicios", "les agrada la predicación", "la gente es muy sociable", "experimentan una sensación de elevación" o "el ministerio les ayuda".
¿Por qué estoy donde me hallo eclesiásticamente? Sin duda la única contestación correcta a la pregunta es: "Porque estoy persuadido de que tal es la voluntad de Dios". Si ante esta respuesta se pregunta: "Pero, ¿de dónde ha obtenido usted tanta seguridad en cuanto a la voluntad divina en el asunto?", la respuesta es: "De la misma fuente que me dirige en otros asuntos en mi vida, la palabra de Dios".

Por cuanto la Sagrada Escritura da competente dirección en todos los aspectos de la vida cristiana, el cristiano debe ir a ella para ser instruido también en este asunto.
La Escritura no podía guardar silencio sobre una parte tan importante de la vida del creyente. Es increíble que Dios pudiera dejar lo referente a las relaciones conjuntas de su pueblo a los antojos y exigencias de los hombres o a la predilección personal.

Está claramente enseñado que existe tal institución como una iglesia, una compañía localmente situada de hombres y mujeres creyentes, en el Nuevo Testamento llamada una "iglesia de Dios". Que los cristianos son miembros el uno del otro, que deben asociarse para espiritual provecho mutuo, y que deben habitualmente juntarse para la adoración y edificación, son verdades prominentes en las páginas del Nuevo Testamento. Busquemos, entonces, en la palabra de Dios, una respuesta a nuestra pregunta: "¿Cuál es el modelo divino para la vida del cristiano en su asociación con sus hermanos?". ¿Qué dice la Escritura? Señor, abre tú mis ojos, para que en tu ley vea tu voluntad.

Sólo es posible dar un breve compendio de los principales resultados de la investigación:

1.
Hay una Iglesia integral, indivisible e inviolable, de la cual se habla en las Escrituras como "el cuerpo de Cristo".
En ella están incluidas todas las personas renacidas durante la presente edad cristiana.

Yo no puedo "unirme" a esta iglesia.  Si soy un cristiano, ya estoy en ella,  por cuanto el Espíritu de Dios incorpora a ella a todo aquel en quien mora, en el mismo momento que éste es convertido.

Esta iglesia incorrupta no está expresada cumplidamente por ninguna de las congregaciones visibles existentes, ni por todas ellas. Sólo el ojo de Dios la ve ahora, aunque todavía ha de ser perfeccionada y asociada con Cristo en su gloria. Cristo es su Edificador; nadie excepto los escogidos de Dios son sus piedras vivas; de día en día crece por añadidura para ser un templo santo; es una unidad de divina hechura, una casa para morada de Dios, destinada a ser vista como vaso de su gloria en los siglos venideros. (Ef. 4: 4, 12; Col. 1:18; 2:19; 1 Cor. 12: 12, 13; Ef. 2:21; Ef. 5:25?27.)

2. Hay grupos visibles de personas cristianas colocados, en la providencia de Dios, en esta y esa localidad, que comparten las cosas espirituales, tanto privilegios como obligaciones. Están unidos en una comunión de adoración y testimonio. Se reúnen en determinados tiempos para la adoración, la oración y la edificación. Toman parte juntos en la actividad evangélica, apoyando y adelantando las labores de misioneros y evangelistas. Observan las ordenanzas autorizadas por la palabra de Cristo, el bautismo de creyentes y la cena del Señor, y también se congregan para la oración y la edificación. Tales compañías son llamadas "iglesias de Dios", "iglesias de los santos", etc. (no como denominaciones institucionalizadas)  y están identificadas con la localidad en la cual se hallan establecidas, como "la iglesia en Efeso", etc.  (1 Cor. 1:2; 11:22; 14:33; Apoc. caps. 2 y 3.)

3. Cristo es reconocido como Señor en medio de las iglesias que así se congregan. Las Escrituras son tomadas como la autorizada expresión de su voluntad, y la vida colectiva se gobierna por lo que en ellas está escrito. A diferentes personas dentro de cada asamblea les son conferidos por el Espíritu Santo dones especiales que las hacen hábiles para desempeñar, con provecho espiritual para todos, ministerios que hacen falta para la animación, instrucción y consolación de todos. Cada persona así dotada es responsable ante el Señor por el ejercicio, de su don para el bien común, y hay libertad en las reuniones para el uso de los diversos dones en obediencia al Señor. (Mat. 18:20; 1 Cor. 14:37; 1 Cor. caps. 12 a 14.)

4. El Nuevo Testamento enseña que en las iglesias locales debe haber mutuo cuidado, simpatía y prontitud para servir uno al otro en el espíritu de amor desinteresado, y por causa de Cristo: una comunión espiritual que señala a la compañía como una verdadera hermandad. Esta comunión está basada sobre el común lazo en Cristo, y está reforzada por el sentimiento de que todos participamos de la misma herencia, esperanza e ideales. Es una afinidad espiritual, superior a diferencias de temperamento, sociedad, cultura y raza. Sin embargo, estas compañías no están formadas por modelos cabales de virtudes; no han alcanzado la perfección espiritual, vistas colectiva o individualmente. Las iglesias son más bien hogares para los hijos de Dios, escuelas para los que aprenden, clínicas para las almas enfermas y débiles, lugares donde se crían los pequeños en Cristo. La condición "sine qua non" para ser miembro no es un cierto grado de condiciones morales o espirituales, sino una genuina experiencia de la gracia salvadora de Dios. La posesión de vida, no una medida prescrita de luz, es la condición. Los miembros no son personas que pretenden haber llegado, sino estar en camino, al estado perfecto. (Col. 1:3?8; 3:12?17; 1 Tes. 5:14; Filip. 3:12?16; 1 Ped. 2:2.)

5. El cuidado y orden de la vida de las iglesias neotestamentarias están provistos por el servicio de guías, llamados ancianos, sobreveedores y obispos (nombres que se aplican a las mismas personas). Una pluralidad de éstos parece haber funcionado en cada iglesia. Eran hombres aprobados por su carácter, habilidad, experiencia y gracia: personas merecedoras del respeto de sus compañeros en la fe y del reconocimiento de haber sido llamadas y preparadas por el Espíritu Santo para cuidar de la iglesia de Dios. El grupo de ancianos en cada iglesia era claramente reconocible, y la dirección de los asuntos de la iglesia, y en especial el gobierno de las cosas espirituales, estaban en sus manos. (1 Tirn. 3:1?7; Hech. 14:23; Filip. 1: 1; Hech. 20:17, 18, 28; 1 Tes. 5:12.)

6. Si bien había una verdadera y activa comunión entre las iglesias, cada iglesia aparece como autónoma, es decir, no estaba sujeta a las decisiones de ningún consejo, presbiterio, sínodo o convocación fuera de sí misma. En este sentido las iglesias eran independientes; pero en el de su relación con el Señor y la autoridad de la Palabra, eran dependientes y sumisas. Hoy por todas partes se ven caracteres distintivos de gobierno eclesiástico que no se hallan en ninguna parte del Nuevo Testamento, tales como iglesias nacionales o del Estado, confederaciones de iglesias situadas en la misma división geográfica, uniones de iglesias adheridas a determinadas declaraciones doctrinales o uniones en las cuales se reconoce la autoridad de una dirección central. (Apoc. caps. 2 y 3; 1 Tes. 2.)

7. Otra notable diferencia entre el dechado presentado en la Escritura y lo que prevalece en la cristiandad moderna, es la ausencia de órdenes sacerdotales. No hay señales de una clase, rango o casta separada que absorba la función sacerdotal. Por el contrario, se enseña claramente el sacerdocio de todos los creyentes y su igual y directo derecho de acceso a la divina presencia. No se enseña ninguna "administración" sacerdotal de las ordenanzas cristianas, ni por ejemplo ni por precepto, y se demuestra que todo ritual sacerdotal ha quedado reemplazado y abolido. La simplicidad, la fidelidad a las Escrituras y la espiritualidad son las cosas inequívocamente esenciales en el culto de una iglesia neotestamentaria. (Hebreos; 1 Cor. 10; 1 Cor. 11:23, etc.)

Lo así brevemente expuesto es el ejemplo de una iglesia local tal como lo presenta la Escritura. Si sinceramente deseo ordenar este aspecto de mi vida según la voluntad de Dios, preguntaré: "¿Hay compañías cristianas que se esfuerzan por reproducir este original, sencillo y apostólico método en su vida colectiva?".

Si hay iglesias locales donde la palabra de Dios es plenamente honrada; donde el Señor Jesucristo recibe su lugar como Señor; donde los miembros son personas salvadas; donde las dos ordenanzas cristianas son observadas conforme a las Escrituras; donde se mantiene cuidado, orden y disciplina por ancianos piadosos; donde hay libertad para el ejercicio de los dones del Espíritu Santo dados a quienquiera que sea; donde alcanzar a los inconversos es la ocupación de todos, y donde hay independencia de toda dominación por cualquier "espiritual" autoridad externa: si existen tales iglesias hoy, entonces, sean las que fueren sus deficiencias a los ojos de los hombres, deseo estar en la comunión de una tal iglesia.

Buscaré, pues, la comunión de una compañía de personas salvadas, no importa cuán pocas o poco distinguidas sean, si sinceramente hacen lo posible por encaminar su vida colectiva de acuerdo con el modelo dado en el Nuevo Testamento y realmente desean ser libres para seguir la voluntad del Señor en esta importante faz de su vida.
No he de ser movido por la tradición, por antigua que sea; por números, por grandes que sean; por estado social, por alto que sea; por la erudición, por profunda que sea; o por cualquier preferencia personal por tal o cual predicador, forma de servicio, edificio o localidad.

Sin juzgar o sacar de sus iglesias a otros que están despreocupados por el hecho de que su orden y práctica en lo eclesiástico se han apartado del molde expuesto en las Escrituras, debo, contando el costo, cuando hallo a un grupo que procura, aunque sea débilmente y con consciente fracaso, mantenerse fiel al modelo divino, considerarlo mi gran privilegio y deber procurar juntarme con los discípulos". (Hch. 9:26)

JBW 

(Tomado de  "Siguiendos sus Pisadas")
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