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¡Tomando la Toalla!
#1
¡Tomando la Toalla!
Por David Wilkerson

En Juan 13 encontramos el relato de cuando el Señor Jesús tomó una toalla y un recipiente con agua, y lavó los pies de sus discípulos. Él les dijo: "Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros" (Juan 13:14).
Algunos cristianos sinceros toman este verso literalmente. Suelen tener servicios de "lavamiento de pies" y le otorgan gran importancia a ese acto. Empero, si sólo tratan de cumplir un rito, ciertamente han perdido el verdadero significado del lavamiento de pies.

Después que Jesús lavó los pies a los discípulos, se puso de nuevo su manto, se sentó y les pregunto, "¿Sabéis lo que os he hecho?" En otras palabras: "¿Han entendido el significado del lavamiento de pies?"
Yo creo que la pregunta del Señor está dirigida también a nosotros hoy en día. Desde luego, que el propósito del Señor era impartir una enseñanza significativa y trascendente. Pero, ¿entendemos nosotros la profundidad de lo que Jesús hizo al lavar los pies de los discípulos?
Indudablemente el Señor Jesús no estaba instituyendo una ordenanza para que fuera practicada a lo largo del tiempo en la iglesia, como la Cena del Señor o el bautismo en agua. Si eso fuese así, lo habría instituido al principio del entrenamiento de sus discípulos. Y, además, Él mismo se hubiese sometido al lavamiento de pies, así como lo hizo con el bautismo en agua.

A lo largo de mis años en el ministerio, muchas personas me han preguntado, "¿Por qué no nos lavamos los pies en la iglesia, como Jesús nos llama a hacerlo? Él dijo: 'Si Yo lo hago, vosotros debéis hacerlo también"
Usualmente he contestado: -Él Señor enseña primordialmente algo espiritual, y no solamente físico- Pero aunque yo decía esto, no tenía un concepto del significado espiritual del lavamiento de pies.
Muchas veces escudriñamos sobre ciertas verdades en la Biblia pero no comprendemos su significado, y por largo tiempo hemos perdido el poder de estos pasajes. Por ejemplo, la Escritura nos dice:
"...servíos por amor los unos a los otros" (Gálatas 5:13) y "Someteos unos a otros en el temor de Dios" (Efesios 5:21).

Yo creo que si entendemos lo que Jesús hizo cuando lavó los pies de sus discípulos, entenderemos estos conceptos de servicio y sumisión. Usted ve que servirnos unos a otros en amor y someternos los unos a los otros en el temor santo, significa mucho más que aceptar órdenes o ser responsable ante una autoridad más alta. Más bien, estas verdades gloriosas se abren únicamente dentro de un contexto de "tomar la toalla."

1. Comencemos con el tema de la suciedad que se le pega al hermano o hermana en Cristo

Los discípulos eran hombres amados de Dios, preciosos a sus ojos, llenos de amor por su Hijo, de corazón puro, en completa comunión con Jesús. ¡Pero ellos tenían suciedad en sus pies!
El Señor Jesús, en esencia, estaba diciendo a estos hombres, "Vuestros corazones y manos están limpias, pero vuestros pies no lo están. En el diario caminar, se les ha adherido suciedad. No es necesario lavar el cuerpo entero, solamente los pies."

La suciedad mencionada aquí no tiene nada que ver con la suciedad natural. Se refiere absolutamente al pecado -nuestras fallas y fracasos, nuestro ceder a las tentaciones-. Y no importa cuán polvorientos y sucios eran los caminos en la antigua Jerusalén, ¡no ha habido edad más sucia que la nuestra!

Me pregunto cuántas personas que ahora están leyendo este mensaje tienen alguna suciedad pegada en ellos. Quizás en esta semana pasada alguien cayó en una tentación en alguna forma. No es que le ha dado la espalda al Señor. Al contrario, ama al Salvador con más pasión que antes. ¡Pero cayó, y ahora está afligido, porque sus pies están sucios!

La Escritura nos dice: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tu también seas tentado" (Gálatas 6:1).
La palabra Griega para falta significa aquí "caída, pecado, transgresión." Nosotros estamos para restaurar a cada Cristiano que cae en pecado, si es que hay un corazón arrepentido.
Y el lavamiento de pies, en su más profundo significado espiritual, tiene que ver con nuestra actitud acerca de la suciedad que nosotros vemos en nuestro hermano o hermana. Entonces, les pregunto: ¿Qué hacen cuando están cara a cara con alguien que ha caído en pecado o transgresión?

Lo que hagas con la suciedad de tu hermano o hermana tiene que ver con el ministerio que Jesús describe como "tomar la toalla." Está totalmente relacionado con lo que significa el servir a otros en el amor y con el sometimiento a otros en el temor de Dios.
Déjenme decirlo claramente: ¡Los cristianos pueden ser muy crueles!

De hecho, los creyentes frecuentemente son más viciosos y destructivos que los malvados en las calles. Y Jesús sabía eso. Él sabía cómo nosotros reaccionamos al ver la suciedad sobre otra persona, cómo nos ponemos en actitud de más santidad que otros, juzgando, criticando e infamando. De hecho, los cristianos carnales se deleitan en ver la suciedad de otros. ¡Pero el divulgar la suciedad de su hermano es el pecado más sucio de todos!

En estas semanas recientes he estado tratando de alentar a un joven pastor que renunció de su iglesia después de confesar una transgresión moral. Este amado hombre ama al Señor. Tiene un buen corazón por las personas y por la Palabra de Dios. ¡Pero sus pies se ensuciaron! Él está totalmente arrepentido.

Cuando oí acerca de su caída y su renuncia, el Espíritu Santo me instruyó a ponerme inmediatamente en contacto con él. Yo sabía que este joven pastor seguía siendo un hombre bueno. No había llegado a ser malo de repente. Su corazón no estaba endurecido por su pecado.
Sus mejores amigos lo desampararon. Esos quienes proclamaban amarle, ahora lo ignoran, como si tuviese una enfermedad infecciosa. Para completar, los líderes de su denominación le demandaron hacer un vídeo de su confesión, dando cada vívido detalle de su transgresión.
Llamé a este amado hermano, y tomé una toalla conmigo. Dejé un mensaje en su contestador automático, diciendo: "¡Hermano, quiero que sepas que te amo. Dios no ha terminado contigo. Si tienes un corazón arrepentido, el Señor te restaurará. Y yo voy a estar contigo!"

Amado, tomar una toalla es una actitud, un compromiso. Significa hacer todo lo que esta a nuestro alcance para limpiar la suciedad de los pies de nuestro hermano. Significa decir: "¡Yo estoy comprometido a ayudarte a limpiar la suciedad para restaurar tu reputación, tu familia, hacer todo para mantenerte vivo en Cristo!"
Un amigo de este pastor me llamó más tarde. Él dijo, -David, no sabes lo que tu llamada telefónica significó para mi amigo, cuan bendecido, alentado y consolado estaba. Ninguna otra persona se había acercado a él. Tus palabras le dieron nueva esperanza.-

La Escritura claramente afirma que cuando un hermano o hermana ha sido tomado/a en pecado, nosotros debemos restaurar a esa persona, servirle en amor, sometiéndonos a esa persona en el temor de Dios. No obstante, queda la pregunta, ¿cómo hacemos eso?
Nosotros estamos para tomar la toalla del perdón de Dios e ir al que está lastimado. En el amor especial de Jesús, tenemos que someter todas nuestras inclinaciones humanas de ignorarlo, juzgarlo, exponerlo, sermonearlo y de encontrar fallas en él, y en lugar de ello, debemos comprometernos a ser su amigo. Estamos para ayudar a lavar sus pecados, en compartir la corrección, sanidad, lavamiento, de la Palabra consoladora de Dios.
Esto no implica pasar por alto o contemplar el pecado. Ni llamar a lo malo bueno. Nosotros estamos hablando de santos caídos quienes tienen corazones arrepentidos. Ellos saben que han ofendido al Señor y viven con temor, culpabilidad, y rechazo.

Hace algunos pocos años, un pastor asociado de una iglesia muy grande me llamó llorando. Me dijo: -Hermano David, no puedo mantener mi cabeza en alto, estoy muy quebrantado- Me describió el dolor que experimentó cuando su hija adolescente quedó embarazada fuera del matrimonio. El pastor principal de la iglesia demandó que este pastor asociado fuera ante la congregación y les dijera lo que su hija había hecho.

Este amado hombre hizo así, y destruyó a su hija. Rompió el corazón de la familia. Pero la congregación se revolcó en todos los detalles del pecado de la pobre adolescente muchacha.
Luego, un año después, la adolescente hija del pastor principal quedó embarazada. Pero esta vez, el pastor principal hizo todo cuanto estaba en su poder para cubrirlo.
¡Dios tenga misericordia de nosotros, porque destruimos a personas que tienen sus pies sucios! ¿Cuándo iremos a aprender de una vez por todas a tomar la toalla de misericordia, a someternos, a limpiar y restaurar, en vez de tirar tierra al viento y destruir almas preciosas?

2. ¡Esos que toman la toalla son los verdaderos consoladores a quienes el Espíritu Santo usa!

¿Sabe lo que es estar descalzo y tener que caminar en el lodo? La suciedad que se pega en los pies puede ser verdaderamente de mucha molestia. Se siente mucho mejor cuando los pies son lavados y limpiados.
Cuando Jesús lavó la suciedad de los pies de Sus discípulos, ellos fueron consolados. ¡Pero, espiritualmente hablando, Jesús estaba enseñando el reposo de tener las transgresiones quitadas!

En 1 Corintios 5, leemos de un hombre en la iglesia que cayó en un terrible pecado de inmoralidad. Evidentemente el hombre no se había arrepentido, y Pablo se dirigió a la iglesia para entregarlo a Satanás para muerte de la carne (eso es, la salvación de su espíritu). Pablo no estaba diciendo que el hombre estaba perdido y que iría al infierno. No, él solamente quería aislarlo de la comunicación y dejarlo expuesto a los ataques de Satanás, para que él regresara a sus sentidos y fuera conducido al arrepentimiento.
Luego, en 2 Corintios 2, Pablo se dio cuenta de que el mismo hombre se había arrepentido y que la iglesia podía perdonarlo. Satanás lo había llevado a la desesperación, y la lujuria en su carne había sido destruida. El hombre había regresado arrepentido. Y ahora Pablo escribe a los Corintios:
"... Al contrario, vosotros mas bien debéis perdonarle y consolarle, para que no sea consumido de demasiada tristeza. Por lo cual os ruego que confirméis el amor para con él" (2ª Corintios 2:7-8).
Pablo supo que este hombre estaba absolutamente abrumado de tristeza y dolor, e instruye a los miembros de la iglesia -que habían visto su quebrantamiento y humildad-, a tener una actitud de perdón. Que lo animaran, que fueran nobles de corazón hacia él. Y le lavaron sus pies. Ahora él estaba limpio, estaba siendo restaurado para el cuerpo de Jesucristo. ¡Qué escena tan maravillosa!

Hay muchos Cristianos hoy en día que están en la misma condición que este hombre, después de ser tomados por un pecado. Se dicen a sí mismos, "¡Yo he deshonrado a mi Salvador. Traje vergüenza a Su nombre!" No obstante, lo que ellos se ven obligados a experimentar está lejos de lo que 2ª Corintios enseña.

Quiero mostrarle un pasaje de un libro que recibí recientemente. Fue escrito por la hija de un pastor quien fue tomado en pecado hace varios años. Y por todos esos años la familia ha soportado un infierno de pesadillas. Ella escribe:
"...(La prensa) nos siguió a nuestros hogares. Recibimos llamadas telefónicas de famosos periódicos sensacionalistas y de chismografía ofreciéndonos sumas grandes de dinero por la historia. Finalmente conseguimos sacar a Papá fuera de la casa hacia un restaurante, pero ello sólo sirvió para comprobar que seguía siendo tema de conversación. Fue horrible."

"Pero hubo un hermano pastor, que nunca se avergonzó de identificarse con nosotros. Papá literalmente se sentaba junto al teléfono a esperar la llamada de ese hombre. Estaba superado de culpa y vergüenza... Papá se había hundido en depresión... Personas a quienes dio tanto de él, fueron los que duramente se le volvieron en contra"
"Nuevos rumores se extendían diariamente. Ministros se escribían el uno al otro, extendiendo esos rumores... Sólo unos cuantos exhibieron en verdad amor cristiano y restauración, llamándonos y recordándonos en sus oraciones."
Yo conozco al hombre al cual esta hija describe. Es un hombre dedicado a Dios, un buen padre y un cuidadoso pastor. Su corazón todavía esta apasionadamente enamorado del Señor Jesús. De hecho, ha sido restaurado y esta pastoreando una iglesia en crecimiento.
¿Pueden imaginarse cómo se sintió todos esos años? ¡Todo el mundo al que él ministró por años, se volvió contra él, incluyendo aquellos que él había ganado para Cristo! Él estaba devastado, abrumado de dolor.

Este desesperado hombre solitario esperaba por el teléfono una llamada de su fiel amigo pastor. El compasivo amigo ministro fue la única persona dispuesta a traer una toalla a su amigo, un pequeño consuelo, una palabra de aliento, un momento breve de risa.
¿Puede usted culpar al pastor desalentado, en querer simplemente un poco de alivio por tantos años de dolor infligido por el pueblo de Dios y otros ministros?

3. El mundo fuera de la iglesia está bajo el dominio del maligno, con un espíritu de odio, carácter asesino, difamación y destrucción de reputaciones y familias.

Tan pronto como un político anuncia aspirar a un cargo, la prensa lo caracteriza en habladurías, escarbando su vida pasada solamente para encontrar algo de suciedad. Y cuando le encuentran algo, lo ponen a través de los titulares, para que toda América se revuelque en ello.
¡América se ha vuelto loca con calumnias! La Televisión esta llena de programas de habladurías con chismes, exposiciones, burlas. El malvado toma sus emociones para destruir a la gente, familias, y buenas reputaciones. Y la suciedad más horrible, es lo que a la gente más le gusta.

¡Pero esta clase de cosas no debe tener lugar en la casa de Dios. La iglesia debe ser diferente. Debe ser una casa de limpieza!
"Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdono a vosotros en Cristo" (Efesios 4:32).
Si desea ser de buen corazón, tome la toalla para restaurar a un hermano o hermana -no necesita saber los detalles de cómo esa persona se ensució-. El Señor Jesús no les pregunto a Sus discípulos, "¿Cómo es que ustedes tienen los pies tan sucios?" Él quiso solamente realizar su limpieza, sacar la suciedad de ellos. Su amor hacia ellos era incondicional.
Asimismo, quienes caminan en la plenitud de Jesucristo deben tener también esta actitud de amor hacia aquellos con pies sucios. No estamos para pedir detalles. En lugar de eso, estamos para decir, "¡Hagamos algo sobre la suciedad!"

Pero, frecuentemente este no es el caso. Muchos Cristianos quieren saber todos los detalles sangrientos. Llegan a un creyente quien tiene los pies sucios, diciendo, "Yo quiero lavar tus pies. Pero, dime - ¿qué sucedió? ¿Cómo te ensuciaste tanto?"
Luego, a lo largo de la historia del fracaso, el curioso consolador se da cuenta, "Oh, esto es peor de lo que pensaba. Yo no puedo envolverme en esto. Yo no puedo con eso." Y después de dos minutos de detalles, él llega al fin de su diminuto perdón humano. Juzga a la persona como muy mala, más allá de la ayuda, y escoge ignorarlo. Él tira su toalla y se va por su camino.

¡Amado, no pueden lavar pies en vestiduras de juez! Tienen que abandonar su actitud de considerarse más santos que otros, antes de poder hacer cualquier limpieza. Al igual que el Señor Jesús, deben poner aparte su vestidura de afuera y ceñirse con amor. ¡Afuera con toda justificación propia, todo orgullo, todos los pensamientos del no poder ponerse tan bajo! Tienen que tener una actitud que diga, "¡No me importa lo qué hayas hecho. Si estás arrepentido y quieres escuchar la Palabra de Dios, yo seré bondadoso y de buen corazón para ti!"

Todavía se preguntan, ¿qué pasa si la persona sucia ante usted es un Judas, alguien que lo ha traicionado? Mi respuesta para Ud. es: Judas estuvo en la sala con los otros discípulos, y Jesús también lavó sus pies. Cristo se rebajó para limpiar la suciedad de Judas, a pesar de que Satanás había puesto ya traición en su corazón.
"Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a la voluntad de él" (2ª Timoteo 2:24-26).

Pablo esta diciendo, "¡Tu tienes que ser de amable corazón con todos! ¡Tienes que estar dispuesto a lavar sus pies!.
Ustedes ven, cada nuevo creyente en alguna forma va a ensuciarse los pies. Él necesitará de personas que estén dispuestas a ir a él rápidamente a lavarle sus pies y restaurarlo. ¡El avivamiento verdadero refleja este espíritu de bondad, un espíritu que esté dispuesto a tomar la toalla para limpiar y restaurar a creyentes sucios!

4. Finalmente, llegamos a la palabra unidad

Yo creo que cuando Jesús lavó los pies de los discípulos, Él estaba enseñando una lección profunda sobre cómo obtener unidad de compañerismo en el cuerpo de Cristo.
Al acercarse el Señor Jesús a Pedro para lavar sus pies, el discípulo se inclinó hacia atrás. "...Y Pedro le dijo: Señor, ¿tu me lavas los pies?" (Juan 13:6).
Pedro le pregunta asombrado, ¡Señor, ¿tú me vas a lavar mis pies? ¿Lo harás? ¡Nunca, nunca!"
Jesús contestó,
"...Si no te lavaré, no tendrás parte conmigo" (verso 8).

Jesús estaba diciendo, en esencia, "Pedro, si lavo tus pies, tendremos terrenos preciosos para el compañerismo, una base para la verdadera unidad." Así mismo, ningún pastor puede traer unidad a una iglesia simplemente implementando programas o por su ardiente predicación. ¡No, la unidad viene de tomar la toalla!

Después de que Jesús lavó los pies de sus discípulos, Él les preguntó: “¿Comprenden ustedes lo qué Yo he hecho?" Si ellos verdaderamente hubieran entendido la importancia espiritual de lo que Él acababa de hacer -de sacar la mancha y culpabilidad de su pecado- habría producido en ellos gratitud.

Ahora yo les pregunto: ¿Qué fue lo que hizo el Señor Jesús cuando Él les limpió? Él lavó todas vuestras fallas y culpabilidad. Él limpió los últimos remanentes de pecado y les hizo completamente limpios. Él puso gratitud, reconocimiento, regocijo en vuestras almas. Los llenó de amor hacia Él para que lo siguieran dondequiera, e hicieran todo por Él. Todo lo que usted quería era tener una comunión con Él, por lo que hizo por usted.

¡Amado, ese es el secreto de la unidad! Cuando usted toma la toalla de perdón con un hermano dolorido, lo abraza y lo anima en su dolor, en el sometimiento del temor santo, lavando sus sentimientos de inutilidad, angustia y desesperación, dándole amor y cuidado.
No obstante, ¿qué es lo que ha hecho al lavar los pies de esa persona? Usted ha construido un fundamento firme para la verdadera unidad y gloriosa comunión. ¡Usted es uno, por su experiencia común, que es lavado por el agua de la Palabra!
Hablando de gratitud, ¡Ese Cristiano será su amigo por toda la vida! Él lo defenderá, lo amará, hará cualquier cosa por usted. Él le dirá, "¡Tu estuviste conmigo en mis duros momentos. Y ahora no dejaré que nadie te haga daño!"

¿Pueden imaginarse una iglesia llena de tales personas de cuidado, que rehusan escuchar una palabra de suciedad de otros; que se duelen cuando otros se duelen; que se reúnen alrededor de cada hermana o hermano desesperado, quebrantado, con una palabra de amor y esperanza?
Pueden preguntarse, "¿Pero cómo encuentro a personas cuyos pies necesitan ser lavados?" Mi respuesta es: "¡De la misma forma que usted los encontró cuando hablaba de ellos!"

Ahora, cuando escuche cualquier cosa negativa sobre alguien, solamente pregunte, -¿De quien están hablando? ¡Nombre solamente, por favor!- Luego, vaya rápidamente a esa persona lastimada, con su toalla de misericordia, y comience a lavar sus pies! Dígale al caído, "¡Yo me preocupo por ti -quiero orar por ti- pero no necesito saber ningún detalle. Yo simplemente quiero que sepas que todavía te amo, y voy a estar a tu lado!"

Este mensaje es para mí como lo es para ustedes. Yo recientemente he llegado a este conocimiento de lo que el lavamiento de pies realmente significa. Y, por la gracia de Dios, yo tomaré la toalla de misericordia juntamente con otros y buscaré a esos que están lastimados, cuyos pies necesitan ser limpiados.
Jesús dijo, Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros... Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis, si las hiciereis" (Juan 13:14,17).
Ahora que sabemos estas cosas, como Jesús dijo, podemos hacerlas. Yo les pregunto: ¿Están dispuestos a hacerlas? ¿Están preparados para tomar la toalla en amor?
¡Aleluya!

(Derecho de autor © 1999 por World Challenge, Lindale, Texas, USA) .
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