19-07-2017, 03:45 PM
Por: César Arciniega
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Romanos 8:26)
Cuando un cristiano sabe qué circunstancias le vendrán se sabe encomendar mejor a la gracia de Dios.
Dicho de otra forma:le es más fácil saber qué y cómo debe pedir. Algo así le sucedió a los discípulos del libro de los Hechos cuando entendieron que comenzaría un periodo de tribulación y que serían perseguidos por los judíos. La oración de los cristianos fue: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.” (Hechos 4:29, 30). Cuando lo porvenir está claro, lo que se debe pedir no es un misterio.
Pero el pasaje inicial nos pone en otro escenario. ¿Qué y cómo debemos pedir cuando nuestra debilidad nubla la voluntad de Dios en determinadas circunstancias? La palabra ‘debilidad’ hace referencia a todo aquello que mina nuestro ser –en cuerpo y en espíritu– debido a nuestra condición humana, desde la debilidad corporal hasta un agotamiento mental. Todo un abanico de ‘debilidades’ se abre cuando entendemos que seguimos siendo hombres.
Pero, ¡bendito sea el Espíritu Santo que Dios ha dado a sus hijos!, pues según el mismo pasaje el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad e intercede por nosotros. ¿Qué más queríamos? Nuestro precioso Jesús no nos dejó solos, vino a nosotros y le tenemos morando en nosotros. El Espíritu Santo nos enseñará qué y cómo pedir en esos momentos de confusión.
El favor de Dios por sus santos no termina aquí, sino que sigue diciendo: “Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:27). Quizás nosotros no sepamos exactamente qué pedir conforme a la voluntad de Dios, pero las palabras que el Espíritu ponga en nuestra boca son suficientes para el Padre entienda lo que necesitamos. Y después de todo el que intercede por nosotros es el Espíritu, pues él sí que conoce la voluntad de Dios y si alguien sabe mejor que nadie qué necesitamos es él.
Aun con todo y que entendamos lo que puede suceder en el próximo capítulo de nuestra vida, nuestra debilidad puede ofuscar nuestro camino. Y si hasta aquí no queda claro lo que se ha dicho, dejemos que la Escritura nos enseñe por sí misma:
"Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:13-15)
(https://unaferacional.wordpress.com)
“Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.” (Romanos 8:26)
Cuando un cristiano sabe qué circunstancias le vendrán se sabe encomendar mejor a la gracia de Dios.
Dicho de otra forma:le es más fácil saber qué y cómo debe pedir. Algo así le sucedió a los discípulos del libro de los Hechos cuando entendieron que comenzaría un periodo de tribulación y que serían perseguidos por los judíos. La oración de los cristianos fue: “Y ahora, Señor, mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.” (Hechos 4:29, 30). Cuando lo porvenir está claro, lo que se debe pedir no es un misterio.
Pero el pasaje inicial nos pone en otro escenario. ¿Qué y cómo debemos pedir cuando nuestra debilidad nubla la voluntad de Dios en determinadas circunstancias? La palabra ‘debilidad’ hace referencia a todo aquello que mina nuestro ser –en cuerpo y en espíritu– debido a nuestra condición humana, desde la debilidad corporal hasta un agotamiento mental. Todo un abanico de ‘debilidades’ se abre cuando entendemos que seguimos siendo hombres.
Pero, ¡bendito sea el Espíritu Santo que Dios ha dado a sus hijos!, pues según el mismo pasaje el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad e intercede por nosotros. ¿Qué más queríamos? Nuestro precioso Jesús no nos dejó solos, vino a nosotros y le tenemos morando en nosotros. El Espíritu Santo nos enseñará qué y cómo pedir en esos momentos de confusión.
El favor de Dios por sus santos no termina aquí, sino que sigue diciendo: “Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.” (Romanos 8:27). Quizás nosotros no sepamos exactamente qué pedir conforme a la voluntad de Dios, pero las palabras que el Espíritu ponga en nuestra boca son suficientes para el Padre entienda lo que necesitamos. Y después de todo el que intercede por nosotros es el Espíritu, pues él sí que conoce la voluntad de Dios y si alguien sabe mejor que nadie qué necesitamos es él.
Aun con todo y que entendamos lo que puede suceder en el próximo capítulo de nuestra vida, nuestra debilidad puede ofuscar nuestro camino. Y si hasta aquí no queda claro lo que se ha dicho, dejemos que la Escritura nos enseñe por sí misma:
"Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Juan 16:13-15)
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