Por: J. A. Hollowaty
Dijo el apóstol Pablo por inspiración divina: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”(Col. 3:1-4).
Me gusta mucho reflexionar en los hechos históricos, en los eventos que tuvieron lugar en la historia, en la manera cómo se relacionan con el tiempo, con diferentes acontecimientos y también si ciertos sucesos influenciaron otros.
Esto es aún más importante cuando uno relaciona los hechos históricos bíblicos. En lo que se refiere a la Biblia, todo empieza con la creación y termina con el futuro milenio, cuando el Señor Jesucristo reinará desde Jerusalén, pero entre estos dos hechos tenemos una gran cantidad de detalles.
Sin embargo, debido a su naturaleza temporal, ellos sólo señalan hacia la eternidad, que es infinita, y para la cual nuestra vida en la tierra es sólo una preparación.
Los hechos históricos y las fechas a que me referiré en este breve artículo, son solamente una simple indicación, algo simbólico, para que recordemos que el vivir la eternidad con Jesús es la razón principal de nuestras vidas, el verdadero motivo de nuestra existencia.
Pero... ¿Por qué estoy enfatizando esto? Porque la humanidad y tristemente también gran parte la iglesia, se han dejado engatusar por el mundo, por una mentira que nos induce a dedicar nuestras energías a este planeta en vez de prepararnos para el cielo.
Es parte de la estrategia de Satanás, distraer, entretener, confundir y engañar a la humanidad, y así edificar su reino en este mundo. Por miles de años ha engañado a muchos que se identifican como cristianos a fin de que se unan a su equipo, a su fuerza laboral, con la meta de establecer su propia religión, que será dirigida por su títere, el Anticristo.
Mientras la intensidad de su programa aumenta en estos últimos días, especialmente en el cristianismo, la levadura de esta apostasía ha sido depositada en todos los campos teológicos: entre los carismáticos, calvinistas, conservadores, liberales, pentecostales, bautistas, cristianos izquierdistas, seguidores de la Iglesia Emergente, del “evangelio social”, etc.
En su forma más simple, es una actitud de desdén hacia lo que dijo el apóstol Pablo en Colosenses 3:2: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Aunque esos que verdaderamente conocen y aman al Señor Jesucristo continúan luchando y son fieles a su amor por Él, hay otros quienes profesan ser cristianos, dicen que siguen su Palabra, mientras que por otra parte, intentan establecer su reino aquí en la tierra antes de su venida.
Este objetivo antibíblico que se conoce como «Teología del Dominio», no es nada nuevo. De hecho este sistema teológico ha adoptado muchas formas a lo largo de la historia de la Iglesia.
Uno de los primeros ejemplos fue el sacro imperio romano. La idea de que los “santos” (que no eran otra cosa que el papado) apoyaban a los emperadores porque ellos iban a llevar al mundo entero bajo el rebaño de Cristo. Cuando esto no resultó, el papado se hizo cargo de la situación, tomó las riendas del poder absoluto y reinó en casi todo el mundo que existía en ese tiempo. Un historiador lo describe de esta manera, dice: «La iglesia de Roma gobernaba el mundo medieval y tenía todos los poderes del estado a su disposición: las leyes, cortes, contribuidores, los recolectores de impuestos, un gran aparato administrativo, el poder de vida y muerte sobre los ciudadanos y sobre los enemigos dentro y fuera del cristianismo. Los Papas tenían el derecho único de declarar guerra a los que no eran católicos. Tenían el poder para organizar ejércitos, conducir campañas bélicas y hacer tratos de paz en defensa de sus intereses territoriales». Como casi todos los dogmas y prácticas de la Iglesia Católica Romana, esto era totalmente contrario a las enseñanzas de Cristo, quien dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían... pero mi reino no es de aquí” (Jn. 18:36).
El amilenialismo era la creencia teológica de esa época, según la cual el milenio o el reinado de Cristo por mil años, ya estaba ocurriendo, es decir, espiritualmente. El éxito mundano de la Iglesia Católica Romana parecía apoyar esta forma de pensar, pero no pasó mucho tiempo antes que el romanismo sucumbiera a sus propios excesos y corrupción interna.
Aunque la Reforma fue una reacción a los abusos del catolicismo, los reformadores mantuvieron la doctrina del amilenialismo intacta, al igual que muchas de sus enseñanzas y prácticas como el bautismo de los bebés y la teología de reemplazo (la creencia de que la Iglesia remplazó a Israel). Los versículos de las Escrituras que se referían a las bendiciones para Israel fueron espiritualizados y aplicados a la Iglesia; mientras que los que aludían al castigo de Israel, fueron ignorados.
John Calvino trató de hacer de la ciudad de Ginebra un modelo del Reino de Dios y por sus esfuerzos se le llamó «el Papa Protestante». Aunque su meta era admirable, los resultados de su implementación no fueron muy diferentes a esos que tanto objetó en la Iglesia Católica Romana.
El historiador Will Durant escribió así en la página 1.300 de su obra La Reforma: Una historia de las civilizaciones europeas desde Wyclif hasta Calvino: «El nuevo clero... bajo el mandato de Calvino, se convirtió en más poderoso que cualquier sacerdocio desde Israel. Calvino decía, que ‘La ley real de una nación o de un estado cristiano, debía ser la Biblia, los clérigos debían ser los intérpretes de esa ley y el gobierno civil tenía que estar sujeto a ella, la que debía aplicarse en la manera que se interpretaba’».
Edwin Muir y John Knox, otros historiadores escribieron así en la página 106 de su libro Retrato de un Calvinista, publicado en 1929: «Los crímenes que se cometían en los tiempos de Calvino eran únicos. Era un delito reírse de los sermones de Calvino; el discutir con él en las calles de la ciudad, o entablar una polémica o una controversia teológica en su contra podía ser considerado una ofensa muy grave. Ginebra indudablemente no era el cielo en la tierra, aunque ese era el intento de Calvino. Por ejemplo, una cantidad exorbitante de platos en una mesa, un peinado demasiado elevado o diferente, un exceso de adornos, un color de vestido no aprobado, todo esto eran temas de debate y castigo. Y nadie sabía cuándo la policía de la iglesia podía llegar a la casa de uno por una supuesta infracción. En un año cuatrocientos ciudadanos fueron condenados por ofensas morales y en sesenta años, ciento cincuenta personas acusadas de herejía fueron quemadas en la hoguera».
La sociedad cristianizada de Calvino simplemente no era bíblica, ya que substituyó la gracia por la ley. Pero no solamente eso, sino que también era incoherente con la propia teología Calvinista. ¿Cómo se iba a “cristianizar” a aquellos que no estaban entre los elegidos de Dios, si se les consideraba como “totalmente depravados” y sin la habilidad para responder correctamente, por no haber sido tocados por la “gracia irresistible”? Los no elegidos nunca podrían ser los ciudadanos cristianos que Calvino demandaba.
La teología del «Dominio» adoptó una nueva forma en la década de 1940 en la provincia de Saskatchewan, en Canadá. En este sitio tuvo lugar un supuesto despertar espiritual que dio origen a lo que se llamó «Los Manifiestos Hijos de Dios», más comúnmente conocido como «El Movimiento de la Lluvia Tardía». La teología de este movimiento era muy diferente al punto de vista dispensacional, el cual es el rapto de la Iglesia seguido por siete años de tribulación y terminando en el Armagedón. Lo que este nuevo movimiento promocionaba era un escenario más “positivo”, incluso triunfante: el buscar a Dios y pedirle que derramara su Espíritu en un gran despertar espiritual mundial que produciría «Los Manifiestos Hijos de Dios», más conocido como el ejército de Joel. Estos serían creyentes, llenos de continuo con el Espíritu Santo, quienes manifestarían las mismas señales y prodigios que hizo Jesús y juzgarían y conquistarían el mundo en preparación para su reino milenial.
Ern Baxter, uno de los líderes del movimiento, dijo así en el libro de Sandy Simpson, publicado en inglés Dominionismo expuesto: «El pueblo de Dios tiene que empezar a ejercitar la ley, porque va a tomar dominio sobre el poder de Satanás... Conforme la fuerza de la vara del poder de Dios salga de Sión, ellos cambiarán la legislación, perseguirán al diablo, lo expulsarán de esta tierra y traerán y aplicarán los propósitos y el reino de Dios». Sin embargo, este movimiento tuvo los mismos problemas que Calvino tuvo en Ginebra. En la práctica, los supuestos “Manifiestos Hijos de Dios” no pudieron vivir bajo sus propios principios, aunque aplicaban medidas estrictas a las que llamaban «pastoreo».
La teología del dominionismo y la lluvia tardía se propagó entre los pentecostales y los carismáticos. A continuación mencionaremos algunas de las frases famosas popularizadas por líderes de este movimiento.
• Decía el finado pastor pentecostal Kenneth Hagin, considerado como el padre del movimiento La Palabra de Fe: «Sí, el pecado, las enfermedades, la muerte espiritual, la pobreza y todo lo demás que es del demonio, nos controló anteriormente. Pero ahora, ¡bendito sea Dios! ¡Nosotros somos los que dominamos porque este es el Día del Dominio».
• Decía también el fallecido pastor carismático John Wimber, uno de los líderes del Movimiento Vineyard: «Esos en el ejército de Joel, tendrán la misma unción que tuvo Cristo, y cualquiera que desee hacerles daño a estos creyentes debe morir».
• Mientras que estas son las palabras de George Warnock, uno de los líderes de la nueva reforma apostólica: «La manifestación de los Hijos de Dios son los vencedores, esos que alcanzan la perfección y avanzan hacia la inmortalidad para así establecer el reino de Dios aquí en la tierra».
El movimiento fue también promocionado por el obispo (ya fallecido) Earl Paulk, fundador de la Catedral de Chapel Hill, una mega iglesia carismática pentecostal en Decatur, Georgia. Él enseñaba que Cristo estaba «detenido en el cielo» hasta que su cuerpo, la iglesia, se purificara a sí misma y purificara también al mundo. El señor Paulk tuvo problemas purificándose a sí mismo, ya que tuvo una larga historia de inmoralidades sexuales y fue después condenado a prisión por perjurio. En la década de 1980, bajo el liderato de Paulk, la teología del reino carismático se unió con la teología de los calvinistas y se integró la alianza conocida como el reconstruccionismo cristiano o teonomía.
El reconstruccionismo cristiano fue popularizado por el pastor Rousas Rushdoony, un filósofo, historiador y teólogo calvinista, a quien se le acredita ser el padre del reconstruccionismo cristiano y su yerno también reconstruccionista, Gary North. Los miembros de esta organización creen que aplicando las leyes del Antiguo Testamento y los principios del Nuevo, los cristianos transformarán moralmente el mundo. North asegura que este principio traerá mucha gente a Cristo. Su escatología es posmilenialista (lo que quiere decir es que espera que Cristo venga después que la Iglesia domine el planeta por mil años), lo cual es visto por algunos como un número simbólico, en otras palabras, que podría ser un número mayor de años, durante los cuales este movimiento producirá muchos frutos aplicando la ley.
Desde la década de 1980 y a principios de este nuevo siglo, un grupo reconstruccionista llamado «Coalición para el Avivamiento», ha influenciado grandemente a evangélicos conservadores que intentaron transformar a Estados Unidos en una nación gobernada por cristianos usando el proceso político. Aunque los reconstruccionistas y los carismáticos proponentes del Reino Ahora, estaban bastante apartados teológicamente, se unieron adhiriéndose a principios básicos comunes a ambos grupos.
North afirma en el volumen diez, número uno, de la publicación Reconstruccionismo: El ataque a los “Nuevos” pentecostales, de enero y febrero de 1988, que todo esto tiene sentido, dice: «...Haber unido la teología de los reconstruccionistas posmileniales, con la teología de la confesión positiva de los carismáticos (con su dinero, audiencia y la tecnología satelital), ha sido un gran éxito».
Hace algunos años un pastor se encontraba sentado en la audiencia de una reunión de reconstruccionistas, y les preguntó si ellos realmente intentaban aplicar las leyes bíblicas del Antiguo Testamento, tales como el apedrear y otras penas capitales; y la respuesta que obtuvo de parte del líder del movimiento fue: «¡Absolutamente!». Tal parece que los calvinistas reconstruccionistas no han aprendido mucho del fracaso del gobierno totalitario de Calvino en Ginebra.
Este movimiento continúa propagándose hasta en nuestro día presente, especialmente entre los carismáticos. Jack Hayford, George Otis Jr., y C. Peter Wagner, promocionaron una forma de teología que consiste en la recuperación del dominio que Adán y Eva perdieron en el huerto del Edén.
El doctor Kluane Spake, uno de los líderes del movimiento dice así en la publicación Teología del Dominio y el Reino AHORA: «Jesús nos ha dado la autoridad y nosotros debemos reclamarla, y restaurar, organizar y gobernar en toda la tierra, no solamente en el sentido espiritual, sino también en la parte económica, política y social». Este líder continúa explicando así la razón de por qué debemos hacerlo, dice: «Jesús ha sido detenido en los cielos hasta que todas estas cosas sean restauradas bajo sus pies. Él no va a regresar ni puede regresar físicamente a este planeta, hasta que la iglesia no haya impuesto una medida de autoridad celestial en esta tierra».
La forma de pensar de este movimiento está colmada de métodos, rituales y técnicas que deben ser seguidas y aplicadas fielmente para que el control sea efectivo. C. Peter Wagner en su libro Quebrantando fortalezas en su ciudad y confrontando los poderes, se refiere a lo que llama «estado del arte de las metodologías espirituales», lo cual debe lograrse al identificar los espíritus territoriales, realizar jornadas de oración, aplicar la guerra espiritual, arrepentirse, andar en caminos de reconciliación, involucrarse en la transformación de ciudades, realizar marchas de alabanza, redimir la cultura, tomar las ciudades, los sitios de trabajo y las escuelas, etc., todo para Cristo.
Pudimos ver la implementación de estas técnicas durante el apogeo de este movimiento, cuando algunos estudiantes trataron de “tomar para Cristo” la escuela de secundaria donde asistían. Enterraron cruces en el campo de fútbol y ungieron las ventanas del edificio de la escuela con aceite. No solamente no pudieron “tomar la escuela para Cristo”, sino que los directores del plantel estuvieron a punto de expulsar a cada una de las organizaciones cristianas de la escuela.
Wagner es el jefe de operaciones que está detrás de todo esto. Los métodos que dice que Dios le ha dado, son interminables. Él fue quien trajo a John Wimber al Seminario Teológico Fuller para que enseñara «Señales, prodigios y el crecimiento de la iglesia», lo cual más tarde fue publicado en un libro del cual Wagner fue co-autor con Wimber, que se tituló Los milagros y crecimiento de la iglesia. Wagner fue también el mentor académico que supervisó la disertación doctoral de Rick Warren en el Seminario Teológico Fuller.
Jack Hayford pasó varios años en asociación con Lloyd Ogilvie y otros pastores locales en la Iglesia Presbiteriana de Hollywood mientras aplicaban diversos métodos para “transformar la ciudad de Los Ángeles para Cristo”. Dice en el libro de Wagner ¡Tomemos dominio ahora!, que Hayford admitió cándidamente el fracaso de esta empresa años después, expresándose de esta manera: «Por el lado más siniestro, mi ciudad todavía se está siendo añicos internamente por la violencia de las pandillas, los asesinatos, la homosexualidad y la pornografía, mientras que otra parte sigue sofocada por el orgullo y la pedantería, lo cual es suficiente para que nos destruyamos nosotros mismos».
Todos estos movimientos a través de la historia de la iglesia tienen algo en común: han sido creados en la tierra. Están enfocados en el establecimiento del reino de Dios en el planeta para poder acelerar el regreso de Cristo, pero todos tienen un serio problema porque de acuerdo con las Escrituras el próximo reino que se va a establecer en la tierra es el del Anticristo, que durará siete años. Los verdaderos creyentes en Cristo no serán parte de él, porque el Señor Jesucristo habrá venido por ellos y se encontrarán en el cielo. Este evento es llamado EL RAPTO y ocurrirá antes del período de la gran tribulación, y durante ese mismo tiempo, aquellos que hayan seguido al Anticristo sufrirán la ira y el castigo de Dios.
(Continuará)
Dijo el apóstol Pablo por inspiración divina: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”(Col. 3:1-4).
Me gusta mucho reflexionar en los hechos históricos, en los eventos que tuvieron lugar en la historia, en la manera cómo se relacionan con el tiempo, con diferentes acontecimientos y también si ciertos sucesos influenciaron otros.
Esto es aún más importante cuando uno relaciona los hechos históricos bíblicos. En lo que se refiere a la Biblia, todo empieza con la creación y termina con el futuro milenio, cuando el Señor Jesucristo reinará desde Jerusalén, pero entre estos dos hechos tenemos una gran cantidad de detalles.
Sin embargo, debido a su naturaleza temporal, ellos sólo señalan hacia la eternidad, que es infinita, y para la cual nuestra vida en la tierra es sólo una preparación.
Los hechos históricos y las fechas a que me referiré en este breve artículo, son solamente una simple indicación, algo simbólico, para que recordemos que el vivir la eternidad con Jesús es la razón principal de nuestras vidas, el verdadero motivo de nuestra existencia.
Pero... ¿Por qué estoy enfatizando esto? Porque la humanidad y tristemente también gran parte la iglesia, se han dejado engatusar por el mundo, por una mentira que nos induce a dedicar nuestras energías a este planeta en vez de prepararnos para el cielo.
Es parte de la estrategia de Satanás, distraer, entretener, confundir y engañar a la humanidad, y así edificar su reino en este mundo. Por miles de años ha engañado a muchos que se identifican como cristianos a fin de que se unan a su equipo, a su fuerza laboral, con la meta de establecer su propia religión, que será dirigida por su títere, el Anticristo.
Mientras la intensidad de su programa aumenta en estos últimos días, especialmente en el cristianismo, la levadura de esta apostasía ha sido depositada en todos los campos teológicos: entre los carismáticos, calvinistas, conservadores, liberales, pentecostales, bautistas, cristianos izquierdistas, seguidores de la Iglesia Emergente, del “evangelio social”, etc.
En su forma más simple, es una actitud de desdén hacia lo que dijo el apóstol Pablo en Colosenses 3:2: “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Aunque esos que verdaderamente conocen y aman al Señor Jesucristo continúan luchando y son fieles a su amor por Él, hay otros quienes profesan ser cristianos, dicen que siguen su Palabra, mientras que por otra parte, intentan establecer su reino aquí en la tierra antes de su venida.
Este objetivo antibíblico que se conoce como «Teología del Dominio», no es nada nuevo. De hecho este sistema teológico ha adoptado muchas formas a lo largo de la historia de la Iglesia.
Uno de los primeros ejemplos fue el sacro imperio romano. La idea de que los “santos” (que no eran otra cosa que el papado) apoyaban a los emperadores porque ellos iban a llevar al mundo entero bajo el rebaño de Cristo. Cuando esto no resultó, el papado se hizo cargo de la situación, tomó las riendas del poder absoluto y reinó en casi todo el mundo que existía en ese tiempo. Un historiador lo describe de esta manera, dice: «La iglesia de Roma gobernaba el mundo medieval y tenía todos los poderes del estado a su disposición: las leyes, cortes, contribuidores, los recolectores de impuestos, un gran aparato administrativo, el poder de vida y muerte sobre los ciudadanos y sobre los enemigos dentro y fuera del cristianismo. Los Papas tenían el derecho único de declarar guerra a los que no eran católicos. Tenían el poder para organizar ejércitos, conducir campañas bélicas y hacer tratos de paz en defensa de sus intereses territoriales». Como casi todos los dogmas y prácticas de la Iglesia Católica Romana, esto era totalmente contrario a las enseñanzas de Cristo, quien dijo: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían... pero mi reino no es de aquí” (Jn. 18:36).
El amilenialismo era la creencia teológica de esa época, según la cual el milenio o el reinado de Cristo por mil años, ya estaba ocurriendo, es decir, espiritualmente. El éxito mundano de la Iglesia Católica Romana parecía apoyar esta forma de pensar, pero no pasó mucho tiempo antes que el romanismo sucumbiera a sus propios excesos y corrupción interna.
Aunque la Reforma fue una reacción a los abusos del catolicismo, los reformadores mantuvieron la doctrina del amilenialismo intacta, al igual que muchas de sus enseñanzas y prácticas como el bautismo de los bebés y la teología de reemplazo (la creencia de que la Iglesia remplazó a Israel). Los versículos de las Escrituras que se referían a las bendiciones para Israel fueron espiritualizados y aplicados a la Iglesia; mientras que los que aludían al castigo de Israel, fueron ignorados.
John Calvino trató de hacer de la ciudad de Ginebra un modelo del Reino de Dios y por sus esfuerzos se le llamó «el Papa Protestante». Aunque su meta era admirable, los resultados de su implementación no fueron muy diferentes a esos que tanto objetó en la Iglesia Católica Romana.
El historiador Will Durant escribió así en la página 1.300 de su obra La Reforma: Una historia de las civilizaciones europeas desde Wyclif hasta Calvino: «El nuevo clero... bajo el mandato de Calvino, se convirtió en más poderoso que cualquier sacerdocio desde Israel. Calvino decía, que ‘La ley real de una nación o de un estado cristiano, debía ser la Biblia, los clérigos debían ser los intérpretes de esa ley y el gobierno civil tenía que estar sujeto a ella, la que debía aplicarse en la manera que se interpretaba’».
Edwin Muir y John Knox, otros historiadores escribieron así en la página 106 de su libro Retrato de un Calvinista, publicado en 1929: «Los crímenes que se cometían en los tiempos de Calvino eran únicos. Era un delito reírse de los sermones de Calvino; el discutir con él en las calles de la ciudad, o entablar una polémica o una controversia teológica en su contra podía ser considerado una ofensa muy grave. Ginebra indudablemente no era el cielo en la tierra, aunque ese era el intento de Calvino. Por ejemplo, una cantidad exorbitante de platos en una mesa, un peinado demasiado elevado o diferente, un exceso de adornos, un color de vestido no aprobado, todo esto eran temas de debate y castigo. Y nadie sabía cuándo la policía de la iglesia podía llegar a la casa de uno por una supuesta infracción. En un año cuatrocientos ciudadanos fueron condenados por ofensas morales y en sesenta años, ciento cincuenta personas acusadas de herejía fueron quemadas en la hoguera».
La sociedad cristianizada de Calvino simplemente no era bíblica, ya que substituyó la gracia por la ley. Pero no solamente eso, sino que también era incoherente con la propia teología Calvinista. ¿Cómo se iba a “cristianizar” a aquellos que no estaban entre los elegidos de Dios, si se les consideraba como “totalmente depravados” y sin la habilidad para responder correctamente, por no haber sido tocados por la “gracia irresistible”? Los no elegidos nunca podrían ser los ciudadanos cristianos que Calvino demandaba.
La teología del «Dominio» adoptó una nueva forma en la década de 1940 en la provincia de Saskatchewan, en Canadá. En este sitio tuvo lugar un supuesto despertar espiritual que dio origen a lo que se llamó «Los Manifiestos Hijos de Dios», más comúnmente conocido como «El Movimiento de la Lluvia Tardía». La teología de este movimiento era muy diferente al punto de vista dispensacional, el cual es el rapto de la Iglesia seguido por siete años de tribulación y terminando en el Armagedón. Lo que este nuevo movimiento promocionaba era un escenario más “positivo”, incluso triunfante: el buscar a Dios y pedirle que derramara su Espíritu en un gran despertar espiritual mundial que produciría «Los Manifiestos Hijos de Dios», más conocido como el ejército de Joel. Estos serían creyentes, llenos de continuo con el Espíritu Santo, quienes manifestarían las mismas señales y prodigios que hizo Jesús y juzgarían y conquistarían el mundo en preparación para su reino milenial.
Ern Baxter, uno de los líderes del movimiento, dijo así en el libro de Sandy Simpson, publicado en inglés Dominionismo expuesto: «El pueblo de Dios tiene que empezar a ejercitar la ley, porque va a tomar dominio sobre el poder de Satanás... Conforme la fuerza de la vara del poder de Dios salga de Sión, ellos cambiarán la legislación, perseguirán al diablo, lo expulsarán de esta tierra y traerán y aplicarán los propósitos y el reino de Dios». Sin embargo, este movimiento tuvo los mismos problemas que Calvino tuvo en Ginebra. En la práctica, los supuestos “Manifiestos Hijos de Dios” no pudieron vivir bajo sus propios principios, aunque aplicaban medidas estrictas a las que llamaban «pastoreo».
La teología del dominionismo y la lluvia tardía se propagó entre los pentecostales y los carismáticos. A continuación mencionaremos algunas de las frases famosas popularizadas por líderes de este movimiento.
• Decía el finado pastor pentecostal Kenneth Hagin, considerado como el padre del movimiento La Palabra de Fe: «Sí, el pecado, las enfermedades, la muerte espiritual, la pobreza y todo lo demás que es del demonio, nos controló anteriormente. Pero ahora, ¡bendito sea Dios! ¡Nosotros somos los que dominamos porque este es el Día del Dominio».
• Decía también el fallecido pastor carismático John Wimber, uno de los líderes del Movimiento Vineyard: «Esos en el ejército de Joel, tendrán la misma unción que tuvo Cristo, y cualquiera que desee hacerles daño a estos creyentes debe morir».
• Mientras que estas son las palabras de George Warnock, uno de los líderes de la nueva reforma apostólica: «La manifestación de los Hijos de Dios son los vencedores, esos que alcanzan la perfección y avanzan hacia la inmortalidad para así establecer el reino de Dios aquí en la tierra».
El movimiento fue también promocionado por el obispo (ya fallecido) Earl Paulk, fundador de la Catedral de Chapel Hill, una mega iglesia carismática pentecostal en Decatur, Georgia. Él enseñaba que Cristo estaba «detenido en el cielo» hasta que su cuerpo, la iglesia, se purificara a sí misma y purificara también al mundo. El señor Paulk tuvo problemas purificándose a sí mismo, ya que tuvo una larga historia de inmoralidades sexuales y fue después condenado a prisión por perjurio. En la década de 1980, bajo el liderato de Paulk, la teología del reino carismático se unió con la teología de los calvinistas y se integró la alianza conocida como el reconstruccionismo cristiano o teonomía.
El reconstruccionismo cristiano fue popularizado por el pastor Rousas Rushdoony, un filósofo, historiador y teólogo calvinista, a quien se le acredita ser el padre del reconstruccionismo cristiano y su yerno también reconstruccionista, Gary North. Los miembros de esta organización creen que aplicando las leyes del Antiguo Testamento y los principios del Nuevo, los cristianos transformarán moralmente el mundo. North asegura que este principio traerá mucha gente a Cristo. Su escatología es posmilenialista (lo que quiere decir es que espera que Cristo venga después que la Iglesia domine el planeta por mil años), lo cual es visto por algunos como un número simbólico, en otras palabras, que podría ser un número mayor de años, durante los cuales este movimiento producirá muchos frutos aplicando la ley.
Desde la década de 1980 y a principios de este nuevo siglo, un grupo reconstruccionista llamado «Coalición para el Avivamiento», ha influenciado grandemente a evangélicos conservadores que intentaron transformar a Estados Unidos en una nación gobernada por cristianos usando el proceso político. Aunque los reconstruccionistas y los carismáticos proponentes del Reino Ahora, estaban bastante apartados teológicamente, se unieron adhiriéndose a principios básicos comunes a ambos grupos.
North afirma en el volumen diez, número uno, de la publicación Reconstruccionismo: El ataque a los “Nuevos” pentecostales, de enero y febrero de 1988, que todo esto tiene sentido, dice: «...Haber unido la teología de los reconstruccionistas posmileniales, con la teología de la confesión positiva de los carismáticos (con su dinero, audiencia y la tecnología satelital), ha sido un gran éxito».
Hace algunos años un pastor se encontraba sentado en la audiencia de una reunión de reconstruccionistas, y les preguntó si ellos realmente intentaban aplicar las leyes bíblicas del Antiguo Testamento, tales como el apedrear y otras penas capitales; y la respuesta que obtuvo de parte del líder del movimiento fue: «¡Absolutamente!». Tal parece que los calvinistas reconstruccionistas no han aprendido mucho del fracaso del gobierno totalitario de Calvino en Ginebra.
Este movimiento continúa propagándose hasta en nuestro día presente, especialmente entre los carismáticos. Jack Hayford, George Otis Jr., y C. Peter Wagner, promocionaron una forma de teología que consiste en la recuperación del dominio que Adán y Eva perdieron en el huerto del Edén.
El doctor Kluane Spake, uno de los líderes del movimiento dice así en la publicación Teología del Dominio y el Reino AHORA: «Jesús nos ha dado la autoridad y nosotros debemos reclamarla, y restaurar, organizar y gobernar en toda la tierra, no solamente en el sentido espiritual, sino también en la parte económica, política y social». Este líder continúa explicando así la razón de por qué debemos hacerlo, dice: «Jesús ha sido detenido en los cielos hasta que todas estas cosas sean restauradas bajo sus pies. Él no va a regresar ni puede regresar físicamente a este planeta, hasta que la iglesia no haya impuesto una medida de autoridad celestial en esta tierra».
La forma de pensar de este movimiento está colmada de métodos, rituales y técnicas que deben ser seguidas y aplicadas fielmente para que el control sea efectivo. C. Peter Wagner en su libro Quebrantando fortalezas en su ciudad y confrontando los poderes, se refiere a lo que llama «estado del arte de las metodologías espirituales», lo cual debe lograrse al identificar los espíritus territoriales, realizar jornadas de oración, aplicar la guerra espiritual, arrepentirse, andar en caminos de reconciliación, involucrarse en la transformación de ciudades, realizar marchas de alabanza, redimir la cultura, tomar las ciudades, los sitios de trabajo y las escuelas, etc., todo para Cristo.
Pudimos ver la implementación de estas técnicas durante el apogeo de este movimiento, cuando algunos estudiantes trataron de “tomar para Cristo” la escuela de secundaria donde asistían. Enterraron cruces en el campo de fútbol y ungieron las ventanas del edificio de la escuela con aceite. No solamente no pudieron “tomar la escuela para Cristo”, sino que los directores del plantel estuvieron a punto de expulsar a cada una de las organizaciones cristianas de la escuela.
Wagner es el jefe de operaciones que está detrás de todo esto. Los métodos que dice que Dios le ha dado, son interminables. Él fue quien trajo a John Wimber al Seminario Teológico Fuller para que enseñara «Señales, prodigios y el crecimiento de la iglesia», lo cual más tarde fue publicado en un libro del cual Wagner fue co-autor con Wimber, que se tituló Los milagros y crecimiento de la iglesia. Wagner fue también el mentor académico que supervisó la disertación doctoral de Rick Warren en el Seminario Teológico Fuller.
Jack Hayford pasó varios años en asociación con Lloyd Ogilvie y otros pastores locales en la Iglesia Presbiteriana de Hollywood mientras aplicaban diversos métodos para “transformar la ciudad de Los Ángeles para Cristo”. Dice en el libro de Wagner ¡Tomemos dominio ahora!, que Hayford admitió cándidamente el fracaso de esta empresa años después, expresándose de esta manera: «Por el lado más siniestro, mi ciudad todavía se está siendo añicos internamente por la violencia de las pandillas, los asesinatos, la homosexualidad y la pornografía, mientras que otra parte sigue sofocada por el orgullo y la pedantería, lo cual es suficiente para que nos destruyamos nosotros mismos».
Todos estos movimientos a través de la historia de la iglesia tienen algo en común: han sido creados en la tierra. Están enfocados en el establecimiento del reino de Dios en el planeta para poder acelerar el regreso de Cristo, pero todos tienen un serio problema porque de acuerdo con las Escrituras el próximo reino que se va a establecer en la tierra es el del Anticristo, que durará siete años. Los verdaderos creyentes en Cristo no serán parte de él, porque el Señor Jesucristo habrá venido por ellos y se encontrarán en el cielo. Este evento es llamado EL RAPTO y ocurrirá antes del período de la gran tribulación, y durante ese mismo tiempo, aquellos que hayan seguido al Anticristo sufrirán la ira y el castigo de Dios.
(Continuará)