20-08-2013, 07:01 PM
“ENTONCES CONFIARAS, PORQUE HAY ESPERANZA…” (Job 11:18)
Hay un estado de la mente esencial para la vida que Dios quiere que vivas; es el “carburante” que impulsa tu corazón, la más grande diferencia entre los que perseveran y los que se rinden. ¡Se llama esperanza! Esta fuerza poderosa estimula tu mente para que explore cada posibilidad y supere cualquier obstáculo.
La esperanza es la que lleva a las parejas a decir: “Sí, quiero” sin tener garantías. Y más tarde, cuando han roto sus promesas, esta misma esperanza les motiva a seguir adelante superando problemas e intentándolo de nuevo. La esperanza es la razón por la cual los compositores agonizan mientras producen sus partituras y los artistas hacen lo mismo con sus lienzos, creyendo que algún ‘toque’ de belleza sobrevivirá a la batalla.
Ya de viejo, el pintor Henri Matisse estaba paralizado por una artritis agonizante. Cuando se le preguntó por qué seguía cogiendo cada día el pincel con sus dedos hinchados, él contestó: “El dolor se va; la belleza permanece”. ¡Eso es tener esperanza! Luchando por pintar el techo de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel llegó a estar tan desanimado que quiso abandonar el proyecto. Sin embargo, todas las mañanas la esperanza le empujaba a subir la escalera y completar su visión tan magnífica. Fue la esperanza la que permitió a Abraham dejar su hogar sin saber a dónde Dios lo llevaba. Fue la esperanza lo que ayudó a Pablo a enfrentarse al sistema. ¡Fue la esperanza la que estimuló a los profetas del Antiguo Testamento a seguir desafiando a las autoridades locales! David dijo: “Porque Tú… eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud” (Salmo 71:5).
¡No pierdas la esperanza! Puedes superar muchas pérdidas, pero la esperanza extraviada paraliza el espíritu. Escucha: “Tendrás confianza, porque hay esperanza…” (Job 11:18). Así que, a pesar de las circunstancias, mantén viva tu esperanza hoy, fijando tu mirada en Dios.
Roberto Espinoza
Hay un estado de la mente esencial para la vida que Dios quiere que vivas; es el “carburante” que impulsa tu corazón, la más grande diferencia entre los que perseveran y los que se rinden. ¡Se llama esperanza! Esta fuerza poderosa estimula tu mente para que explore cada posibilidad y supere cualquier obstáculo.
La esperanza es la que lleva a las parejas a decir: “Sí, quiero” sin tener garantías. Y más tarde, cuando han roto sus promesas, esta misma esperanza les motiva a seguir adelante superando problemas e intentándolo de nuevo. La esperanza es la razón por la cual los compositores agonizan mientras producen sus partituras y los artistas hacen lo mismo con sus lienzos, creyendo que algún ‘toque’ de belleza sobrevivirá a la batalla.
Ya de viejo, el pintor Henri Matisse estaba paralizado por una artritis agonizante. Cuando se le preguntó por qué seguía cogiendo cada día el pincel con sus dedos hinchados, él contestó: “El dolor se va; la belleza permanece”. ¡Eso es tener esperanza! Luchando por pintar el techo de la Capilla Sixtina, Miguel Ángel llegó a estar tan desanimado que quiso abandonar el proyecto. Sin embargo, todas las mañanas la esperanza le empujaba a subir la escalera y completar su visión tan magnífica. Fue la esperanza la que permitió a Abraham dejar su hogar sin saber a dónde Dios lo llevaba. Fue la esperanza lo que ayudó a Pablo a enfrentarse al sistema. ¡Fue la esperanza la que estimuló a los profetas del Antiguo Testamento a seguir desafiando a las autoridades locales! David dijo: “Porque Tú… eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud” (Salmo 71:5).
¡No pierdas la esperanza! Puedes superar muchas pérdidas, pero la esperanza extraviada paraliza el espíritu. Escucha: “Tendrás confianza, porque hay esperanza…” (Job 11:18). Así que, a pesar de las circunstancias, mantén viva tu esperanza hoy, fijando tu mirada en Dios.
Roberto Espinoza