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La oración y el ayuno
#1
Por David Logacho

Ayunar es abstenerse de satisfacer cualquier apetito físico.

En el Nuevo Testamento el ayuno está casi siempre asociado con dos circunstancias diferentes. Primero, con la tristeza por la muerte de un ser querido. Note lo que dice Mateo 9:14-15. Entonces vinieron a él los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas veces, y tus discípulos no ayunan?
Mat 9:15 Jesús les dijo: ¿Acaso pueden los que están de bodas tener luto entre tanto que el esposo está con ellos? Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

En este caso, los discípulos de Juan ayunaban para manifestar su dolor por la muerte de su líder.

Segundo, el ayuno está asociado con la oración. Observe el caso de Ana, la profetisa de la época cuando nació el Señor Jesucristo. Se encuentra en Lucas 2:37. La Biblia dice: y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.

En este versículo y en otros de la misma naturaleza, el ayuno acompañó a la oración como un reconocimiento de la seriedad con que se buscó discernir la voluntad de Dios.

El ayuno no otorga ningún mérito que resulte en ganarse la salvación, tampoco otorga al creyente alguna posición de privilegio delante de Dios. Por ejemplo, un fariseo en cierta ocasión se jactaba de que ayunaba dos veces por semana, sin embargo, fracasó en obtener la justificación que buscaba a través de su ayuno.

Pero cuando se ayuna en secreto, como una disciplina espiritual, Dios lo mira y recompensa a su manera y en su voluntad.

El Nuevo Testamento no ordena ayunar a los creyentes, sin embargo anima al creyente a ayunar sobre la base de las recompensas que promete. Permítame leer el pasaje bíblico en Marcos 9:25-29. La Biblia dice: Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.

Marcos 9:26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.
28 Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
29 Y les dijo: Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno.


Los discípulos que fracasaron en expulsar al demonio, quedaron perplejos y se preguntaban ¿Por qué no pudimos hacerlo? La explicación que les dio Jesús fue que ese género de espíritu inmundo no sale sino con oración y ayuno. El ayuno de la mano con la oración obraba de una manera especial en ese caso en particular. El ayuno es valioso en tiempos de crisis o cuando se está tratando de discernir la voluntad de Dios. También es de valor para motivar auto disciplina. El ayuno es un asunto que debe manejarse entre Dios y el individuo que ayuna, con la única motivación de agradar a Dios. El ayuno pierde su valor cuando se lo impone o se lo realiza con la motivación impropia de mostrar a los hombres que quien ayuna es más espiritual que el que no ayuna.

En verdad, no hay nada tan aborrecible para Dios que el mostrar a otros cuan espirituales somos por el hecho que ayunamos. Esto fue justamente uno de los muchos males que confrontó el Señor Jesús en su famoso discurso conocido como el Sermón del Monte.
Mateo 6:16-18 dice: Cuando ayunéis, no seáis austeros, como los hipócritas; porque ellos demudan sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.

17 Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro,
18 para no mostrar a los hombres que ayunas, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público
.

Jesús no condenó el ayuno, sino la práctica de los hipócritas que se esforzaban para hacer evidente a otros que estaban ayunando. En cuanto al tiempo que se debe mantener el ayuno, no existe nada establecido para el creyente en las Escrituras.

El Señor Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches, pero esto de ninguna manera establece el modelo obligatorio de ayuno para el creyente. Lo correcto parece ser que el ayuno debe durar lo que cada uno puede soportar sin comer, sin poner en riesgo la salud y conforme a cada situación en particular.

Habrá ocasiones cuando no será necesario ayuna más de un día, pero habrá otras ocasiones cuando será necesario ayunar más que un día.

Jamás pensemos que mientras más tiempo pasamos en ayuno seremos más aceptados por Dios. El concepto de que por medio de hacer sacrificios, entre comillas, seremos más aceptados por Dios no tiene ningún fundamento bíblico. Dios nos acepta, no porque ayunemos más, sino por lo que Cristo hizo por nosotros al morir en la cruz, lo cual se hizo efectivo en nosotros cuando recibimos a Cristo como Salvador por medio de la fe.

La posición que tenemos delante de Dios es perfecta y no puede ser mejorada por más que nos pasemos toda la vida en ayuno.
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