04-11-2009, 01:52 PM
Existe en el medio cristiano una falsa impresión respecto de quienes fueron los autores de los Evangelios. Esta falsa información que se pasa de generación en generación tiene origen justamente en la tradición; pero contradice a lo que la propia Biblia enseña respecto de quienes fueron estos hermanos que escribieron los cuatro Evangelios.
La evidencia interna en la Biblia señala que:
1 Todos los libros de la Biblia (sin excepción) fueron escritos por hebreos.
2 Todos los evangelios (sin excepción) fueron escritos por testigos presenciales del ministerio de Jesús.
3 Cada autor de un evangelio se incluye a sí mismo en el relato pero de forma anónima.
4 Todo evangelio cubre al ministerio de Jesús desde su bautismo hasta su ascensión.
El primer antecedente que tenemos en el NT de algo que podríamos llamar un evangelio es “La Palabra del Señor”. Esta era una colección de enseñanzas de Jesús a las que algunos prefieren llamar “Logos”. Teólogos alemanes también han imaginado un documento anterior a los evangelios, y lo llaman “Quelle”. Pero logos y quelle no son otra cosa que esa colección de relatos y enseñanzas de Jesús que en el siglo I se conocía como La Palabra del Señor.
Hoy día podemos afirmar que el primer Evangelio en ser escrito fue el de Mateo. Este Evangelio fue escrito por Mateo (llamado en realidad Levi), y fue escrito en arameo. Mateo se presenta como el hombre sentado en la banca de tributos, pero no dice su nombre (Levi). Su relato es de primera mano – como lo son todos – pues él fue uno de los doce; pero a lo que presenció le suma relatos que recibió por la vía de José (probablemente de boca de Jacob/Santiago).
El segundo Evangelio en ser escrito fue el de Marcos, quien se basó en el ya existente de Mateo en arameo. A este, le agrega cosas que él atestiguó personalmente y que no había incluido Mateo. Marcos es el Juan Marcos que acompañó a Pablo en su primer viaje misionero. En su evangelio él se retrata como quien quedó al cuidado de las barcas cuando Jesús fue a Gadara y Gerasa. También es el joven con el cántaro de agua que guió a Pedro y Juan al aposento alto (casa de su madre); y es el joven que durante el arresto de Jesús huyó desnudo.
Lo siguiente que sucedió fue que el evangelio de Mateo fue traducido al griego por sus discípulos. Son estos quienes agregan el nombre Mateo al relato de su llamamiento, y también incorporan algunos elementos del evangelio de Marcos.
Lucas es el tercer evangelio a ser escrito. Lucas es un judío de origen macedonio y en su evangelio lo descubrimos como uno de los setenta (o 62 según se entienda); y es uno de los dos a camino de Emaús. Se basa en los evangelios ya existentes a los que agrega sus propias experiencias (no narradas en aquellos dos anteriores) y lo complementa con relatos que recibió de María y de la partera que la asistió.
El último evangelio a ser completado es el de Juan, quien en su relato es el discípulo amado. Este evangelio fue escrito en Jerusalén, pero sería complementado cuando Juan fue a Efeso.
Los demás evangelios; los que llamamos apócrifos; no fueron escrito por testigos oculares de los hechos, y/o no fueron escritos por personas hebreas. Pero lo que más los descalifica (desde las normas bíblicas) es el hecho que identifican a sus respectivos autores. Esto no solamente va contra la norma #3 mencionada arriba, sino que evidencia la necesidad del autor de ganar autoridad al usurpar la identidad de un apóstol.
Además de los cuatro evangelios canónicos y de los apócrifos, hay evidencia en la Biblia de la existencia de otros evangelios que no llegaron hasta nosotros. Uno de ellos es el de Pablo, quien era hebreo, fue testigo personal del ministerio de Jesús, al que cubrió desde el bautismo hasta la ascensión, y como autor se incluye pero no se nombra a sí mismo. Este evangelio lo podemos “adivinar” todo a lo largo de sus epístolas.
Pedro también tenía su evangelio del cual conocemos algunos tramos porque Lucas los incluyó en Hechos. Y hablando del evangelio de Pedro, debemos contradecir la versión tradicional que este se lo habría dictado a Marcos. También debemos remarcar que no es este, el evangelio apócrifo que dice ser de Pedro.
Fuera de estos dos evangelios puntuales; de Pablo y de Pedro; hay evidencia interna en el NT en el sentido de que todo evangelista tenía su propio evangelio.
La evidencia interna en la Biblia señala que:
1 Todos los libros de la Biblia (sin excepción) fueron escritos por hebreos.
2 Todos los evangelios (sin excepción) fueron escritos por testigos presenciales del ministerio de Jesús.
3 Cada autor de un evangelio se incluye a sí mismo en el relato pero de forma anónima.
4 Todo evangelio cubre al ministerio de Jesús desde su bautismo hasta su ascensión.
El primer antecedente que tenemos en el NT de algo que podríamos llamar un evangelio es “La Palabra del Señor”. Esta era una colección de enseñanzas de Jesús a las que algunos prefieren llamar “Logos”. Teólogos alemanes también han imaginado un documento anterior a los evangelios, y lo llaman “Quelle”. Pero logos y quelle no son otra cosa que esa colección de relatos y enseñanzas de Jesús que en el siglo I se conocía como La Palabra del Señor.
Hoy día podemos afirmar que el primer Evangelio en ser escrito fue el de Mateo. Este Evangelio fue escrito por Mateo (llamado en realidad Levi), y fue escrito en arameo. Mateo se presenta como el hombre sentado en la banca de tributos, pero no dice su nombre (Levi). Su relato es de primera mano – como lo son todos – pues él fue uno de los doce; pero a lo que presenció le suma relatos que recibió por la vía de José (probablemente de boca de Jacob/Santiago).
El segundo Evangelio en ser escrito fue el de Marcos, quien se basó en el ya existente de Mateo en arameo. A este, le agrega cosas que él atestiguó personalmente y que no había incluido Mateo. Marcos es el Juan Marcos que acompañó a Pablo en su primer viaje misionero. En su evangelio él se retrata como quien quedó al cuidado de las barcas cuando Jesús fue a Gadara y Gerasa. También es el joven con el cántaro de agua que guió a Pedro y Juan al aposento alto (casa de su madre); y es el joven que durante el arresto de Jesús huyó desnudo.
Lo siguiente que sucedió fue que el evangelio de Mateo fue traducido al griego por sus discípulos. Son estos quienes agregan el nombre Mateo al relato de su llamamiento, y también incorporan algunos elementos del evangelio de Marcos.
Lucas es el tercer evangelio a ser escrito. Lucas es un judío de origen macedonio y en su evangelio lo descubrimos como uno de los setenta (o 62 según se entienda); y es uno de los dos a camino de Emaús. Se basa en los evangelios ya existentes a los que agrega sus propias experiencias (no narradas en aquellos dos anteriores) y lo complementa con relatos que recibió de María y de la partera que la asistió.
El último evangelio a ser completado es el de Juan, quien en su relato es el discípulo amado. Este evangelio fue escrito en Jerusalén, pero sería complementado cuando Juan fue a Efeso.
Los demás evangelios; los que llamamos apócrifos; no fueron escrito por testigos oculares de los hechos, y/o no fueron escritos por personas hebreas. Pero lo que más los descalifica (desde las normas bíblicas) es el hecho que identifican a sus respectivos autores. Esto no solamente va contra la norma #3 mencionada arriba, sino que evidencia la necesidad del autor de ganar autoridad al usurpar la identidad de un apóstol.
Además de los cuatro evangelios canónicos y de los apócrifos, hay evidencia en la Biblia de la existencia de otros evangelios que no llegaron hasta nosotros. Uno de ellos es el de Pablo, quien era hebreo, fue testigo personal del ministerio de Jesús, al que cubrió desde el bautismo hasta la ascensión, y como autor se incluye pero no se nombra a sí mismo. Este evangelio lo podemos “adivinar” todo a lo largo de sus epístolas.
Pedro también tenía su evangelio del cual conocemos algunos tramos porque Lucas los incluyó en Hechos. Y hablando del evangelio de Pedro, debemos contradecir la versión tradicional que este se lo habría dictado a Marcos. También debemos remarcar que no es este, el evangelio apócrifo que dice ser de Pedro.
Fuera de estos dos evangelios puntuales; de Pablo y de Pedro; hay evidencia interna en el NT en el sentido de que todo evangelista tenía su propio evangelio.