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de la autoría de los Evangelios
#1
Existe en el medio cristiano una falsa impresión respecto de quienes fueron los autores de los Evangelios. Esta falsa información que se pasa de generación en generación tiene origen justamente en la tradición; pero contradice a lo que la propia Biblia enseña respecto de quienes fueron estos hermanos que escribieron los cuatro Evangelios.

La evidencia interna en la Biblia señala que:
1 Todos los libros de la Biblia (sin excepción) fueron escritos por hebreos.
2 Todos los evangelios (sin excepción) fueron escritos por testigos presenciales del ministerio de Jesús.
3 Cada autor de un evangelio se incluye a sí mismo en el relato pero de forma anónima.
4 Todo evangelio cubre al ministerio de Jesús desde su bautismo hasta su ascensión.

El primer antecedente que tenemos en el NT de algo que podríamos llamar un evangelio es “La Palabra del Señor”. Esta era una colección de enseñanzas de Jesús a las que algunos prefieren llamar “Logos”. Teólogos alemanes también han imaginado un documento anterior a los evangelios, y lo llaman “Quelle”. Pero logos y quelle no son otra cosa que esa colección de relatos y enseñanzas de Jesús que en el siglo I se conocía como La Palabra del Señor.

Hoy día podemos afirmar que el primer Evangelio en ser escrito fue el de Mateo. Este Evangelio fue escrito por Mateo (llamado en realidad Levi), y fue escrito en arameo. Mateo se presenta como el hombre sentado en la banca de tributos, pero no dice su nombre (Levi). Su relato es de primera mano – como lo son todos – pues él fue uno de los doce; pero a lo que presenció le suma relatos que recibió por la vía de José (probablemente de boca de Jacob/Santiago).

El segundo Evangelio en ser escrito fue el de Marcos, quien se basó en el ya existente de Mateo en arameo. A este, le agrega cosas que él atestiguó personalmente y que no había incluido Mateo. Marcos es el Juan Marcos que acompañó a Pablo en su primer viaje misionero. En su evangelio él se retrata como quien quedó al cuidado de las barcas cuando Jesús fue a Gadara y Gerasa. También es el joven con el cántaro de agua que guió a Pedro y Juan al aposento alto (casa de su madre); y es el joven que durante el arresto de Jesús huyó desnudo.

Lo siguiente que sucedió fue que el evangelio de Mateo fue traducido al griego por sus discípulos. Son estos quienes agregan el nombre Mateo al relato de su llamamiento, y también incorporan algunos elementos del evangelio de Marcos.

Lucas es el tercer evangelio a ser escrito. Lucas es un judío de origen macedonio y en su evangelio lo descubrimos como uno de los setenta (o 62 según se entienda); y es uno de los dos a camino de Emaús. Se basa en los evangelios ya existentes a los que agrega sus propias experiencias (no narradas en aquellos dos anteriores) y lo complementa con relatos que recibió de María y de la partera que la asistió.

El último evangelio a ser completado es el de Juan, quien en su relato es el discípulo amado. Este evangelio fue escrito en Jerusalén, pero sería complementado cuando Juan fue a Efeso.

Los demás evangelios; los que llamamos apócrifos; no fueron escrito por testigos oculares de los hechos, y/o no fueron escritos por personas hebreas. Pero lo que más los descalifica (desde las normas bíblicas) es el hecho que identifican a sus respectivos autores. Esto no solamente va contra la norma #3 mencionada arriba, sino que evidencia la necesidad del autor de ganar autoridad al usurpar la identidad de un apóstol.

Además de los cuatro evangelios canónicos y de los apócrifos, hay evidencia en la Biblia de la existencia de otros evangelios que no llegaron hasta nosotros. Uno de ellos es el de Pablo, quien era hebreo, fue testigo personal del ministerio de Jesús, al que cubrió desde el bautismo hasta la ascensión, y como autor se incluye pero no se nombra a sí mismo. Este evangelio lo podemos “adivinar” todo a lo largo de sus epístolas.

Pedro también tenía su evangelio del cual conocemos algunos tramos porque Lucas los incluyó en Hechos. Y hablando del evangelio de Pedro, debemos contradecir la versión tradicional que este se lo habría dictado a Marcos. También debemos remarcar que no es este, el evangelio apócrifo que dice ser de Pedro.

Fuera de estos dos evangelios puntuales; de Pablo y de Pedro; hay evidencia interna en el NT en el sentido de que todo evangelista tenía su propio evangelio.
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#2
Gracias por tus aportes, que sin duda contribuirán a promover una mayor participación de los hermanos que integramos el foro.

Ahora, en relación con este tema, y sólo con miras a la edificación de todos, te pregunto: ¿A qué te refieres cuando afirmas que cada evangelista tenía su propio evangelio?
Creo sinceramente que existe solamente un Evangelio: el del Señor Jesucristo, y ni siquiera deberíamos considerar que hay cuatro, (como se suele decir) sino que más bien se trata de cuatro libros del mismo Evangelio, cada libro complementando a los otros.
Por supuesto, me refiero al genuino Evangelio, y no a cualquier otro "diferente" (Gá.1:8)
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#3
Gracias por tus palabras.

Una cosa es el evangelio y otra cosa son los evangelios. Esto me recuerda algo que leí por aquí donde se hace diferencia entre la iglesia y las iglesias. Similarmente hay diferencia entre el pecado y los pecados.

El evangelio es uno solo, no hay otro. Eso lo dijo Pablo. Pero Pablo también habla de “mi” evangelio. Cada uno de los evangelios contiene el mensaje del evangelio. Las epístolas también contienen al evangelio.

Evangelios son los escritos que narran el ministerio público de Jesús, y que con ese vehículo predican al evangelio. Entendiéndolo así, los cuatro primeros libros son cuatro evangelios. De otro modo deberíamos acuñar una palabra nueva para identificar a esos libros.

Respecto de Pablo y de su evangelio, comúnmente se entiende que Pablo al expresarse así se refiere al evangelio, al único evangelio. Pero esa interpretación fácilmente aceptada no resiste a un examen gramatical ni a la exégesis. Pablo se está refiriendo específicamente al conjunto de enseñanzas y hechos de Jesús que él (Pablo) utilizaba frecuentemente para predicar y anunciar el evangelio.

Aplicando este concepto al resto de evangelistas, podemos decir que cada uno de ellos viajaba con un bagaje de enseñanza y de hechos de Jesús, que ellos habían colectado, seleccionado y ordenado de forma personal. De tal forma cada evangelista tenía su propio evangelio; y con esta herramienta anunciaban al único evangelio.

Por favor nótense las fechas que se adjudican a los evangelios de Mateo y de Marcos. Estos primeros evangelios fueron distribuidos en la década del 60; de ninguna forma antes de esta fecha. Eso implica que por 30 años se estuvo evangelizando al mundo sin uno de estos evangelios. Esto implica o que cada uno predicaba lo que le venía a la mente; o que había un cuerpo doctrinal que aportara unidad y seguridad.

La mención a la enseñanza de La Palabra del Señor, y menciones a mi evangelio apuntan a que efectivamente había tales evangelios. Nuevamente nótese como Pablo en sus cartas hace referencia al evangelio y a mi evangelio, décadas antes de que comenzaran a circular los evangelios de Mateo y de Marcos.

Mil y pico de años más tarde, los eruditos tuvieron la necesidad de inventar el Logos imaginando que era una colección de enseñanzas de Jesús que hipotéticamente debería haber existido. Esto lo inventaron a los efectos de explicar algunas teorías de cómo fueron escritos los cuatro evangelios. Paralelamente los teólogos alemanes dedujeron que debió haber existido un texto al que ellos llaman Quelle. Pero resulta que no era necesario crear esas soluciones a problemas presentes; esos textos efectivamente existieron.

Para muestra basta un botón dice la sabiduría popular. Hechos 20:35 “y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: “Más bienaventurado es dar que recibir” Pregunto ¿en qué evangelio encontramos esa enseñanza del Señor? No está en Mateo, ni en Marcos, ni en Lucas, ni en Juan. Pero nótese que no solo Pablo la conocía, sino que queda implícito que los oyentes de Pablo también las conocían y solo fue necesario recordárselas. ¿Quiénes eran esos oyentes? Eran hermanos de Mileto, era gente que no había presenciado el ministerio de Jesús y no lo habían escuchado personalmente. Entonces ¿cómo sabían de esa enseñanza? La respuesta debe ser porque habían leído una copia de La Palabra del Señor, o incluso el Evangelio según Pablo que este llevaba a modo de apuntes.

Juan ya lo dijo, que no todas las cosas que Jesús hizo y dijo fueron registradas. Es más; no todas las cosas que fueron registradas nos han llegado hasta nosotros.

Te invito a que leas a Pablo y cada vez que leas expresiones como “mi evangelio” imagines que se refiere a unos apuntes o borradores de los dichos y hechos del Señor, que Pablo llevaba consigo. Vas a descubrir que esa imagen encaja perfectamente y no desentona. Entonces vas a reformularte expresiones como las que Pablo le hace a Timoteo: “lo que has oído de mi”. Y lo vas a conectar a cuando Pablo defiende el haber recibido el evangelio directamente del Señor y no de otro apóstol. Porque la autoridad de Timoteo se vincula a que repita lo que aprendió de Pablo; pero la autoridad de Pablo no dependía de otro apóstol. Pablo predicaba al evangelio utilizando su evangelio.
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