20-02-2016, 01:45 PM
Hola hermanos:
Creo que cada asamblea tiene su propia realidad, por lo que no se puede generalizar. Con todo, hay un orden bíblico que debe ser respetado y, lamentablemente, muchos hermanos se encuentran desorientados al respecto.
Pero, aunque Edison tiene razón en que el Espíritu Santo guía a los hermanos a participar con completa libertad en la exposición de la Palabra, por ejemplo, como lo menciona, en el culto de oración, no podemos pasar por alto que ello sólo es posible en condiciones ideales y con hermanos maduros y "ubicados".
Digámoslo de esta manera: Los hermanos que tenemos cierta edad, a veces añoramos los viejos tiempos cuando un hermano se levantaba "espontáneamente" y alimentaba a la congregación con palabras enseñadas por el Espíritu a través de las Escrituras. Pero, convengamos en que hoy se ha perdido parte de esa libertad en muchas congregaciones, porque hay hermanos que, lejos de ser guiados por el Espíritu, se levantan por su propia iniciativa, y no tienen ni el menor discernimiento en lo que pretenden comunicar.
Recuerdo que en mi temprana juventud se realizaban Conferencias Juveniles en las que había un tiempo de "plataforma libre" para que si alguno entre los presentes deseaba compartir la Palabra, pudiera hacerlo con libertad, sin imponerle temas, con la única restricción de ajustarse a un tiempo determinado. Hubo jóvenes responsables que realmente nos edificaban, y sus mensajes fueron un verdadero refrigeriio espiritual. Bien, esto duró cierto tiempo, hasta que surgió una generación de "caraduras" que sólo querián florearse en el púlpito. Gritaban, gesticulaban, imitaban a los predicadores "de moda", pero sus mensajes carecían de contenido espiritual. En otras palabras, los oyentes quedábamos vacíos. Con buen tino, los organizadores de tales conferencias dejaron sin efecto aquella práctica, que fue buena en sus comienzos, pero que luego se desvirtuó a causa de los desfachatados que coparon los espacios.
Hoy suele pasar lo mismo en algunas iglesias, y son los ancianos los que deben discernir qué hermanos tienen las condiciones mínimas para entregar púbicamente la Palabra.
Comprendo perfectamente la inquietud de Edison, pero, sin favorecer el nicolaitismo, creo que no todos los hermanos están llamados al ministerio público, aún cuando exhiban un buen testimonio cristiano.
Además, reitero que no todas las iglesias están en condiciones ideales, y cada una debe resolver según su propia realidad.
En nuestro caso, tratándose de una congregación más bien pequeña, casi todos los hermanos participan públicamente en el ministerio, desarrollando sus dones con libertad, pero esto es mucho más complejo en las congregaciones grandes, en las que los hermanos, en muchas ocasiones, ni siquiera llegan a conocerse entre sí.
Un abrazo,
Heriberto
Creo que cada asamblea tiene su propia realidad, por lo que no se puede generalizar. Con todo, hay un orden bíblico que debe ser respetado y, lamentablemente, muchos hermanos se encuentran desorientados al respecto.
Pero, aunque Edison tiene razón en que el Espíritu Santo guía a los hermanos a participar con completa libertad en la exposición de la Palabra, por ejemplo, como lo menciona, en el culto de oración, no podemos pasar por alto que ello sólo es posible en condiciones ideales y con hermanos maduros y "ubicados".
Digámoslo de esta manera: Los hermanos que tenemos cierta edad, a veces añoramos los viejos tiempos cuando un hermano se levantaba "espontáneamente" y alimentaba a la congregación con palabras enseñadas por el Espíritu a través de las Escrituras. Pero, convengamos en que hoy se ha perdido parte de esa libertad en muchas congregaciones, porque hay hermanos que, lejos de ser guiados por el Espíritu, se levantan por su propia iniciativa, y no tienen ni el menor discernimiento en lo que pretenden comunicar.
Recuerdo que en mi temprana juventud se realizaban Conferencias Juveniles en las que había un tiempo de "plataforma libre" para que si alguno entre los presentes deseaba compartir la Palabra, pudiera hacerlo con libertad, sin imponerle temas, con la única restricción de ajustarse a un tiempo determinado. Hubo jóvenes responsables que realmente nos edificaban, y sus mensajes fueron un verdadero refrigeriio espiritual. Bien, esto duró cierto tiempo, hasta que surgió una generación de "caraduras" que sólo querián florearse en el púlpito. Gritaban, gesticulaban, imitaban a los predicadores "de moda", pero sus mensajes carecían de contenido espiritual. En otras palabras, los oyentes quedábamos vacíos. Con buen tino, los organizadores de tales conferencias dejaron sin efecto aquella práctica, que fue buena en sus comienzos, pero que luego se desvirtuó a causa de los desfachatados que coparon los espacios.
Hoy suele pasar lo mismo en algunas iglesias, y son los ancianos los que deben discernir qué hermanos tienen las condiciones mínimas para entregar púbicamente la Palabra.
Comprendo perfectamente la inquietud de Edison, pero, sin favorecer el nicolaitismo, creo que no todos los hermanos están llamados al ministerio público, aún cuando exhiban un buen testimonio cristiano.
Además, reitero que no todas las iglesias están en condiciones ideales, y cada una debe resolver según su propia realidad.
En nuestro caso, tratándose de una congregación más bien pequeña, casi todos los hermanos participan públicamente en el ministerio, desarrollando sus dones con libertad, pero esto es mucho más complejo en las congregaciones grandes, en las que los hermanos, en muchas ocasiones, ni siquiera llegan a conocerse entre sí.
Un abrazo,
Heriberto