17-02-2016, 12:14 AM
Hola Edison:
El foco estaría en considerar cómo un siervo de Dios llega a ser anciano en la iglesia en la que se reúne. Hoy muchas iglesias se encuentran desorientadas en cuanto al orden bíblico que debe prevalecer al respecto. Por ejemplo, en las iglesias afiliadas a denominaciones se ha hecho común contratar a un “pastor” foráneo asalariado, al que se le requiere una acreditación de estudios en un seminario, es decir, que se haya “recibido” de pastor o posea algún otro título afín, lo que resulta una aberración a la luz de las Escrituras.
No se trata de que necesariamente debamos oponernos a que un creyente pueda recibir una determinada preparación bíblica que le sea de utilidad para su vida cristiana, pero el punto es que nadie se recibe de “pastor” ni recibe dones espirituales sólo por el hecho de estudiar, así como nadie es espiritual tan solo por haber recibido dones espirituales.
Entonces, no podemos pasar por alto que un verdadero anciano, o pastor (sinónimos) es alguien que el Espíritu Santo suscita de y en su misma iglesia local, de modo que pueda ser reconocido (no elegido) por los demás integrantes de la congregación.
Ninguna organización humana (corporación, federación o cualquier otra) puede arrogarse la autoridad de elegir o nombrar ancianos en una congregación, pues esa prerrogativa del Espíritu Santo no le ha sido delegada a ningún ser humano, por sabio y encumbrado que sea. Más aún, ni la propia iglesia debe hacerlo. Hay grupos religiosos que emplean métodos que suponen ser “democráticos” para elegir por votación a los ancianos, que luego quedarán relegados a un escalón inferior como simples colaboradores del “pastor gerente” oficial.
Nada de esto tiene que ver con los principios divinos, aunque hacemos la salvedad de que tampoco nos arrogamos la prerrogativa del Señor de ser Juez de todos, y cada creyente dará cuenta de sí al Señor.
Otra cosa que suele interpretarse mal es que, cuando un creyente exhibe todas las cualidades personales exigidas a un anciano, necesariamente debe ser reconocido como tal. Consideremos aquí que TODOS los creyentes deberíamos tener aquellas cualidades, pero un anciano tiene, además de las cualidades, los dones que requiere su oficio como tal, habiendo sido puesto por el Espíritu Santo, no por los hombres, para ejercer eficazmente su oficio. (El oficio no es un “título” para exhibir frente a los hombres)
Bien, Edison. Habiendo formulado estas consideraciones, resta saber si el caso que mencionas se inscribe en una elección indebida hecha por la iglesia misma, o bien por personas que desde otra posición avasallan la autoridad del Señor, subordinando la iglesia a un ordenamiento o gobierno externo.
Un abrazo!
Heriberto
El foco estaría en considerar cómo un siervo de Dios llega a ser anciano en la iglesia en la que se reúne. Hoy muchas iglesias se encuentran desorientadas en cuanto al orden bíblico que debe prevalecer al respecto. Por ejemplo, en las iglesias afiliadas a denominaciones se ha hecho común contratar a un “pastor” foráneo asalariado, al que se le requiere una acreditación de estudios en un seminario, es decir, que se haya “recibido” de pastor o posea algún otro título afín, lo que resulta una aberración a la luz de las Escrituras.
No se trata de que necesariamente debamos oponernos a que un creyente pueda recibir una determinada preparación bíblica que le sea de utilidad para su vida cristiana, pero el punto es que nadie se recibe de “pastor” ni recibe dones espirituales sólo por el hecho de estudiar, así como nadie es espiritual tan solo por haber recibido dones espirituales.
Entonces, no podemos pasar por alto que un verdadero anciano, o pastor (sinónimos) es alguien que el Espíritu Santo suscita de y en su misma iglesia local, de modo que pueda ser reconocido (no elegido) por los demás integrantes de la congregación.
Ninguna organización humana (corporación, federación o cualquier otra) puede arrogarse la autoridad de elegir o nombrar ancianos en una congregación, pues esa prerrogativa del Espíritu Santo no le ha sido delegada a ningún ser humano, por sabio y encumbrado que sea. Más aún, ni la propia iglesia debe hacerlo. Hay grupos religiosos que emplean métodos que suponen ser “democráticos” para elegir por votación a los ancianos, que luego quedarán relegados a un escalón inferior como simples colaboradores del “pastor gerente” oficial.
Nada de esto tiene que ver con los principios divinos, aunque hacemos la salvedad de que tampoco nos arrogamos la prerrogativa del Señor de ser Juez de todos, y cada creyente dará cuenta de sí al Señor.
Otra cosa que suele interpretarse mal es que, cuando un creyente exhibe todas las cualidades personales exigidas a un anciano, necesariamente debe ser reconocido como tal. Consideremos aquí que TODOS los creyentes deberíamos tener aquellas cualidades, pero un anciano tiene, además de las cualidades, los dones que requiere su oficio como tal, habiendo sido puesto por el Espíritu Santo, no por los hombres, para ejercer eficazmente su oficio. (El oficio no es un “título” para exhibir frente a los hombres)
Bien, Edison. Habiendo formulado estas consideraciones, resta saber si el caso que mencionas se inscribe en una elección indebida hecha por la iglesia misma, o bien por personas que desde otra posición avasallan la autoridad del Señor, subordinando la iglesia a un ordenamiento o gobierno externo.
Un abrazo!
Heriberto