02-06-2015, 07:26 PM
¿A qué se refería el Señor, cuando dijo “carne, ni sangre”?
Me refiero al texto que dice:
Mateo 16:13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
El verso a revisar es el 17, al referirse “no te lo reveló carne, ni sangre” y la respuesta más sencilla sería decir que se refiere a el anuncio humano. Pero las implicaciones, son por demás interesante.
¿Cuál sería una revelación humana? Lo que dicen los hombres.
Cuando era niño, mis padres me enseñaron que Jesús era el Hijo de Dios y esta enseñanza, quedo ratificada por los ministros de la denominación de la fe de mis padres que creían lo mismo.
Pero ¿Quién le enseñó a mis padres eso? Sus padres, lo cuales, ratificaron su creencia con los ministros que adoctrinaban a sus padres y lo mismo les pasó a mis abuelos y a los padre de ellos y si faltase algo, la sangre que se regó en mi país para imponer esa creencia, fue mucha. Ellos como yo, por ello, no podemos ser llamados “bienaventurados” como lo fue Simón, hijo de Jonás, al que el Señor nombró como Pedro; el cual, fue enseñado que Jesús era el Hijo de Dios porque se lo enseñó el mismísimo Padre celestial.
Pedro, fue bienaventurado, porque su fe nació de una revelación divina y de ahí su confesión de fe sobre la persona bendita del Señor. Es esta doble acción, la revelación de Dios y la confianza en Dios de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, en quién el Señor se refiere, fundó su iglesia.
El Hijo de Dios, vino a salvar a los perdidos; el Hijo de Dios, es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo; el Hijo de Dios, es el Salvador y único Señor en quién depende toda la obra redentora; el Hijo de Dios es la reconciliación de Dios con el hombre, enemistad forjada por el pecado; el Hijo de Dios es la víctima perfecta y eterna de remisión de pecado en su muerte y resurrección; El Cristo, el Hijo del Dios viviente, es el Señor.
La revelación humana, no logra convencer al pecador de su condición de pecado y expectativa de juicio; la revelación humana, nunca logrará la regeneración que sólo Dios hace por medio del Espíritu Santo al creerle a Dios.
¿De dónde viene tu fe en que Jesús es el Hijo de Dios? ¿De carne y sangre? O ¿De Dios?
La palabra de Dios y su Espíritu Santo, es lo que hacen la obra salvífica y trasladan el alma del reino de las tinieblas, al reino del amado Hijo de Dios.
Por eso dice, refiriéndose al Hijo de Dios:
Efesios 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Y el Espíritu Santo hace:
Juan 16:8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
14 El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Ya vino el Espíritu Santo en pentecostés y ahora revela por medio de la palabra, usando a creyentes, las buenas nuevas de Salvación en que el Cristo, el Hijo del Dios viviente es presentado al alma que contristada por su condición y está arrepentida de su pecado, confesándolo y viene a Cristo como, considerándolo desde ese momento, su Señor y Salvador, efectuándose la renovación de su ser de criatura a hijo de Dios al recibirlo como tal en su vida (Juan 1:12, 13).
Hay muchos que se dicen creyentes de Jesús, porque se lo enseñaron de generación en generación o porque se lo dijo alguien con denominaciones llamadas cristianas, pero sólo es bienaventurado aquel que su partió de creerle a Dios de corazón por la acción de Dios en su alma, porque lo hace así, miembro de su iglesia real y verdadera.
Hay muchas congregaciones en que están reunidas personas que se dicen cristianas y algunos son bienaventurados y otros creen que creen y otros, saben que no creen.
¿De cual eres?
Me refiero al texto que dice:
Mateo 16:13 Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
14 Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
El verso a revisar es el 17, al referirse “no te lo reveló carne, ni sangre” y la respuesta más sencilla sería decir que se refiere a el anuncio humano. Pero las implicaciones, son por demás interesante.
¿Cuál sería una revelación humana? Lo que dicen los hombres.
Cuando era niño, mis padres me enseñaron que Jesús era el Hijo de Dios y esta enseñanza, quedo ratificada por los ministros de la denominación de la fe de mis padres que creían lo mismo.
Pero ¿Quién le enseñó a mis padres eso? Sus padres, lo cuales, ratificaron su creencia con los ministros que adoctrinaban a sus padres y lo mismo les pasó a mis abuelos y a los padre de ellos y si faltase algo, la sangre que se regó en mi país para imponer esa creencia, fue mucha. Ellos como yo, por ello, no podemos ser llamados “bienaventurados” como lo fue Simón, hijo de Jonás, al que el Señor nombró como Pedro; el cual, fue enseñado que Jesús era el Hijo de Dios porque se lo enseñó el mismísimo Padre celestial.
Pedro, fue bienaventurado, porque su fe nació de una revelación divina y de ahí su confesión de fe sobre la persona bendita del Señor. Es esta doble acción, la revelación de Dios y la confianza en Dios de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, en quién el Señor se refiere, fundó su iglesia.
El Hijo de Dios, vino a salvar a los perdidos; el Hijo de Dios, es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo; el Hijo de Dios, es el Salvador y único Señor en quién depende toda la obra redentora; el Hijo de Dios es la reconciliación de Dios con el hombre, enemistad forjada por el pecado; el Hijo de Dios es la víctima perfecta y eterna de remisión de pecado en su muerte y resurrección; El Cristo, el Hijo del Dios viviente, es el Señor.
La revelación humana, no logra convencer al pecador de su condición de pecado y expectativa de juicio; la revelación humana, nunca logrará la regeneración que sólo Dios hace por medio del Espíritu Santo al creerle a Dios.
¿De dónde viene tu fe en que Jesús es el Hijo de Dios? ¿De carne y sangre? O ¿De Dios?
La palabra de Dios y su Espíritu Santo, es lo que hacen la obra salvífica y trasladan el alma del reino de las tinieblas, al reino del amado Hijo de Dios.
Por eso dice, refiriéndose al Hijo de Dios:
Efesios 1:13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,
14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.
Y el Espíritu Santo hace:
Juan 16:8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.
9 De pecado, por cuanto no creen en mí; 10 de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; 11 y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.
12 Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.
14 El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Ya vino el Espíritu Santo en pentecostés y ahora revela por medio de la palabra, usando a creyentes, las buenas nuevas de Salvación en que el Cristo, el Hijo del Dios viviente es presentado al alma que contristada por su condición y está arrepentida de su pecado, confesándolo y viene a Cristo como, considerándolo desde ese momento, su Señor y Salvador, efectuándose la renovación de su ser de criatura a hijo de Dios al recibirlo como tal en su vida (Juan 1:12, 13).
Hay muchos que se dicen creyentes de Jesús, porque se lo enseñaron de generación en generación o porque se lo dijo alguien con denominaciones llamadas cristianas, pero sólo es bienaventurado aquel que su partió de creerle a Dios de corazón por la acción de Dios en su alma, porque lo hace así, miembro de su iglesia real y verdadera.
Hay muchas congregaciones en que están reunidas personas que se dicen cristianas y algunos son bienaventurados y otros creen que creen y otros, saben que no creen.
¿De cual eres?