09-10-2015, 04:49 PM
Para abordar este tema, la pregunta obligada sería: ¿La fe se hereda? Quizás unos responderían que sí, y otros que no, dependiendo de la noción personal de cada uno sobre el asunto.
Consideremos esto a la luz de las Escrituras.
En la Biblia hay dos conceptos referidos a la “fe”.
En Jud 1:3 encontramos esta alusión: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.”
En este caso “la fe” dada a los santos, es decir, a los creyentes, se refiere al fundamento doctrinal de la fe, vale decir, al compendio de doctrinas bíblicas sobre las que se basa la práctica de la fe de los creyentes en el Señor Jesucristo, y el orden del funcionamiento de Su Iglesia, integrada por todos los que somos hijos de Dios.
Esa fe, (el cuerpo de doctrinas bíblicas), nos ha sido dada una vez, lo que implica que absolutamente nadie puede invocar una pretendida revelación o dictamen divino autoritario, para justificar cualquier intento de modificarla. Lo que está escrito no admite alteración alguna, y quien lo haga sufrirá las consecuencias, según la advertencia de la misma Palabra de Dios.
El otro concepto de “fe” alude a la experiencia personal y ejercicio de la fe en el Señor Jesucristo.
La mejor definición de “fe” se encuentra en las propias Escrituras, y a ellas nos remitimos: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Heb 11:1)
Y el pasaje sigue más adelante: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Heb 11:6)
El proceso para llegar a tener esa fe se encuentra claramente expuesto en la carta a los Efesios, cap.2:
Efe 2:1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
Efe 2:2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
Efe 2:3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Efe 2:4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
Efe 2:5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
Efe 2:6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
Efe 2:7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Efe 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
Efe 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Se trata de la experiencia de cada hijo de Dios. Siendo un pecador perdido, supo del amor de Dios demostrado en que Cristo murió por nosotros, y luego, por la gracia de Dios fue salvo creyendo por fe en el Señor Jesucristo.
El Evangelio es un buen mensaje para todos, pero la fe para salvación es un asunto individual.
“Porque de tal manera amó Dios amó al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16)
Entonces, separando los dos conceptos de la fe, podemos concluir en que la fe, entendida como el cuerpo de doctrina apostólica bíblica, se puede trasmitir como enseñanza doctrinal, y puede ser una gran herencia para quien alcanza la gracia de Dios para salvación. Pero suponer que quién sólo llena su mente con conocimientos también hereda la fe experimental, es un gran error.
Ya hemos mencionado en otro espacio que Dios tiene hijos, pero no nietos. Los hijos no son salvos porque su padre sea salvo. Los hijos no heredan automáticamente la fe, ni la salvación, ni los dones de sus padres. Más bien, tienen responsabilidad individual frente al Señor. Aún en el caso de que crean y sean salvos, Dios cumplirá su propósito con ellos, pero no necesariamente "heredarán" el ministerio de sus padres.
Hoy vemos con frecuencia que algunos suponen que un siervo de Dios ha sido llamado a un ministerio con toda su familia. Así sabemos de algún predicador “famoso” animando a sus hijos e hijas, con escasa base doctrinal, a continuar con “su” ministerio “heredado” para dirigir “campañas”. No es extraño que después ellos hablen de "bueyes perdidos", y que sus antojadizas declaraciones sean tapas de los diarios. Mantener la fe no es lo mismo que mantener la tradición familiar. Una madre orgullosa de su pequeño hijo, me contaba que él ya había aprendido a “profetizar”. Hermanos, la ignorancia de la sana doctrina lleva a esas desviaciones, y no se trata de criticar sino de no ser indiferentess y señalar el camino de la verdadera fe que ha sido una vez dada a los santos.
Heriberto
Consideremos esto a la luz de las Escrituras.
En la Biblia hay dos conceptos referidos a la “fe”.
En Jud 1:3 encontramos esta alusión: “Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.”
En este caso “la fe” dada a los santos, es decir, a los creyentes, se refiere al fundamento doctrinal de la fe, vale decir, al compendio de doctrinas bíblicas sobre las que se basa la práctica de la fe de los creyentes en el Señor Jesucristo, y el orden del funcionamiento de Su Iglesia, integrada por todos los que somos hijos de Dios.
Esa fe, (el cuerpo de doctrinas bíblicas), nos ha sido dada una vez, lo que implica que absolutamente nadie puede invocar una pretendida revelación o dictamen divino autoritario, para justificar cualquier intento de modificarla. Lo que está escrito no admite alteración alguna, y quien lo haga sufrirá las consecuencias, según la advertencia de la misma Palabra de Dios.
El otro concepto de “fe” alude a la experiencia personal y ejercicio de la fe en el Señor Jesucristo.
La mejor definición de “fe” se encuentra en las propias Escrituras, y a ellas nos remitimos: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” (Heb 11:1)
Y el pasaje sigue más adelante: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Heb 11:6)
El proceso para llegar a tener esa fe se encuentra claramente expuesto en la carta a los Efesios, cap.2:
Efe 2:1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
Efe 2:2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
Efe 2:3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.
Efe 2:4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,
Efe 2:5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos),
Efe 2:6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,
Efe 2:7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Efe 2:8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
Efe 2:9 no por obras, para que nadie se gloríe.
Se trata de la experiencia de cada hijo de Dios. Siendo un pecador perdido, supo del amor de Dios demostrado en que Cristo murió por nosotros, y luego, por la gracia de Dios fue salvo creyendo por fe en el Señor Jesucristo.
El Evangelio es un buen mensaje para todos, pero la fe para salvación es un asunto individual.
“Porque de tal manera amó Dios amó al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16)
Entonces, separando los dos conceptos de la fe, podemos concluir en que la fe, entendida como el cuerpo de doctrina apostólica bíblica, se puede trasmitir como enseñanza doctrinal, y puede ser una gran herencia para quien alcanza la gracia de Dios para salvación. Pero suponer que quién sólo llena su mente con conocimientos también hereda la fe experimental, es un gran error.
Ya hemos mencionado en otro espacio que Dios tiene hijos, pero no nietos. Los hijos no son salvos porque su padre sea salvo. Los hijos no heredan automáticamente la fe, ni la salvación, ni los dones de sus padres. Más bien, tienen responsabilidad individual frente al Señor. Aún en el caso de que crean y sean salvos, Dios cumplirá su propósito con ellos, pero no necesariamente "heredarán" el ministerio de sus padres.
Hoy vemos con frecuencia que algunos suponen que un siervo de Dios ha sido llamado a un ministerio con toda su familia. Así sabemos de algún predicador “famoso” animando a sus hijos e hijas, con escasa base doctrinal, a continuar con “su” ministerio “heredado” para dirigir “campañas”. No es extraño que después ellos hablen de "bueyes perdidos", y que sus antojadizas declaraciones sean tapas de los diarios. Mantener la fe no es lo mismo que mantener la tradición familiar. Una madre orgullosa de su pequeño hijo, me contaba que él ya había aprendido a “profetizar”. Hermanos, la ignorancia de la sana doctrina lleva a esas desviaciones, y no se trata de criticar sino de no ser indiferentess y señalar el camino de la verdadera fe que ha sido una vez dada a los santos.
Heriberto