21-06-2019, 12:58 PM
La Biblia: El libro prohibido (Parte I)
Con sus miles de dioses en el primer siglo de la era cristiana, el estado romano era la forma más refinada que tenía Satanás para controlar al pueblo de Dios y su creación. La religión era puro misticismo. El monoteísmo era la madre y hermana gemela de la desesperación, lo cual era evidente por el pueblo judío pisoteado y dividido.
La gloria del Shekinah de Israel había partido. Las diez tribus del reino unido de David habían sido dispersadas 700 años antes y la mayoría de judíos desde el cautiverio en Babilonia habían rehusado regresar a su tierra natal. El desasosiego civil en Palestina era desenfrenado y la nación estaba gobernada por Herodes, un demonio. Todos los caminos conducían a Roma y la desesperanza caracterizaba la nación bajo el dominio romano. Bretaña era el extremo de la tierra y una espina en el costado de Roma, ya que su pueblo era el único capaz de enfrentarse a las legiones romanas y luchar de pie. Los británicos eran un pueblo extraordinario con un destino fuera de lo común.
¿Cuántas personas hoy saben que Constantino era británico? Todos los registros prueban este hecho, pero la historia se rescribió en favor de un origen y autoridad diferentes para la iglesia cristiana. Cuando él asumió el título de César romano, Roma se convirtió en la sede de la iglesia cristiana y así se cambió el lugar de origen del cristianismo a fin de validar su autoridad. Para el año 590 de la era cristiana, 275 años después de Constantino, el Papa Gregorio envió a Agustín a "cristianizar" a Inglaterra, pero Agustín fielmente registró que el cristianismo ya existía en Inglaterra muchos siglos antes de su llegada.
La tradición enseña que la iglesia madre donde se originó el cristianismo en Inglaterra estaba en Glastonbury, y que fue fundada por José de Arimatea en el año 36, sólo tres años después de la muerte y resurrección de Jesús, siendo pastoreada posteriormente por él mismo. Esta nueva religión cristiana sobrepasó el druidismo y se propagó hasta Gales, Cornwall, Escocia e Irlanda. Solidificó a un pueblo destinado a enfrentarse a las legiones romanas en un asedio que prevaleció por 300 años.
Se necesitó de la encarnación, de que el propio Dios se hiciera carne, para acabar con el mito de Roma y quebrantar el dominio de Satanás en la tierra. Jesús lo hizo mediante la obediencia al Padre, no a través de una revolución pacífica tal como la que llevó a cabo Gandhi. En el mundo judeo cristiano, la forma más eficaz de resistir la tiranía es obedeciendo a Dios, pero este punto de vista lo rechaza el mundo secular. En la Palabra de Dios está registrado que el Creador tiene control sobre la historia. Sus libros están colmados con recuentos de personas cuyo mayor anhelo era llegar al cielo mediante la obediencia y paciencia, ya que Dios tiene cientos de promesas para todos los que confían en él. La Biblia no es el hombre en una búsqueda continua por Dios, sino la historia de Dios descendiendo del cielo y viniendo a buscar al hombre.
Jesucristo fue un revolucionario que confundió a sus antagonistas. César era considerado un dios con todo el poder y autoridad que le otorgaba esa posición. El imperio romano era la obra maestra de Satanás, el aparato perfeccionado después de todas sus fallas con Babilonia, Asiria, Persia y Grecia. No obstante, el Señor Jesucristo sólo necesitó cinco segundos para despojar a César de toda su deidad, cuando dijo: "Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22:21). En el proceso, César se convirtió en sólo otro rey y Dios fue restaurado para siempre a su posición eterna.
Los mil años que Satanás pasó perfeccionando su sistema para tomar control de la tierra, fueron destruidos en el lapso de tiempo que necesitó el Señor para pronunciar estas 17 palabras. Jesucristo fue "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn. 1:29). Eso fue una realidad cuando se hizo obediente hasta morir en la cruz. Con su muerte y sepultura, la ley fue satisfecha y con su resurrección el hombre fue justificado, ¡porque él vive! Sus últimas palabras antes de ascender al Padre contienen la gran comisión: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt. 28:19).
El fruto del trabajo de José de Arimatea en Inglaterra, se extendió hasta la costa oeste de Escocia en donde se encuentra la pequeña isla de Iona, de sólo cuatro kilómetros de largo por dos kilómetros 400 metros de ancho, con unos cientos de hectáreas de terreno cultivable. Allí en el año 564, durante la cristianización de Europa, un misionero de Irlanda llamado Columba estableció una escuela de predicadores. Por 34 años evangelizaron el territorio principal y las islas vecinas.
El colegio en Iona era difícilmente un monasterio, al profesorado le permitían casarse y el programa de estudios estaba designado para entrenar eruditos y misioneros para que partieran como soldados de Cristo, conquistando y ocupando los territorios aledaños habitados por paganos. En esta pequeña isla se encontraba una escuela que hizo más que todo el cristianismo combinado, durante la edad del oscurantismo, período que abarcó entre los años 500 al 800, predicó un evangelio puro en todas partes de Bretaña y Europa.
A los eruditos y estudiantes de Iona se les llamaba "Culdees". Proclamaban la autoridad de la Escritura y convocaban por el establecimiento de ancianos o presbíteros en cada iglesia para que las gobernaran. Reclamaban su origen desde los apóstoles Juan y Pablo. Esta doctrina estaba en conflicto con el cristianismo romano y finalmente terminaron por chocar. La iglesia Culdee era clandestina en 1297, cuando la iglesia romana prohibió los centros de aprendizaje y dispersó a los maestros. Estos maestros continuaron su trabajo en partes remotas de Escocia y más allá, pero después del año 1297 la antigua iglesia Culdee desapareció como una organización visible.
Conforme la fe antigua avanzaba en forma secreta, sus herederos continuaban promoviendo la reforma. Estos reformadores se encontraban en cada país mucho antes de la Reforma. La persecución mantuvo a estos movimientos ocultos, pero a todo lo ancho de Escocia se encontraban grupos pequeños que miraban al Señor Jesucristo como al único mediador entre Dios y los hombres. En Inglaterra, John Wycliffe fue un producto de la doctrina Culdee y sus seguidores llegaron a ser conocidos por el nombre con que los reconocemos hoy, como Lolardos. En 1494, 30 personas llamadas "Los Lolardos de Kyle", cerca de Glasgow, fueron llevadas ante el arzobispo acusadas de herejía. Se supo luego que su herejía consistía en practicar las doctrinas antiguas de la iglesia Culdee.
La garra mortal de Satanás sobre Inglaterra en los días de Wycliffe y durante las 14 décadas que conllevaron a la Reforma, recordaban al tiempo de Roma. El diablo le había negado al pueblo de Dios su Palabra y tenía sujeta a la iglesia con la noción de que era mejor obedecer las leyes del gobierno que a Dios. El Señor, así como consiguió al apóstol Pablo en el siglo primero, encontró a John Wycliffe y a John Huss en el siglo XIV, a John Colet y Girolamo Savonarola en el siglo XV y a William Tyndale y Martín Lutero en el siglo XVI. Dios siempre usa a siervos que confían en él y le obedecen, para restaurar a los hombres en sus caminos.
El Señor condujo su orquesta de santos, preparó y le dio forma al campo de batalla para la guerra que se avecinaba. Obedientemente Wycliffe tradujo y entrenó a sus estudiantes los Lolardos, quienes practicaban sus enseñanzas y se convirtieron en instrumentos para distribuir la Palabra de Dios y proveer una selección de nuevos Pablos, para que actuaran cuando llegara la hora de decidir. Su valor y paciencia fueron verdaderamente admirables. Ya para finales del siglo XV, 1.500 años después de la muerte de Wycliffe, la evidencia circunstancial llevó a John Colet a convertirse en el líder secreto de los Lolardos y la evidencia directa nos insta a creer que los Lolardos secretamente influyeron en muchos de los reformadores, incluso sin que se dieran cuenta, a fin de que llevaran a cabo la agenda secreta de hacer que la Palabra de Dios estuviera accesible a las naciones. Sabemos que Colet financió a Erasmo, influyó en Tyndale y fue personalmente responsable de que todos pudieran leer las palabras de Pablo. Una circunstancia similar fue la que experimentó Staupitz, el benefactor de Lutero, quien se advirtió de sus cualidades y consideró que eran necesarias para llevar a cabo la Reforma en Alemania. Fue Staupitz quien le dio a Lutero su primera Biblia y lo animó a predicar en público.
Son muchos los que han ayudado o influido en la vida de siervos de Dios, que predicaron el evangelio. Ignoramos sus nombres, sólo el Señor los conoce, tal como esos cristianos en Damasco que ayudaron a Pablo: "Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta" (Hch. 9:25). Ellos sin embargo, recibirán las recompensas eternas de los apóstoles y reformadores por su obediencia y sacrificio. La última petición del apóstol Pablo en la tierra, preservada en 2 Timoteo, fue de que Timoteo le llevara los libros y pergaminos. Era el año 66 de la era cristiana y las últimas palabras que escribió Pablo, estaban designadas a solidificar el registro para esos que vendrían después. La piedra angular para las iglesias establecidas por Pablo fue: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Ti. 3:16).
Durante los 33 años que siguieron a la resurrección del Señor, el Espíritu Santo escogió a hombres como instrumentos para que escribieran las cartas y libros que conforman el Nuevo Testamento. Estos escritos cesaron para finales del primer siglo y se convirtieron en la norma para los cristianos en dondequiera que se predicaba el evangelio. Por 500 años el mensaje fue traducido al latín, armenio, siriaco, cóptico y en el idioma de todos los que recibieron el evangelio.
La ley hebrea, traducida al griego, se conoció como la Septuaginta o Versión de los Setenta y fue reconocida como el canon del Antiguo Testamento. En el año 397 el Sínodo de Cartago oficialmente declaró 27 libros como el Nuevo Testamento y a la Septuaginta como el Antiguo Testamento, con una nota sobre los 14 libros apócrifos incluidos como instrucción e historia, pero no como escritos inspirados.
En Belén, Jerónimo, el lingüista y erudito más destacado de su tiempo, fue comisionado por el Papa Dámaso para traducir estos libros de los manuscritos en griego que estaban en su posesión. Quinientos años después la iglesia occidental aceptó universalmente La Vulgata. Conforme pasó el tiempo, La Vulgata fue adulterada al copiarla, la interpretación del canon quedó limitada a unas cuantas docenas de eruditos en cada generación quienes usurparon la habilidad del Espíritu Santo para actuar por medio de la instrucción individual, tal como se hizo en el principio. Ese era el estado de las cosas para los años 1380, el día de Wycliffe; para 1516, el día de Erasmo y en el 1525, el tiempo de Tyndale.
Prefacio
Era uno de los tiempos más oscuros. La "religión" y la superstición controlaban y tenían sometidas a las masas en Europa e Inglaterra. Pero de tiempo en tiempo, en medio de este vacío espiritual y moral, podían escucharse unas cuantas voces de esperanza. Por ejemplo en 1417, John Oldcastle trató de derrocar la tiranía de la iglesia en Inglaterra, pero su esfuerzo fue aplastado con gran sufrimiento. Después de muerto, John Wycliffe se convirtió en el erudito y predicador más admirado en Inglaterra. La admiración que le profesaba el pueblo y su fama, mantuvo la crítica de la iglesia a raya, pero con el tiempo sus enseñanzas terminaron por ser impartidas clandestinamente.
Fue William Tyndale con su traducción de la Biblia al inglés, quien finalmente resquebrajó los muros de la tiranía espiritual en ese territorio. De hecho, la traducción de Tyndale de la Biblia, no sólo cambió el curso de la historia inglesa, sino que alteró la propagación del evangelio en todo el mundo. Pero... ¿Qué hubo en la vida y obra de Tyndale que afectó tan profundamente el curso de la historia? ¿Podemos ver en ella patrones que necesitan ser recordados y repetidos en nuestro tiempo? Si ha de haber una reforma para Cristo en nuestra cultura de hoy, hay ciertas características de Tyndale que debemos recobrar:
•NECESITAMOS HABILIDAD: Tyndale era un lingüista dotado. Un experto en hebreo, griego, latín, italiano, español, francés y alemán. Tyndale comprendía con claridad los patrones de pensamiento de su mundo. Pero se concentró en traducir el griego y el hebreo en un inglés noble y articulado.
• NECESITAMOS PUREZA DE ESTUDIO: Tyndale repudió la educación religiosa de su día. Abandonó la búsqueda de un título en teología, por el estudio directo y exposición de la Palabra de Dios, aparte de la interpretación escolástica.
• DEBEMOS TENER PROPÓSITO: Tyndale sentía fuertemente que la Biblia debía estar en manos de todas las personas y en su propio idioma, para así poder escapar de la superstición, ignorancia y abuso de la iglesia.
• NECESITAMOS UN COMPROMISO: Tyndale se dedicó a una sola labor hasta su muerte. No pudo ser disuadido ni distraído. A pesar de todo buscó consejo y enseñanza de amigos y otros, tal como Lutero. Caminó solo con el Espíritu Santo para llevar a cabo el propósito que le encomendara Dios.
Para que verdaderamente pueda tener lugar un despertar espiritual en nuestros días, Dios tendría que levantar escuelas e iglesias, maestros y pastores que ardan con celo profundo y que como William Tyndale se adviertan de la verdad y sigan su ejemplo. Debemos saber cuál es nuestro llamado y propósito en la vida y estar dispuestos a seguirlo.
Para poder comprender el corazón de la Reforma, los estudiantes de la Biblia necesitan estudiar a Wycliffe, Tyndale, Lutero, Calvino y otros. Es necesario estudiar la Palabra de Dios, tal como hicieron estos grandes hombres del pasado. Luego podremos hablarle a nuestra generación con la espada aguda de la verdad y con la profunda comprensión y entendimiento con que Moisés, David, Pablo y Pedro escribieron bajo la inspiración del Espíritu de Dios.
Wycliffe y el auge de los Lolardos
La iglesia romana alcanzó una posición de poder después de la muerte del emperador Constantino Primero en el siglo IV. El sacro imperio romano gobernaba el mundo occidental, desde Constantinopla al oriente, hasta Inglaterra en el oeste y los estados germánicos en el norte. La iglesia de Roma conservaba su control por medio de monasterios ubicados estratégicamente, los que mantenían un monopolio sobre la educación, la vida espiritual y seguridad a todo lo ancho del imperio. Cada monasterio era tan fuerte como sus líderes y la libertad para dirigir, era a menudo directamente proporcional a la distancia de Roma. A lo largo de los siglos tuvieron lugar brotes aislados en pro de la libertad religiosa, pero tan pronto los descubrían eran suprimidos por Roma.
Durante los mil años que conocemos como la edad del oscurantismo y la edad media, los que se extendieron desde los años 500 hasta el 1500, la iglesia de Roma mantuvo el control absoluto. La técnica para sustentar su poder era simple: Controlar la mente de las personas por medio del control de la educación, y controlar la educación por medio del control del lenguaje. Un imperio, muchos idiomas, pero para la educación e instrucción sólo se permitía el latín. Finalmente los decretos del Papa se convirtieron en texto de estudio, tanto de la ley eclesiástica, como la civil. Hay que admitir que hubo Papas que fueron tolerantes y permitieron la libertad del pensamiento, pero los eruditos sólo podían comunicarse en latín. Una manzana podrida puede dañar todo un barril, por consiguiente, un Papa tirano podía acabar con todo lo que habían hecho sus predecesores. El Papa fue elevado a la posición de Vicario de Cristo y cualquier resistencia a su liderazgo era considerado como un acto de herejía que merecía el castigo de la excomunión, prisión o muerte.
La acumulación de riquezas conlleva al poder y el poder finalmente provee los mecanismos para reclutar ejércitos y hacer cumplir la voluntad de ese en el poder. Los agentes de la iglesia fueron finalmente utilizados para espiar, mentir e intimidar en una forma que nos recuerda al servicio secreto de Hitler y la KGB de Stalin. Tales agentes del Papa eran conocidos como inquisidores y el período a que me estoy refiriendo ha sido conocido ignominiosamente como la inquisición. La inquisición se originó en 1233 y fue cambiando en varios grados a través del imperio por cerca de 600 años.
Los abusos de la iglesia de Roma y sus clérigos podían verse, tanto en el reino espiritual de la iglesia como en la vida diaria de las personas. La iglesia exigía la confesión auricular, la penitencia para el perdón, el misticismo de la misa, la creencia en el milagro de la transubstanciación, (de que el pan y el vino en virtud del oficio desempeñado por el sacerdote se convierten en el cuerpo y sangre literal de Cristo), la peregrinación y adoración de los santos. Prohibía terminantemente la lectura de la Biblia en inglés o en cualquier idioma aparte del latín.
Pero... ¿Cuáles eran las fuerzas, presiones, abusos, excesos, distorsiones y perversiones que mantenían atados a los eruditos, en dondequiera que se permitía la libertad académica? ¿Cuáles eran las circunstancias que afectaban el estado de las cosas, impidiendo que los hombres de letras no se atrevieran a arriesgar su posición e influencia al revelarse contra la autoridad de una iglesia que por cientos de años había dominado con su garra sacrosanta la mente de las personas, así fueran campesinos, sacerdotes, eruditos, obispos, príncipes y reyes?
En la primera década del siglo XVI, la lista de abusos que hacían mofa de la verdad y convertían en hipócritas a esos que permanecían silenciosos, incluía lo siguiente:
• Más de 100.000 prostitutas eran empleadas por la iglesia con la aceptación universal, gracias a la proclamación de Agustín quien declaró que «eran un mal necesario».
• "Los artefactos que pertenecieron a Jesús" fueron estratégicamente colocados en santuarios, con el propósito de obligar a las personas a que realizaran peregrinaciones patrocinadas por la iglesia a un precio exorbitante.
• Las indulgencias eran garantizadas por crímenes que variaban desde adulterio hasta asesinatos, dejando al estado sin poder alguno para perseguir al criminal. Es bien conocido que el Papa Julio II, quien reinó entre 1503 al 1515, le garantizó tal indulgencia al futuro Papa León X, quien estaba casado y tenía dos hijos y todo a pesar de la exigencia del celibato sacerdotal. También es ampliamente conocido que Erasmo era hijo ilegítimo de un sacerdote. Incluso, las indulgencias eran a menudo otorgadas por dinero, a personas que pagaban por adelantado un acto criminal que todavía no habían cometido.
• El obispo Tetzel, el mensajero especial tanto de Julio II como de León X, se apropió de grandes sumas de dinero de los feligreses, para la construcción de la Basílica de San Pedro, garantizándoles el perdón por la expiación en el purgatorio.
• Julio II y León X, declararon la guerra santa para justificar los asesinatos en masa de los judíos a fin de robarles su dinero y posesiones para financiar la construcción del Vaticano, principalmente la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro. El Papa León X reveló la verdad de sus convicciones cuando dijo: «¡Cuán beneficiosa ha sido para nosotros la fábula de Cristo!»
Las tensiones creadas por la resistencia a la tiranía de la iglesia, no fueron producto del gnosticismo, sino de la verdad propagada por la Sociedad Secreta de hombres y mujeres que conocían la Biblia. Ellos se infiltraron en la sociedad por miles y sus prácticas de reclutamiento eran muy creativas. Constantemente marcaban a niños dotados para impartirles sus enseñanzas. Sus reuniones eran clandestinas y siempre consistían en: enseñanza de la Biblia, comunión y tácticas designadas para evitar las autoridades. La propagación de sus doctrinas demandaba resistencia a cuatro puntos principales de la iglesia en Roma:
• Las peregrinaciones.
• La adoración de los santos.
• La prohibición de no poder leer la Escritura en otro idioma diferente al latín.
• La creencia de la presencia carnal de Cristo en el sacramento de la eucaristía.
En los primeros años del movimiento, aproximadamente entre 1375 al 1435, el celo de los Lolardos se manifestó en varios grados de osadía. Muchos de los jóvenes zelotes rehusaron retractarse de sus convicciones cuando eran capturados y torturados por los inquisidores. Su destino a menudo fue morir quemados en la hoguera. En el occidente de Inglaterra en 1417, la violencia se desató bajo el militante zelote, John Oldcastle, quien intentó derrocar la tiranía de la iglesia. Esto incitó al monarca quien aplastó la rebelión con la fuerza militar. De ahí en adelante el movimiento de los Lolardos se tornó clandestino. Su número aumentó y su secreto llegó a ser sofisticado y ganó convertidos entre todas las clases sociales, especialmente entre los mercaderes aventureros, cuya riqueza y poder aumentó dramáticamente conforme Inglaterra se convertía en una nación marinera. Las tácticas de supervivencia fueron alteradas drásticamente para la última mitad del siglo XV. Esos en la sociedad lograban evitar la persecución declarándose ignorantes o equivocados.
Pero... ¿De qué estaban hechos estos hombres? ¿Cuál era la fuente de inspiración que los motivaba a poner en peligro sus vidas y las de sus familiares y amigos? El padre espiritual de ellos fue John Wycliffe, el predicador más exaltado durante el siglo XIV. Era profesor de la Biblia y presidente de la Universidad de Balliot en Oxford. Su fama como el hombre más ilustrado de su tiempo atrajo a estudiantes de todo el continente y de Inglaterra. Su intolerancia contra los abusos de la iglesia, frailes mendigos, clérigos ignorantes, obispos políticamente motivados y la falta de acceso a la Escritura en el idioma común de las personas, al igual que contra las exigencias de la iglesia con el monarca y su involucramiento en la ley civil y el orden, lo convirtieron en el campeón de la separación de la iglesia y del estado. Wycliffe fue un gigante mental, bien versado en la ley, teología, filosofía y lógica. Su crítica de las prácticas de la iglesia con respecto a la transubstanciación, la fijación de impuestos y el tolerar clérigos ignorantes, atrajo el respeto y admiración del monarca. Ana de Bohemia, esposa del rey Ricardo y John de Gante, príncipe de Gales y monarca en ausencia mientras el rey Ricardo estaba en la cruzada en Jerusalén, eran amigos y admiradores de Wycliffe y lo protegían de la persecución de la jerarquía de la iglesia. Los salones en donde impartía sus enseñanzas se veían colmados con discípulos que se asombraban de su lógica y candor. Wycliffe era una figura imponente con su cabello y barba blancos. Consideraba la iglesia como una desgracia para el pueblo de Dios y para las personas a quienes instruía en el camino del Señor. Fueron muchos los intentos que se hicieron por silenciar a este valeroso predicador, sin embargo, sus amigos en posiciones de poder libraron su vida, incluso durante su tercer juicio en el que se le acusó de herejía.
La pasión de Wycliffe por traducir la Biblia del latín al inglés vernáculo de la edad media, finalmente provocó su despido de Oxford. Allí puso una tienda cerca de su iglesia en Lutterworth en 1375, en donde entrenaba a sus discípulos para que les predicaran la Palabra de Dios a los comerciantes y mercaderes en el pueblo. Sus jóvenes predicadores, los Lolardos, llevaban porciones traducidas de la Escritura escritas a mano, de villa en villa. Las leían e instruían a las personas que se reunían en cada lugar. En ese tiempo, sólo los educados podían leer y escribir y sin la imprenta que todavía no se había inventado, la labor de ellos era todavía más lenta. Su celo debía enfrentarse a la resistencia del clero, que resultaba a menudo en persecución severa y muerte en la hoguera. Wycliffe le enseñó a sus predicadores que debían esperar persecución, y que si se veían confrontados no huyeran del martirio. Wycliffe consideraba que era necesario el sacrificio de estos jóvenes para poder despertar a las multitudes y a la monarquía.
Las probabilidades de despertar a las masas ignorantes en la época de Wycliffe eran abrumadoras. Necesitó diez meses para transcribir toda la Biblia y fue una labor muy costosa. El tiempo no estaba a su favor. El último día de 1384, la víspera de año nuevo, Wycliffe le dio a un seguidor instrucciones para continuar el trabajo y partió a reunirse con los santos en el cielo. Fue un hombre en contra del mundo. Su papel fue educar, reclutar, escribir, defender y estudiar. Sus amigos en posiciones estratégicas y estudiantes, le protegían los flancos mientras desempeñaba su labor. Era literalmente una Biblia ambulante. Fue doctor de doctores y verdaderamente una "universidad" en el sentido más puro de la palabra. Iluminaba las Escrituras para esos que tenían oídos para escuchar. El grito de batalla de sus seguidores era: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Ro. 8:31).
El celo de Wycliffe por el nacionalismo y el gobierno propio dentro del estado, encendió el fuego que John Huss transformaría en un infierno en el continente. Huss desarrolló su teocracia y filosofía por el nacionalismo en virtud de estudiantes de intercambio que eran patrocinados en Oxford por la iglesia en Praga, entre 1365 y 1375. Los estudiantes escribieron cada palabra que Wycliffe explicaba en los salones de clase durante sus cursos de dos años y Huss se benefició de sus notas. Para el tiempo en que Huss fue acusado de herejía por la iglesia, sus doctrinas habían influenciado tanto a las personas que no había forma de darle marcha atrás al curso que habían tomado las cosas. Cuán irónico fue el destino de Huss, ya que sus enemigos le quemaron en la hoguera usando los manuscritos de las conferencias de Wycliffe para encender el fuego.
Más de cien años después, Martín Lutero se beneficiaría de los escritos de Wycliffe en Inglaterra y de los logros de Huss en el continente, sin los cuales el orgullo nacionalista que permitió que Lutero resistiera y creciera, ciertamente se habría extinguido. Tyndale por su parte se benefició del amor que sentía Wycliffe por Dios en una forma muy diferente. El desestimar la necesidad de un intercesor terrenal con Dios significaba que Tyndale podía tener acceso al Padre celestial incluso mientras estaba en exilio y sin la asistencia de la iglesia. Jesucristo era el único intercesor a quien Tyndale se comprometió a obedecer.
La muerte de Wycliffe trajo un respiro de alivio a la iglesia de Roma, la que no anticipó las consecuencias de su vida y sus enseñanzas. Su epitafio es futurista y fue mejor declarado por Simón el hijo de Onías, en el libro apócrifo de Eclesiástico 50:6,7: «Como la estrella de la mañana entre nubes, como la luna llena en los días de plenilunio; como el sol radiante sobre el templo del Altísimo». Wycliffe se ganó y merece el título que le diera la historia de «Estrella de la mañana de la Reforma».
La posición de Wycliffe pasó a John Purvey, quien continuó traduciendo al inglés manuscritos bíblicos y folletos designados para instruir a las masas y restablecer la iglesia tal como fuera en el siglo primero. Purvey vivió con Wycliffe y absorbió sus enseñanzas, opiniones y filosofía. Continuó en su compañía hasta el día de su muerte. Llenó el vacío que provocó la muerte de Wycliffe con incasable energía, valor y resistencia, asegurando que su maestro no había muerto en vano.
Algunos de los folletos que escribiera Wycliffe circularon por miles en los años que siguieron a su muerte. Promovió el entendimiento del sacramento de la comunión y llevó la santa cena del Señor de regreso a los hogares, tal como lo enseñaban y observaban los cristianos en el primer siglo. John Purvey revisó y aceleró la producción de las Biblias en inglés de Wycliffe. El movimiento proliferó y muchos seguidores continuaron actuando clandestinamente conforme se intensificó la persecución de la iglesia en sus esfuerzos por hacerle un alto a lo que Wycliffe le había dado credibilidad entre todas las clases sociales.
Los Lolardos eran maestros celosos del evangelio en su propio idioma. Su número se multiplicó en forma logarítmica, tal como lo hicieran los seguidores del apóstol Pablo 1.350 años antes. Porciones de la traducción sagrada de Wycliffe circularon en forma amplia y se convirtieron en texto de estudio para el emergente idioma inglés. El evangelio en el dialecto inglés de la edad media servía como texto de estudio para enseñar a miles. Por medio de los Lolardos, los escritos y la filosofía de Wycliffe constituyeron la fundación que educó a campesinos y eruditos en el nacionalismo y libertad. Wycliffe escribió en inglés y en latín y su obra fue traducida asimismo en el idioma vernáculo del continente.
Considere un ejemplo del éxito de Wycliffe en la proliferación del Evangelio. En junio de 1394, Arundel, el arzobispo de York, pronunció el sermón en el funeral de Ana de Bohemia, reina esposa de Ricardo II. Él se refirió a ella como a alguien que no era ajena a los cuatro evangelios en inglés y que como resultado de leer estos libros: «había aprendido más que los prelados». Además, Arundel había examinado los libros y declaró: «Que eran buenos y verdaderos». Esto demostró que la traducción había penetrado en los palacios y que la estudiaba la realeza.
Para 1408 la propagación del Lolardismo estaba causando grande alarma entre la iglesia. Catorce años después de haber predicado el sermón en el funeral, el arzobispo de York cambió de idea y reunió a la jerarquía de la iglesia en Oxford para desacreditar y prohibir la Biblia de Wycliffe. Este fue el decreto de la iglesia: «Por consiguiente, decretamos y ordenamos, que a partir de este momento nadie sin autorización podrá traducir ninguna parte de las Sagradas Escrituras al inglés o a cualquier otro idioma, bajo ninguna forma de libro o tratado» (Baxter's Hexapla, 1841).
Esta fue la primera y la única prohibición autorizada de que las Escrituras no se tradujeran al inglés y constituyó la base para muchas persecuciones subsiguientes. Fue un instrumento de terror suspendido sobre las cabezas de todos los ingleses que se atrevían a leer por sí mismos la Palabra de Vida en su lengua materna.
Incluso después de la muerte de Wycliffe el odio contra su persona continuó creciendo. Finalmente en 1428, 44 años después de su muerte, el Papa Martín V ordenó que los restos de Wycliffe fueran exhumados y quemados. Este acto inhumano se llevó a cabo. Las cenizas de Wycliffe fueron arrojadas al río Swift, un pequeño riachuelo que corría cerca de la iglesia en el pueblo de Lutterworth.
Los Lolardos de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI fueron dispersados a través de Inglaterra y el continente. Sin embargo, cuando comenzó el siglo XVI y la Nueva Enseñanza se propagaba en el extranjero, ellos continuaron contrabandeando literatura en los campos de Inglaterra y en el continente. Esencial a la proliferación de esta Nueva Enseñanza fue la invención europea de la imprenta en 1454 por Johann Gutenberg en Mainz, Alemania. Antes de su invención, se necesitaban meses para copiar un solo libro de la Biblia a mano. Por consiguiente, los libros eran escasos. Martín Lutero tenía más de 20 años antes de tener una Biblia. Ahora la contienda por la mente de los hombres y mujeres, contaba con la ventaja de que tanto la iglesia como los reformadores poseían los medios para propagar sus doctrinas.
Colet y Erasmo
En 1453 Constantinopla, la capital de la ortodoxia oriental, cayó en manos de los turcos. Esto constituyó una tragedia para los ortodoxos de oriente, pero una bendición para el mundo occidental. Antes que la ciudad sucumbiera, eruditos y miembros de las clases altas reconociendo su condenación inminente, huyeron al occidente. Se llevaron con ellos sus códices y rollos que describían la antigua cultura de Platón, Sócrates y Aristóteles, al igual que escritos desconocidos de los primeros padres de la iglesia. También llevaron la Escritura en sus lenguajes originales. El estudio de estos manuscritos dejó al descubierto los errores en La Vulgata Latina y avivaron el fuego para el nuevo estudio.
Para el siglo XVI había llegado una nueva generación que había absorbido la Nueva Enseñanza casi sin crítica. Estaban más que seguros de su independencia y más que impacientes en su oposición a la oscuridad e intolerancia. Esta nueva generación en Inglaterra estuvo caracterizada por John Colet, decano de la Catedral de San Pablo, quien tras retornar desde Italia en 1496 tomó un sendero irreversible el cual permitió que las Escrituras le hablasen directamente a las personas en los bancos por primera vez. Lo que era completamente nuevo en las conferencias de Colet era la teología de Pablo, enseñada en inglés tal como había sido traducida del griego original, sin ninguna otra interpretación que las propias palabras de Pablo.
Colet, el hijo del alcalde de Londres, había continuado sus estudios en Italia bajo eruditos griegos capaces de enseñar el lenguaje en el cual se había escrito el Nuevo Testamento. La influencia de Savonarola había puesto un sello en la vida de Colet y encendió el fuego en su alma. Savonarola fue un gran predicador que llevó a la cultura italiana de regreso al cristianismo y esa misma predicación tocó la vida y alma del inglés visitante. Colet fue un estudiante entusiasta del griego del Nuevo Testamento y adoptó la decisión histórica de predicar y enseñar cuando retornó a Inglaterra.
Las conferencias subsecuentes de Colet en Oxford fueron una época en la historia de la exposición bíblica. Fue un intento para permitir que Pablo hablara por sí mismo. El apóstol Pablo era real para Colet y sus conferencias convertían a Pablo en una persona viva para su audiencia. Colet reconoció la necesidad de tener la Biblia en el lenguaje original de los pueblos. Es cierto que sin sus conexiones políticas en el gobierno habría sufrido el martirio por sus innovaciones. También queda muy poca duda respecto a la influencia de Colet en la educación temprana de William Tyndale.
Desde Orígenes, uno de los primeros padres de la iglesia del siglo III, era algo automático entre la iglesia, tan influenciada por Agustín, considerar cada frase e incluso cada palabra de la Escritura en latín como alegórica. Además del primer significado, el literal, se acumulaban los significados alegóricos. Los animales por ejemplo sugerían virtudes. Los significados tropológicos o morales, involucraban figuras de la moral y los anagógicos o místicos, por la palabra griega que significa «elevar», se referían a glorias futuras.
El ejemplo más famoso de esta escuela antigua de exégesis bíblica es la palabra Jerusalén, la cual literalmente significa «la ciudad de los judíos»; alegóricamente «la iglesia de Cristo»; tropológicamente «el alma humana» y anagógicamente «la ciudad celestial». El resultado de esta forma de exégesis presentaba la teología de Pablo como algo muy místico para el hombre común y a menudo pervertía el propio significado de las palabras del apóstol. Colet puso a un lado todo esto y decidió no tener nada que ver con la iglesia que había sido tan negligente con el significado literal de la Biblia en favor de las interpretaciones alegóricas, tropológicas y anagógicas.
Quizá todo habría acabado con el propio Colet si no hubiera sido por Erasmo de Rotterdam quien fue influenciado por él. Erasmo era un diplomático intelectual que se las ingenió para caminar a través de la fina línea entre defender la Reforma y ser acusado de enseñar herejías entre los reformadores. Se convirtió en campeón de los reformadores en su celo por traducir las Escrituras en el lenguaje que tanto hombres como mujeres plebeyos, pudieran entender. Fue el último oportunista que impulsó la libertad académica hasta sus límites cada vez que surgía la ocasión. Erasmo fue intocable en lo que respecta a las críticas del Nuevo Aprendizaje. La amistad de Sir Thomas More y otros en posiciones de poder, le permitieron el acceso a Oxford y más tarde en Cambridge, dejando una marca en la enseñanza progresiva del griego en ambas universidades. Aun así tuvo detractores y críticos, especialmente en Inglaterra. Es reconocido que la pasión de Erasmo por compilar e imprimir un Nuevo Testamento del griego al latín fue todo lo que sus críticos necesitaron para hacer que lo expulsaran de Cambridge en 1514. Ni siquiera su asociación con More y otros líderes de la iglesia, o su posición de poder en la universidad pudo librarlo de la amenaza de juicio o de prisión por su pasión y celo por imprimir un Nuevo Testamento en griego. Por eso fue a Basilea, una ciudad de Suiza en la que se toleraba el Nuevo Aprendizaje y nunca regresó a Inglaterra.
En el otoño de 1515, Froben, un erudito suizo e impresor, contrató a Erasmo para imprimir el Nuevo Testamento en griego. Froben sabía que una obra erudita del Nuevo Testamento en griego, estaba entonces en la imprenta en España bajo el tutelaje del poderoso cardenal Jiménez, el arzobispo de Toledo. En 1514 Jiménez había completado el Nuevo Testamento de una colección más completa de manuscritos griegos, que los de Erasmo.
En 1516, dos años antes que Jiménez completara su trabajo, Froben y Erasmo imprimieron El Nuevo Testamento en griego, la primera Biblia autorizada en latín y griego en un milenio. El texto era burdo y contenía errores en la impresión que fueron el resultado de la prisa y manuscritos griegos incompletos. Los manuscritos fueron suministrados por Froben, excepto por dos que Erasmo le prestó a Colet de la biblioteca de San Pablo y en realidad estaban tan incompletos que no completaban un Nuevo Testamento. Además los manuscritos eran relativamente recientes, los más antiguos eran del siglo X. Debido a lo incompleto, Erasmo acabó su traducción al griego de La Vulgata.
Erasmo imprimió el griego al costado de su propia traducción en latín, en el proceso le asestó un golpe de muerte a La Vulgata. Imprimió notas introductorias que avivaron el fuego de la Reforma y como resultado del fuego que John Colet encendiera 17 años antes, estableció a Pablo como la autoridad del Nuevo Testamento concerniente a la iglesia y su relación con los laicos. Erasmo fue considerado como un erudito destacado de su tiempo. La siguiente exhortación en el prefacio de su Nuevo Testamento, demuestra su valor en la hora crítica: «Estoy en completo desacuerdo con esos que están renuentes a que las Sagradas Escrituras sean leídas por los iliteratos traducida en su propio idioma vernáculo.
Deseo incluso que la mujer más humilde lea los evangelios y las epístolas de San Pablo. Anhelo que el granjero pueda cantar una porción de ellos para sí mismo, mientras empuja el arado».
Erasmo y Froben estaban conscientes de lo débil de su obra, no obstante la demanda era abrumadora. Las demandas por el Nuevo Testamento proliferaron y la imprenta de Froben funcionaba día y noche. Las ganancias eran suficientes para imprimir nuevas revisiones, al igual que para financiar proyectos que eran esenciales a las necesidades de los reformadores, tal como literatura de apoyo en defensa de su nuevo movimiento.
Si Erasmo hubiera poseído un espíritu audaz, habría usado su posición para dirigir. Pero el mundo de la acción no era su mundo. Podía preparar la tierra, pero no recolectar la cosecha. Su resistencia pasiva frustró su nombre en los anales de la Reforma, porque otros segarían lo que él había sembrado. Aunque Erasmo fue cuidadoso y sentía que la discreción era la mejor parte del valor, Tyndale leyó sus palabras y nunca las olvidó, incluso sacrificó su vida para hacerlas una realidad.
La cantidad de coincidencias que tuvieron lugar durante los primeros 16 años del siglo XVII, constituyeron una historia completamente extraordinaria con igual fascinación entre esos que tenían la carga por acabar con el yugo de la tiranía. La colaboración de Froben con Erasmo en este proyecto aseguró la proliferación del texto en griego y evitó las críticas condenatorias. Erasmo fue el hombre más brillante de letras del siglo, conocido y admirado por la jerarquía de la iglesia desde Oxford hasta Roma. Era típico de Erasmo que incluso cuando promovió un cambio revolucionario, fue cuidadoso en mantener las formas externas del decoro. Así que sus actos más radicales nunca conllevaron a una confrontación o colisión con la jerarquía eclesiástica. Este consumado diplomático dedicó su primera traducción libre del latín al griego del nuevo Testamento, al papa León X. En respuesta, León pronunció estas palabras de respeto que disiparon los temores de Erasmo: «Estamos gratamente complacidos».
(fin de la primera parte)
Con sus miles de dioses en el primer siglo de la era cristiana, el estado romano era la forma más refinada que tenía Satanás para controlar al pueblo de Dios y su creación. La religión era puro misticismo. El monoteísmo era la madre y hermana gemela de la desesperación, lo cual era evidente por el pueblo judío pisoteado y dividido.
La gloria del Shekinah de Israel había partido. Las diez tribus del reino unido de David habían sido dispersadas 700 años antes y la mayoría de judíos desde el cautiverio en Babilonia habían rehusado regresar a su tierra natal. El desasosiego civil en Palestina era desenfrenado y la nación estaba gobernada por Herodes, un demonio. Todos los caminos conducían a Roma y la desesperanza caracterizaba la nación bajo el dominio romano. Bretaña era el extremo de la tierra y una espina en el costado de Roma, ya que su pueblo era el único capaz de enfrentarse a las legiones romanas y luchar de pie. Los británicos eran un pueblo extraordinario con un destino fuera de lo común.
¿Cuántas personas hoy saben que Constantino era británico? Todos los registros prueban este hecho, pero la historia se rescribió en favor de un origen y autoridad diferentes para la iglesia cristiana. Cuando él asumió el título de César romano, Roma se convirtió en la sede de la iglesia cristiana y así se cambió el lugar de origen del cristianismo a fin de validar su autoridad. Para el año 590 de la era cristiana, 275 años después de Constantino, el Papa Gregorio envió a Agustín a "cristianizar" a Inglaterra, pero Agustín fielmente registró que el cristianismo ya existía en Inglaterra muchos siglos antes de su llegada.
La tradición enseña que la iglesia madre donde se originó el cristianismo en Inglaterra estaba en Glastonbury, y que fue fundada por José de Arimatea en el año 36, sólo tres años después de la muerte y resurrección de Jesús, siendo pastoreada posteriormente por él mismo. Esta nueva religión cristiana sobrepasó el druidismo y se propagó hasta Gales, Cornwall, Escocia e Irlanda. Solidificó a un pueblo destinado a enfrentarse a las legiones romanas en un asedio que prevaleció por 300 años.
Se necesitó de la encarnación, de que el propio Dios se hiciera carne, para acabar con el mito de Roma y quebrantar el dominio de Satanás en la tierra. Jesús lo hizo mediante la obediencia al Padre, no a través de una revolución pacífica tal como la que llevó a cabo Gandhi. En el mundo judeo cristiano, la forma más eficaz de resistir la tiranía es obedeciendo a Dios, pero este punto de vista lo rechaza el mundo secular. En la Palabra de Dios está registrado que el Creador tiene control sobre la historia. Sus libros están colmados con recuentos de personas cuyo mayor anhelo era llegar al cielo mediante la obediencia y paciencia, ya que Dios tiene cientos de promesas para todos los que confían en él. La Biblia no es el hombre en una búsqueda continua por Dios, sino la historia de Dios descendiendo del cielo y viniendo a buscar al hombre.
Jesucristo fue un revolucionario que confundió a sus antagonistas. César era considerado un dios con todo el poder y autoridad que le otorgaba esa posición. El imperio romano era la obra maestra de Satanás, el aparato perfeccionado después de todas sus fallas con Babilonia, Asiria, Persia y Grecia. No obstante, el Señor Jesucristo sólo necesitó cinco segundos para despojar a César de toda su deidad, cuando dijo: "Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios" (Mt. 22:21). En el proceso, César se convirtió en sólo otro rey y Dios fue restaurado para siempre a su posición eterna.
Los mil años que Satanás pasó perfeccionando su sistema para tomar control de la tierra, fueron destruidos en el lapso de tiempo que necesitó el Señor para pronunciar estas 17 palabras. Jesucristo fue "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn. 1:29). Eso fue una realidad cuando se hizo obediente hasta morir en la cruz. Con su muerte y sepultura, la ley fue satisfecha y con su resurrección el hombre fue justificado, ¡porque él vive! Sus últimas palabras antes de ascender al Padre contienen la gran comisión: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt. 28:19).
El fruto del trabajo de José de Arimatea en Inglaterra, se extendió hasta la costa oeste de Escocia en donde se encuentra la pequeña isla de Iona, de sólo cuatro kilómetros de largo por dos kilómetros 400 metros de ancho, con unos cientos de hectáreas de terreno cultivable. Allí en el año 564, durante la cristianización de Europa, un misionero de Irlanda llamado Columba estableció una escuela de predicadores. Por 34 años evangelizaron el territorio principal y las islas vecinas.
El colegio en Iona era difícilmente un monasterio, al profesorado le permitían casarse y el programa de estudios estaba designado para entrenar eruditos y misioneros para que partieran como soldados de Cristo, conquistando y ocupando los territorios aledaños habitados por paganos. En esta pequeña isla se encontraba una escuela que hizo más que todo el cristianismo combinado, durante la edad del oscurantismo, período que abarcó entre los años 500 al 800, predicó un evangelio puro en todas partes de Bretaña y Europa.
A los eruditos y estudiantes de Iona se les llamaba "Culdees". Proclamaban la autoridad de la Escritura y convocaban por el establecimiento de ancianos o presbíteros en cada iglesia para que las gobernaran. Reclamaban su origen desde los apóstoles Juan y Pablo. Esta doctrina estaba en conflicto con el cristianismo romano y finalmente terminaron por chocar. La iglesia Culdee era clandestina en 1297, cuando la iglesia romana prohibió los centros de aprendizaje y dispersó a los maestros. Estos maestros continuaron su trabajo en partes remotas de Escocia y más allá, pero después del año 1297 la antigua iglesia Culdee desapareció como una organización visible.
Conforme la fe antigua avanzaba en forma secreta, sus herederos continuaban promoviendo la reforma. Estos reformadores se encontraban en cada país mucho antes de la Reforma. La persecución mantuvo a estos movimientos ocultos, pero a todo lo ancho de Escocia se encontraban grupos pequeños que miraban al Señor Jesucristo como al único mediador entre Dios y los hombres. En Inglaterra, John Wycliffe fue un producto de la doctrina Culdee y sus seguidores llegaron a ser conocidos por el nombre con que los reconocemos hoy, como Lolardos. En 1494, 30 personas llamadas "Los Lolardos de Kyle", cerca de Glasgow, fueron llevadas ante el arzobispo acusadas de herejía. Se supo luego que su herejía consistía en practicar las doctrinas antiguas de la iglesia Culdee.
La garra mortal de Satanás sobre Inglaterra en los días de Wycliffe y durante las 14 décadas que conllevaron a la Reforma, recordaban al tiempo de Roma. El diablo le había negado al pueblo de Dios su Palabra y tenía sujeta a la iglesia con la noción de que era mejor obedecer las leyes del gobierno que a Dios. El Señor, así como consiguió al apóstol Pablo en el siglo primero, encontró a John Wycliffe y a John Huss en el siglo XIV, a John Colet y Girolamo Savonarola en el siglo XV y a William Tyndale y Martín Lutero en el siglo XVI. Dios siempre usa a siervos que confían en él y le obedecen, para restaurar a los hombres en sus caminos.
El Señor condujo su orquesta de santos, preparó y le dio forma al campo de batalla para la guerra que se avecinaba. Obedientemente Wycliffe tradujo y entrenó a sus estudiantes los Lolardos, quienes practicaban sus enseñanzas y se convirtieron en instrumentos para distribuir la Palabra de Dios y proveer una selección de nuevos Pablos, para que actuaran cuando llegara la hora de decidir. Su valor y paciencia fueron verdaderamente admirables. Ya para finales del siglo XV, 1.500 años después de la muerte de Wycliffe, la evidencia circunstancial llevó a John Colet a convertirse en el líder secreto de los Lolardos y la evidencia directa nos insta a creer que los Lolardos secretamente influyeron en muchos de los reformadores, incluso sin que se dieran cuenta, a fin de que llevaran a cabo la agenda secreta de hacer que la Palabra de Dios estuviera accesible a las naciones. Sabemos que Colet financió a Erasmo, influyó en Tyndale y fue personalmente responsable de que todos pudieran leer las palabras de Pablo. Una circunstancia similar fue la que experimentó Staupitz, el benefactor de Lutero, quien se advirtió de sus cualidades y consideró que eran necesarias para llevar a cabo la Reforma en Alemania. Fue Staupitz quien le dio a Lutero su primera Biblia y lo animó a predicar en público.
Son muchos los que han ayudado o influido en la vida de siervos de Dios, que predicaron el evangelio. Ignoramos sus nombres, sólo el Señor los conoce, tal como esos cristianos en Damasco que ayudaron a Pablo: "Entonces los discípulos, tomándole de noche, le bajaron por el muro, descolgándole en una canasta" (Hch. 9:25). Ellos sin embargo, recibirán las recompensas eternas de los apóstoles y reformadores por su obediencia y sacrificio. La última petición del apóstol Pablo en la tierra, preservada en 2 Timoteo, fue de que Timoteo le llevara los libros y pergaminos. Era el año 66 de la era cristiana y las últimas palabras que escribió Pablo, estaban designadas a solidificar el registro para esos que vendrían después. La piedra angular para las iglesias establecidas por Pablo fue: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Ti. 3:16).
Durante los 33 años que siguieron a la resurrección del Señor, el Espíritu Santo escogió a hombres como instrumentos para que escribieran las cartas y libros que conforman el Nuevo Testamento. Estos escritos cesaron para finales del primer siglo y se convirtieron en la norma para los cristianos en dondequiera que se predicaba el evangelio. Por 500 años el mensaje fue traducido al latín, armenio, siriaco, cóptico y en el idioma de todos los que recibieron el evangelio.
La ley hebrea, traducida al griego, se conoció como la Septuaginta o Versión de los Setenta y fue reconocida como el canon del Antiguo Testamento. En el año 397 el Sínodo de Cartago oficialmente declaró 27 libros como el Nuevo Testamento y a la Septuaginta como el Antiguo Testamento, con una nota sobre los 14 libros apócrifos incluidos como instrucción e historia, pero no como escritos inspirados.
En Belén, Jerónimo, el lingüista y erudito más destacado de su tiempo, fue comisionado por el Papa Dámaso para traducir estos libros de los manuscritos en griego que estaban en su posesión. Quinientos años después la iglesia occidental aceptó universalmente La Vulgata. Conforme pasó el tiempo, La Vulgata fue adulterada al copiarla, la interpretación del canon quedó limitada a unas cuantas docenas de eruditos en cada generación quienes usurparon la habilidad del Espíritu Santo para actuar por medio de la instrucción individual, tal como se hizo en el principio. Ese era el estado de las cosas para los años 1380, el día de Wycliffe; para 1516, el día de Erasmo y en el 1525, el tiempo de Tyndale.
Prefacio
Era uno de los tiempos más oscuros. La "religión" y la superstición controlaban y tenían sometidas a las masas en Europa e Inglaterra. Pero de tiempo en tiempo, en medio de este vacío espiritual y moral, podían escucharse unas cuantas voces de esperanza. Por ejemplo en 1417, John Oldcastle trató de derrocar la tiranía de la iglesia en Inglaterra, pero su esfuerzo fue aplastado con gran sufrimiento. Después de muerto, John Wycliffe se convirtió en el erudito y predicador más admirado en Inglaterra. La admiración que le profesaba el pueblo y su fama, mantuvo la crítica de la iglesia a raya, pero con el tiempo sus enseñanzas terminaron por ser impartidas clandestinamente.
Fue William Tyndale con su traducción de la Biblia al inglés, quien finalmente resquebrajó los muros de la tiranía espiritual en ese territorio. De hecho, la traducción de Tyndale de la Biblia, no sólo cambió el curso de la historia inglesa, sino que alteró la propagación del evangelio en todo el mundo. Pero... ¿Qué hubo en la vida y obra de Tyndale que afectó tan profundamente el curso de la historia? ¿Podemos ver en ella patrones que necesitan ser recordados y repetidos en nuestro tiempo? Si ha de haber una reforma para Cristo en nuestra cultura de hoy, hay ciertas características de Tyndale que debemos recobrar:
•NECESITAMOS HABILIDAD: Tyndale era un lingüista dotado. Un experto en hebreo, griego, latín, italiano, español, francés y alemán. Tyndale comprendía con claridad los patrones de pensamiento de su mundo. Pero se concentró en traducir el griego y el hebreo en un inglés noble y articulado.
• NECESITAMOS PUREZA DE ESTUDIO: Tyndale repudió la educación religiosa de su día. Abandonó la búsqueda de un título en teología, por el estudio directo y exposición de la Palabra de Dios, aparte de la interpretación escolástica.
• DEBEMOS TENER PROPÓSITO: Tyndale sentía fuertemente que la Biblia debía estar en manos de todas las personas y en su propio idioma, para así poder escapar de la superstición, ignorancia y abuso de la iglesia.
• NECESITAMOS UN COMPROMISO: Tyndale se dedicó a una sola labor hasta su muerte. No pudo ser disuadido ni distraído. A pesar de todo buscó consejo y enseñanza de amigos y otros, tal como Lutero. Caminó solo con el Espíritu Santo para llevar a cabo el propósito que le encomendara Dios.
Para que verdaderamente pueda tener lugar un despertar espiritual en nuestros días, Dios tendría que levantar escuelas e iglesias, maestros y pastores que ardan con celo profundo y que como William Tyndale se adviertan de la verdad y sigan su ejemplo. Debemos saber cuál es nuestro llamado y propósito en la vida y estar dispuestos a seguirlo.
Para poder comprender el corazón de la Reforma, los estudiantes de la Biblia necesitan estudiar a Wycliffe, Tyndale, Lutero, Calvino y otros. Es necesario estudiar la Palabra de Dios, tal como hicieron estos grandes hombres del pasado. Luego podremos hablarle a nuestra generación con la espada aguda de la verdad y con la profunda comprensión y entendimiento con que Moisés, David, Pablo y Pedro escribieron bajo la inspiración del Espíritu de Dios.
Wycliffe y el auge de los Lolardos
La iglesia romana alcanzó una posición de poder después de la muerte del emperador Constantino Primero en el siglo IV. El sacro imperio romano gobernaba el mundo occidental, desde Constantinopla al oriente, hasta Inglaterra en el oeste y los estados germánicos en el norte. La iglesia de Roma conservaba su control por medio de monasterios ubicados estratégicamente, los que mantenían un monopolio sobre la educación, la vida espiritual y seguridad a todo lo ancho del imperio. Cada monasterio era tan fuerte como sus líderes y la libertad para dirigir, era a menudo directamente proporcional a la distancia de Roma. A lo largo de los siglos tuvieron lugar brotes aislados en pro de la libertad religiosa, pero tan pronto los descubrían eran suprimidos por Roma.
Durante los mil años que conocemos como la edad del oscurantismo y la edad media, los que se extendieron desde los años 500 hasta el 1500, la iglesia de Roma mantuvo el control absoluto. La técnica para sustentar su poder era simple: Controlar la mente de las personas por medio del control de la educación, y controlar la educación por medio del control del lenguaje. Un imperio, muchos idiomas, pero para la educación e instrucción sólo se permitía el latín. Finalmente los decretos del Papa se convirtieron en texto de estudio, tanto de la ley eclesiástica, como la civil. Hay que admitir que hubo Papas que fueron tolerantes y permitieron la libertad del pensamiento, pero los eruditos sólo podían comunicarse en latín. Una manzana podrida puede dañar todo un barril, por consiguiente, un Papa tirano podía acabar con todo lo que habían hecho sus predecesores. El Papa fue elevado a la posición de Vicario de Cristo y cualquier resistencia a su liderazgo era considerado como un acto de herejía que merecía el castigo de la excomunión, prisión o muerte.
La acumulación de riquezas conlleva al poder y el poder finalmente provee los mecanismos para reclutar ejércitos y hacer cumplir la voluntad de ese en el poder. Los agentes de la iglesia fueron finalmente utilizados para espiar, mentir e intimidar en una forma que nos recuerda al servicio secreto de Hitler y la KGB de Stalin. Tales agentes del Papa eran conocidos como inquisidores y el período a que me estoy refiriendo ha sido conocido ignominiosamente como la inquisición. La inquisición se originó en 1233 y fue cambiando en varios grados a través del imperio por cerca de 600 años.
Los abusos de la iglesia de Roma y sus clérigos podían verse, tanto en el reino espiritual de la iglesia como en la vida diaria de las personas. La iglesia exigía la confesión auricular, la penitencia para el perdón, el misticismo de la misa, la creencia en el milagro de la transubstanciación, (de que el pan y el vino en virtud del oficio desempeñado por el sacerdote se convierten en el cuerpo y sangre literal de Cristo), la peregrinación y adoración de los santos. Prohibía terminantemente la lectura de la Biblia en inglés o en cualquier idioma aparte del latín.
Pero... ¿Cuáles eran las fuerzas, presiones, abusos, excesos, distorsiones y perversiones que mantenían atados a los eruditos, en dondequiera que se permitía la libertad académica? ¿Cuáles eran las circunstancias que afectaban el estado de las cosas, impidiendo que los hombres de letras no se atrevieran a arriesgar su posición e influencia al revelarse contra la autoridad de una iglesia que por cientos de años había dominado con su garra sacrosanta la mente de las personas, así fueran campesinos, sacerdotes, eruditos, obispos, príncipes y reyes?
En la primera década del siglo XVI, la lista de abusos que hacían mofa de la verdad y convertían en hipócritas a esos que permanecían silenciosos, incluía lo siguiente:
• Más de 100.000 prostitutas eran empleadas por la iglesia con la aceptación universal, gracias a la proclamación de Agustín quien declaró que «eran un mal necesario».
• "Los artefactos que pertenecieron a Jesús" fueron estratégicamente colocados en santuarios, con el propósito de obligar a las personas a que realizaran peregrinaciones patrocinadas por la iglesia a un precio exorbitante.
• Las indulgencias eran garantizadas por crímenes que variaban desde adulterio hasta asesinatos, dejando al estado sin poder alguno para perseguir al criminal. Es bien conocido que el Papa Julio II, quien reinó entre 1503 al 1515, le garantizó tal indulgencia al futuro Papa León X, quien estaba casado y tenía dos hijos y todo a pesar de la exigencia del celibato sacerdotal. También es ampliamente conocido que Erasmo era hijo ilegítimo de un sacerdote. Incluso, las indulgencias eran a menudo otorgadas por dinero, a personas que pagaban por adelantado un acto criminal que todavía no habían cometido.
• El obispo Tetzel, el mensajero especial tanto de Julio II como de León X, se apropió de grandes sumas de dinero de los feligreses, para la construcción de la Basílica de San Pedro, garantizándoles el perdón por la expiación en el purgatorio.
• Julio II y León X, declararon la guerra santa para justificar los asesinatos en masa de los judíos a fin de robarles su dinero y posesiones para financiar la construcción del Vaticano, principalmente la Capilla Sixtina y la Basílica de San Pedro. El Papa León X reveló la verdad de sus convicciones cuando dijo: «¡Cuán beneficiosa ha sido para nosotros la fábula de Cristo!»
Las tensiones creadas por la resistencia a la tiranía de la iglesia, no fueron producto del gnosticismo, sino de la verdad propagada por la Sociedad Secreta de hombres y mujeres que conocían la Biblia. Ellos se infiltraron en la sociedad por miles y sus prácticas de reclutamiento eran muy creativas. Constantemente marcaban a niños dotados para impartirles sus enseñanzas. Sus reuniones eran clandestinas y siempre consistían en: enseñanza de la Biblia, comunión y tácticas designadas para evitar las autoridades. La propagación de sus doctrinas demandaba resistencia a cuatro puntos principales de la iglesia en Roma:
• Las peregrinaciones.
• La adoración de los santos.
• La prohibición de no poder leer la Escritura en otro idioma diferente al latín.
• La creencia de la presencia carnal de Cristo en el sacramento de la eucaristía.
En los primeros años del movimiento, aproximadamente entre 1375 al 1435, el celo de los Lolardos se manifestó en varios grados de osadía. Muchos de los jóvenes zelotes rehusaron retractarse de sus convicciones cuando eran capturados y torturados por los inquisidores. Su destino a menudo fue morir quemados en la hoguera. En el occidente de Inglaterra en 1417, la violencia se desató bajo el militante zelote, John Oldcastle, quien intentó derrocar la tiranía de la iglesia. Esto incitó al monarca quien aplastó la rebelión con la fuerza militar. De ahí en adelante el movimiento de los Lolardos se tornó clandestino. Su número aumentó y su secreto llegó a ser sofisticado y ganó convertidos entre todas las clases sociales, especialmente entre los mercaderes aventureros, cuya riqueza y poder aumentó dramáticamente conforme Inglaterra se convertía en una nación marinera. Las tácticas de supervivencia fueron alteradas drásticamente para la última mitad del siglo XV. Esos en la sociedad lograban evitar la persecución declarándose ignorantes o equivocados.
Pero... ¿De qué estaban hechos estos hombres? ¿Cuál era la fuente de inspiración que los motivaba a poner en peligro sus vidas y las de sus familiares y amigos? El padre espiritual de ellos fue John Wycliffe, el predicador más exaltado durante el siglo XIV. Era profesor de la Biblia y presidente de la Universidad de Balliot en Oxford. Su fama como el hombre más ilustrado de su tiempo atrajo a estudiantes de todo el continente y de Inglaterra. Su intolerancia contra los abusos de la iglesia, frailes mendigos, clérigos ignorantes, obispos políticamente motivados y la falta de acceso a la Escritura en el idioma común de las personas, al igual que contra las exigencias de la iglesia con el monarca y su involucramiento en la ley civil y el orden, lo convirtieron en el campeón de la separación de la iglesia y del estado. Wycliffe fue un gigante mental, bien versado en la ley, teología, filosofía y lógica. Su crítica de las prácticas de la iglesia con respecto a la transubstanciación, la fijación de impuestos y el tolerar clérigos ignorantes, atrajo el respeto y admiración del monarca. Ana de Bohemia, esposa del rey Ricardo y John de Gante, príncipe de Gales y monarca en ausencia mientras el rey Ricardo estaba en la cruzada en Jerusalén, eran amigos y admiradores de Wycliffe y lo protegían de la persecución de la jerarquía de la iglesia. Los salones en donde impartía sus enseñanzas se veían colmados con discípulos que se asombraban de su lógica y candor. Wycliffe era una figura imponente con su cabello y barba blancos. Consideraba la iglesia como una desgracia para el pueblo de Dios y para las personas a quienes instruía en el camino del Señor. Fueron muchos los intentos que se hicieron por silenciar a este valeroso predicador, sin embargo, sus amigos en posiciones de poder libraron su vida, incluso durante su tercer juicio en el que se le acusó de herejía.
La pasión de Wycliffe por traducir la Biblia del latín al inglés vernáculo de la edad media, finalmente provocó su despido de Oxford. Allí puso una tienda cerca de su iglesia en Lutterworth en 1375, en donde entrenaba a sus discípulos para que les predicaran la Palabra de Dios a los comerciantes y mercaderes en el pueblo. Sus jóvenes predicadores, los Lolardos, llevaban porciones traducidas de la Escritura escritas a mano, de villa en villa. Las leían e instruían a las personas que se reunían en cada lugar. En ese tiempo, sólo los educados podían leer y escribir y sin la imprenta que todavía no se había inventado, la labor de ellos era todavía más lenta. Su celo debía enfrentarse a la resistencia del clero, que resultaba a menudo en persecución severa y muerte en la hoguera. Wycliffe le enseñó a sus predicadores que debían esperar persecución, y que si se veían confrontados no huyeran del martirio. Wycliffe consideraba que era necesario el sacrificio de estos jóvenes para poder despertar a las multitudes y a la monarquía.
Las probabilidades de despertar a las masas ignorantes en la época de Wycliffe eran abrumadoras. Necesitó diez meses para transcribir toda la Biblia y fue una labor muy costosa. El tiempo no estaba a su favor. El último día de 1384, la víspera de año nuevo, Wycliffe le dio a un seguidor instrucciones para continuar el trabajo y partió a reunirse con los santos en el cielo. Fue un hombre en contra del mundo. Su papel fue educar, reclutar, escribir, defender y estudiar. Sus amigos en posiciones estratégicas y estudiantes, le protegían los flancos mientras desempeñaba su labor. Era literalmente una Biblia ambulante. Fue doctor de doctores y verdaderamente una "universidad" en el sentido más puro de la palabra. Iluminaba las Escrituras para esos que tenían oídos para escuchar. El grito de batalla de sus seguidores era: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Ro. 8:31).
El celo de Wycliffe por el nacionalismo y el gobierno propio dentro del estado, encendió el fuego que John Huss transformaría en un infierno en el continente. Huss desarrolló su teocracia y filosofía por el nacionalismo en virtud de estudiantes de intercambio que eran patrocinados en Oxford por la iglesia en Praga, entre 1365 y 1375. Los estudiantes escribieron cada palabra que Wycliffe explicaba en los salones de clase durante sus cursos de dos años y Huss se benefició de sus notas. Para el tiempo en que Huss fue acusado de herejía por la iglesia, sus doctrinas habían influenciado tanto a las personas que no había forma de darle marcha atrás al curso que habían tomado las cosas. Cuán irónico fue el destino de Huss, ya que sus enemigos le quemaron en la hoguera usando los manuscritos de las conferencias de Wycliffe para encender el fuego.
Más de cien años después, Martín Lutero se beneficiaría de los escritos de Wycliffe en Inglaterra y de los logros de Huss en el continente, sin los cuales el orgullo nacionalista que permitió que Lutero resistiera y creciera, ciertamente se habría extinguido. Tyndale por su parte se benefició del amor que sentía Wycliffe por Dios en una forma muy diferente. El desestimar la necesidad de un intercesor terrenal con Dios significaba que Tyndale podía tener acceso al Padre celestial incluso mientras estaba en exilio y sin la asistencia de la iglesia. Jesucristo era el único intercesor a quien Tyndale se comprometió a obedecer.
La muerte de Wycliffe trajo un respiro de alivio a la iglesia de Roma, la que no anticipó las consecuencias de su vida y sus enseñanzas. Su epitafio es futurista y fue mejor declarado por Simón el hijo de Onías, en el libro apócrifo de Eclesiástico 50:6,7: «Como la estrella de la mañana entre nubes, como la luna llena en los días de plenilunio; como el sol radiante sobre el templo del Altísimo». Wycliffe se ganó y merece el título que le diera la historia de «Estrella de la mañana de la Reforma».
La posición de Wycliffe pasó a John Purvey, quien continuó traduciendo al inglés manuscritos bíblicos y folletos designados para instruir a las masas y restablecer la iglesia tal como fuera en el siglo primero. Purvey vivió con Wycliffe y absorbió sus enseñanzas, opiniones y filosofía. Continuó en su compañía hasta el día de su muerte. Llenó el vacío que provocó la muerte de Wycliffe con incasable energía, valor y resistencia, asegurando que su maestro no había muerto en vano.
Algunos de los folletos que escribiera Wycliffe circularon por miles en los años que siguieron a su muerte. Promovió el entendimiento del sacramento de la comunión y llevó la santa cena del Señor de regreso a los hogares, tal como lo enseñaban y observaban los cristianos en el primer siglo. John Purvey revisó y aceleró la producción de las Biblias en inglés de Wycliffe. El movimiento proliferó y muchos seguidores continuaron actuando clandestinamente conforme se intensificó la persecución de la iglesia en sus esfuerzos por hacerle un alto a lo que Wycliffe le había dado credibilidad entre todas las clases sociales.
Los Lolardos eran maestros celosos del evangelio en su propio idioma. Su número se multiplicó en forma logarítmica, tal como lo hicieran los seguidores del apóstol Pablo 1.350 años antes. Porciones de la traducción sagrada de Wycliffe circularon en forma amplia y se convirtieron en texto de estudio para el emergente idioma inglés. El evangelio en el dialecto inglés de la edad media servía como texto de estudio para enseñar a miles. Por medio de los Lolardos, los escritos y la filosofía de Wycliffe constituyeron la fundación que educó a campesinos y eruditos en el nacionalismo y libertad. Wycliffe escribió en inglés y en latín y su obra fue traducida asimismo en el idioma vernáculo del continente.
Considere un ejemplo del éxito de Wycliffe en la proliferación del Evangelio. En junio de 1394, Arundel, el arzobispo de York, pronunció el sermón en el funeral de Ana de Bohemia, reina esposa de Ricardo II. Él se refirió a ella como a alguien que no era ajena a los cuatro evangelios en inglés y que como resultado de leer estos libros: «había aprendido más que los prelados». Además, Arundel había examinado los libros y declaró: «Que eran buenos y verdaderos». Esto demostró que la traducción había penetrado en los palacios y que la estudiaba la realeza.
Para 1408 la propagación del Lolardismo estaba causando grande alarma entre la iglesia. Catorce años después de haber predicado el sermón en el funeral, el arzobispo de York cambió de idea y reunió a la jerarquía de la iglesia en Oxford para desacreditar y prohibir la Biblia de Wycliffe. Este fue el decreto de la iglesia: «Por consiguiente, decretamos y ordenamos, que a partir de este momento nadie sin autorización podrá traducir ninguna parte de las Sagradas Escrituras al inglés o a cualquier otro idioma, bajo ninguna forma de libro o tratado» (Baxter's Hexapla, 1841).
Esta fue la primera y la única prohibición autorizada de que las Escrituras no se tradujeran al inglés y constituyó la base para muchas persecuciones subsiguientes. Fue un instrumento de terror suspendido sobre las cabezas de todos los ingleses que se atrevían a leer por sí mismos la Palabra de Vida en su lengua materna.
Incluso después de la muerte de Wycliffe el odio contra su persona continuó creciendo. Finalmente en 1428, 44 años después de su muerte, el Papa Martín V ordenó que los restos de Wycliffe fueran exhumados y quemados. Este acto inhumano se llevó a cabo. Las cenizas de Wycliffe fueron arrojadas al río Swift, un pequeño riachuelo que corría cerca de la iglesia en el pueblo de Lutterworth.
Los Lolardos de finales del siglo XV y comienzos del siglo XVI fueron dispersados a través de Inglaterra y el continente. Sin embargo, cuando comenzó el siglo XVI y la Nueva Enseñanza se propagaba en el extranjero, ellos continuaron contrabandeando literatura en los campos de Inglaterra y en el continente. Esencial a la proliferación de esta Nueva Enseñanza fue la invención europea de la imprenta en 1454 por Johann Gutenberg en Mainz, Alemania. Antes de su invención, se necesitaban meses para copiar un solo libro de la Biblia a mano. Por consiguiente, los libros eran escasos. Martín Lutero tenía más de 20 años antes de tener una Biblia. Ahora la contienda por la mente de los hombres y mujeres, contaba con la ventaja de que tanto la iglesia como los reformadores poseían los medios para propagar sus doctrinas.
Colet y Erasmo
En 1453 Constantinopla, la capital de la ortodoxia oriental, cayó en manos de los turcos. Esto constituyó una tragedia para los ortodoxos de oriente, pero una bendición para el mundo occidental. Antes que la ciudad sucumbiera, eruditos y miembros de las clases altas reconociendo su condenación inminente, huyeron al occidente. Se llevaron con ellos sus códices y rollos que describían la antigua cultura de Platón, Sócrates y Aristóteles, al igual que escritos desconocidos de los primeros padres de la iglesia. También llevaron la Escritura en sus lenguajes originales. El estudio de estos manuscritos dejó al descubierto los errores en La Vulgata Latina y avivaron el fuego para el nuevo estudio.
Para el siglo XVI había llegado una nueva generación que había absorbido la Nueva Enseñanza casi sin crítica. Estaban más que seguros de su independencia y más que impacientes en su oposición a la oscuridad e intolerancia. Esta nueva generación en Inglaterra estuvo caracterizada por John Colet, decano de la Catedral de San Pablo, quien tras retornar desde Italia en 1496 tomó un sendero irreversible el cual permitió que las Escrituras le hablasen directamente a las personas en los bancos por primera vez. Lo que era completamente nuevo en las conferencias de Colet era la teología de Pablo, enseñada en inglés tal como había sido traducida del griego original, sin ninguna otra interpretación que las propias palabras de Pablo.
Colet, el hijo del alcalde de Londres, había continuado sus estudios en Italia bajo eruditos griegos capaces de enseñar el lenguaje en el cual se había escrito el Nuevo Testamento. La influencia de Savonarola había puesto un sello en la vida de Colet y encendió el fuego en su alma. Savonarola fue un gran predicador que llevó a la cultura italiana de regreso al cristianismo y esa misma predicación tocó la vida y alma del inglés visitante. Colet fue un estudiante entusiasta del griego del Nuevo Testamento y adoptó la decisión histórica de predicar y enseñar cuando retornó a Inglaterra.
Las conferencias subsecuentes de Colet en Oxford fueron una época en la historia de la exposición bíblica. Fue un intento para permitir que Pablo hablara por sí mismo. El apóstol Pablo era real para Colet y sus conferencias convertían a Pablo en una persona viva para su audiencia. Colet reconoció la necesidad de tener la Biblia en el lenguaje original de los pueblos. Es cierto que sin sus conexiones políticas en el gobierno habría sufrido el martirio por sus innovaciones. También queda muy poca duda respecto a la influencia de Colet en la educación temprana de William Tyndale.
Desde Orígenes, uno de los primeros padres de la iglesia del siglo III, era algo automático entre la iglesia, tan influenciada por Agustín, considerar cada frase e incluso cada palabra de la Escritura en latín como alegórica. Además del primer significado, el literal, se acumulaban los significados alegóricos. Los animales por ejemplo sugerían virtudes. Los significados tropológicos o morales, involucraban figuras de la moral y los anagógicos o místicos, por la palabra griega que significa «elevar», se referían a glorias futuras.
El ejemplo más famoso de esta escuela antigua de exégesis bíblica es la palabra Jerusalén, la cual literalmente significa «la ciudad de los judíos»; alegóricamente «la iglesia de Cristo»; tropológicamente «el alma humana» y anagógicamente «la ciudad celestial». El resultado de esta forma de exégesis presentaba la teología de Pablo como algo muy místico para el hombre común y a menudo pervertía el propio significado de las palabras del apóstol. Colet puso a un lado todo esto y decidió no tener nada que ver con la iglesia que había sido tan negligente con el significado literal de la Biblia en favor de las interpretaciones alegóricas, tropológicas y anagógicas.
Quizá todo habría acabado con el propio Colet si no hubiera sido por Erasmo de Rotterdam quien fue influenciado por él. Erasmo era un diplomático intelectual que se las ingenió para caminar a través de la fina línea entre defender la Reforma y ser acusado de enseñar herejías entre los reformadores. Se convirtió en campeón de los reformadores en su celo por traducir las Escrituras en el lenguaje que tanto hombres como mujeres plebeyos, pudieran entender. Fue el último oportunista que impulsó la libertad académica hasta sus límites cada vez que surgía la ocasión. Erasmo fue intocable en lo que respecta a las críticas del Nuevo Aprendizaje. La amistad de Sir Thomas More y otros en posiciones de poder, le permitieron el acceso a Oxford y más tarde en Cambridge, dejando una marca en la enseñanza progresiva del griego en ambas universidades. Aun así tuvo detractores y críticos, especialmente en Inglaterra. Es reconocido que la pasión de Erasmo por compilar e imprimir un Nuevo Testamento del griego al latín fue todo lo que sus críticos necesitaron para hacer que lo expulsaran de Cambridge en 1514. Ni siquiera su asociación con More y otros líderes de la iglesia, o su posición de poder en la universidad pudo librarlo de la amenaza de juicio o de prisión por su pasión y celo por imprimir un Nuevo Testamento en griego. Por eso fue a Basilea, una ciudad de Suiza en la que se toleraba el Nuevo Aprendizaje y nunca regresó a Inglaterra.
En el otoño de 1515, Froben, un erudito suizo e impresor, contrató a Erasmo para imprimir el Nuevo Testamento en griego. Froben sabía que una obra erudita del Nuevo Testamento en griego, estaba entonces en la imprenta en España bajo el tutelaje del poderoso cardenal Jiménez, el arzobispo de Toledo. En 1514 Jiménez había completado el Nuevo Testamento de una colección más completa de manuscritos griegos, que los de Erasmo.
En 1516, dos años antes que Jiménez completara su trabajo, Froben y Erasmo imprimieron El Nuevo Testamento en griego, la primera Biblia autorizada en latín y griego en un milenio. El texto era burdo y contenía errores en la impresión que fueron el resultado de la prisa y manuscritos griegos incompletos. Los manuscritos fueron suministrados por Froben, excepto por dos que Erasmo le prestó a Colet de la biblioteca de San Pablo y en realidad estaban tan incompletos que no completaban un Nuevo Testamento. Además los manuscritos eran relativamente recientes, los más antiguos eran del siglo X. Debido a lo incompleto, Erasmo acabó su traducción al griego de La Vulgata.
Erasmo imprimió el griego al costado de su propia traducción en latín, en el proceso le asestó un golpe de muerte a La Vulgata. Imprimió notas introductorias que avivaron el fuego de la Reforma y como resultado del fuego que John Colet encendiera 17 años antes, estableció a Pablo como la autoridad del Nuevo Testamento concerniente a la iglesia y su relación con los laicos. Erasmo fue considerado como un erudito destacado de su tiempo. La siguiente exhortación en el prefacio de su Nuevo Testamento, demuestra su valor en la hora crítica: «Estoy en completo desacuerdo con esos que están renuentes a que las Sagradas Escrituras sean leídas por los iliteratos traducida en su propio idioma vernáculo.
Deseo incluso que la mujer más humilde lea los evangelios y las epístolas de San Pablo. Anhelo que el granjero pueda cantar una porción de ellos para sí mismo, mientras empuja el arado».
Erasmo y Froben estaban conscientes de lo débil de su obra, no obstante la demanda era abrumadora. Las demandas por el Nuevo Testamento proliferaron y la imprenta de Froben funcionaba día y noche. Las ganancias eran suficientes para imprimir nuevas revisiones, al igual que para financiar proyectos que eran esenciales a las necesidades de los reformadores, tal como literatura de apoyo en defensa de su nuevo movimiento.
Si Erasmo hubiera poseído un espíritu audaz, habría usado su posición para dirigir. Pero el mundo de la acción no era su mundo. Podía preparar la tierra, pero no recolectar la cosecha. Su resistencia pasiva frustró su nombre en los anales de la Reforma, porque otros segarían lo que él había sembrado. Aunque Erasmo fue cuidadoso y sentía que la discreción era la mejor parte del valor, Tyndale leyó sus palabras y nunca las olvidó, incluso sacrificó su vida para hacerlas una realidad.
La cantidad de coincidencias que tuvieron lugar durante los primeros 16 años del siglo XVII, constituyeron una historia completamente extraordinaria con igual fascinación entre esos que tenían la carga por acabar con el yugo de la tiranía. La colaboración de Froben con Erasmo en este proyecto aseguró la proliferación del texto en griego y evitó las críticas condenatorias. Erasmo fue el hombre más brillante de letras del siglo, conocido y admirado por la jerarquía de la iglesia desde Oxford hasta Roma. Era típico de Erasmo que incluso cuando promovió un cambio revolucionario, fue cuidadoso en mantener las formas externas del decoro. Así que sus actos más radicales nunca conllevaron a una confrontación o colisión con la jerarquía eclesiástica. Este consumado diplomático dedicó su primera traducción libre del latín al griego del nuevo Testamento, al papa León X. En respuesta, León pronunció estas palabras de respeto que disiparon los temores de Erasmo: «Estamos gratamente complacidos».
(fin de la primera parte)