(26-06-2015, 03:55 PM)Heriberto escribió: Hola Caminito:
Sólo para no dejar cabos sueltos que se presten a malas interpretaciones, ¿cuál es la diferencia entre obedecer la ley de Dios según el modo que describes, y "obedecerla" como lo interpretan los adventistas, con sábado incluido?
(Algunos de ellos nos siguen en el foro)
Ya sabes que no apelo a preguntas capciosas, pero me parece importante que lo aclares desde nuestro punto de vista
como cristianos, para evitar las distorsiones sectarias.
Gracias!
Heriberto
Amado Hno.
La ley de Dios no puede ser obedecida en la carne y la misma palabra de Dios dice:
Romanos 8:7 Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; 8 y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
No es exclusivo de los adventistas pensar que es posible cumplir con la ley de Dios antes y después del sacrificio perfecto de la cruz, en las propias fuerzas de la carne.
La explicación es muy sencilla, pero las implicaciones no son tan asimilables para los que siguen pensando en los méritos humanos como medio de agradar a Dios. Dice la palabra de Dios:
Romanos 5:12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
La muerte implica, no sólo la muerte o separación del alma y el cuerpo; significa también muerte o separación espiritual.
¿Qué significa la separación espiritual o muerte espiritual?
1.- Ruptura en la comunión con Dios.
2.- El pecado de Adán hizo que la naturaleza humana quedase inclinada hacía el mal, dicho de otra manera:
Romanos 3:9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.
10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.
13 Sepulcro abierto es su garganta;
Con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios;
14 Su boca está llena de maldición y de amargura.
15 Sus pies se apresuran para derramar sangre;
16 Quebranto y desventura hay en sus caminos;
17 Y no conocieron camino de paz.
18 No hay temor de Dios delante de sus ojos.
Cuando Dios hizo al hombre, lo hizo con atributos espirituales perfectos en su personalidad y los más determinantes en el tema que tocamos son:
1.- La mente: El hombre es inteligente, piensa, a su capacidad, pero es similar a la de Dios.
2.- Emociones: Como Dios, el hombre también siente.
3.- La voluntad, es también un atributo de Dios que le fue dada en semejanza a la de Dios; sólo que limitativa a su propia naturaleza humana, mientras que la voluntad de Dios está sujeta a la naturaleza divina.
Analizando los versículos anteriores, por el pecado y con ello la muerte, el hombre se volvió injusto, inútil e incapaz de hacer lo bueno en los parámetros divinos. Su intelecto quedó afectado, sus emociones quedaron caídas y su voluntad no hace lo que agrada a Dios ¡Claro que ante los humanos, hay personas buenas! Pero Dios dice en su palabra:
Mateo 19:17 El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
El Señor Jesucristo contestó a un hombre rico que quería entrar en el reino de los cielos por medio de hacer lo necesario para lograrlo; su perspectiva implica que veía en el cumplimiento de la ley la posibilidad de ir al cielo.
La respuesta que le da es una pregunta que debemos detenernos a analizar, pues le dice: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios” Para parafrasearlo un poco, el Señor le dijo: “Me llamas bueno, siendo que no hay más que uno bueno: Dios” El Señor le dice que con el que habla es Dios y la evidencia de ello está en las palabras que usa para dirigirse a él como “bueno”. El Señor le dice que siendo Dios el único bueno ¿Cómo `puede cumplirse con las demandas de la ley como hombre? Pero para que quedase convencido le dice “guarda los mandamientos”. ¿Se pueden guardar los mandamientos? Ya hemos visto que la palabra de Dios asegura que no y es consistente cuando es el mismo Señor Jesucristo quien marca el estándar para cumplir con la ley, pues dice en otra parte:
Mateo 5:21 Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio.
22 Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego.
Para los parámetros humanos el no matar, es cumplir con la ley de Dios; pero en lo divinos:
Enojarse con su hermano; menospreciar al prójimo o descalifique a su semejante es exactamente lo mismo que haberlo matado.
Con todo, el hombre rico se atrevió a decir que cumplía con la ley cabalmente y el Señor, en su misericordia, busca hacerle ver que no es así. Recordemos que el que quebranta un mandamiento de la ley se hace transgresor a todos. No sé ustedes, pero dudo mucho que haya alguno que no se haya enojado contra alguien o que en su enojo lo haya menospreciado o haberle propinado alguna palabra desaprobatoria o incluso insultado ¿No es cierto? Eso nos convierte en asesinos y dignos del infierno; pero este hombre dijo que había cumplido cabalmente con la ley. No sé si este hombre cumplió con el estándar de Dios, lo dudo, pero si lo hubiese hecho, hubo un mandamiento que el Señor quiso mostrarle para que pudiese ver su imposibilidad; en su misericordia, el Señor quería que se diera cuenta que no es así como el había dicho y para demostrárselo le pidió que vendiera todo cuanto poseía y con el dinero de la venta, lo repartiera a los pobre y luego lo siguiese a él, Dios mismo, el Bueno.
El hombre, en respuesta, dice la escritura que se alejó muy triste, porque tenía mucho y prefirió conservarlo antes de perderlo por seguir a Dios.
¿Qué mandamiento no pudo cumplir? El más importante de todos, el que dice:
"Oye Israel, el Señor tu Dios uno es y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas"
¿Cuándo no lo cumplió? Cuando para su corazón, sus riquezas eran más importantes que Dios mismo. Su ídolo fueron sus riquezas desechando a Dios.
Ante su respuesta, el Señor Jesucristo dijo: “De cierto os digo que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos” y los discípulos que lo escucharon dijeron:
“¿Quién pues podrá ser salvo?” Y la respuesta del Señor confirma lo que hemos venido diciendo: Mat. 19:26 “Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.”
Imposible es para el hombre cumplir con la ley de Dios, como imposible es ganar el cielo por méritos propios.
El problema para cumplir la ley de Dios es que es sacado del carácter de Dios, es decir de su naturaleza tres veces santa y siendo que el hombre es carne corrompida por el pecado, cumplirla es imposible; es por ello necesario que en el hombre exista una nueva naturaleza que lo faculte a cumplir con la ley, pero no de manera literal y bajo parámetros humanos, sino siempre divinos. Es necesario que el hombre vuelva a nacer pero en lugar de hijo de Adán, a hijo de Dios.
Los rasgos físicos de un hijo los obtiene de su padre y así como todos descendemos de Adán y de él tenemos la naturaleza caída de pecado; los hijos de Dios obtienen la naturaleza de Dios al recibir a Cristo como Salvador y Señor de sus vidas.
Juan 1:11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.
12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.
En Cristo tenemos:
Tito 3:5 nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, 6 el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador,
El creyente que ha recibido a Cristo, es lavado y regenerado por la obra del Espíritu Santo y convergen en el, las dos naturalezas: por un lado la adámica que la Biblia llama “carne” y la de “hijo de Dios o espíritu”, totalmente capacitado en poder y gracia para hacer lo bueno, como bueno es Dios. Pero en continua lucha contra su propia carne, las filosofías del mundo y de las tentaciones de Satanás.
Romanos 6:14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
El pecado sin el nuevo nacimiento, se enseñoreaba de los que viven según la ley; pero por la gracia del Señor, en el nuevo nacimiento, ya no se enseñorea.
Hay muchos que piensan que una vez hecho esto se vuelve uno impecable, sin embargo, se olvidan que sigue habiendo la carne. Dios quiere que venzamos el pecado por medio del espíritu que ha infundido en los nacidos de nuevo, pero no para vivir bajo la letra, sino bajo el espíritu de Dios y que es el amor; por eso dice:
Al recibir a Cristo, hay una división de lo que era sin Cristo y lo que ahora soy en Cristo. Por eso dice:
1 Corintios 6:9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.
11 Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.
La palabra de Dios dice:
1 Juan 3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
La palabra práctica es: “mena”, que significa permanecer; por eso dice que el que practica el pecado es alguien que permanece en él y por tanto peca y no es hijo de Dios; pero aun los hijos de Dios, aunque no practican el pecado, bien pueden caer debido a la naturaleza que hay en nosotros todavía. Sabiendo esto, el Señor, en su gracia nos provee de un remedio que evita que perdamos la comunión con el Señor de manera permanente.
1 Juan 1:7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
La sangre derramada en la cruz del Calvario, sigue obrando a nuestro favor para limpiarnos de todo pecado, cuando andamos en luz y que es santidad y santidad es vivir apartado del mundo en sus filosofías; venciendo las tentaciones que Satanás nos pone constantemente en nuestro camino.
Somos santos por imputación al recibir al Señor en nuestras vidas como Salvador y Señor, pues Dios nos ve por medio de la obra de Cristo en la cruz; luego somos santos por posesión, la cual nos da Dios en su Hijo al recibirlo por medio de la fe y somos santos consumados hasta que este cuerpo de muerte sea apartado de nuestro espíritu de hijos de Dios en la muerte física.
Antes de venir a Cristo, somos practicantes del pecado derivado de la naturaleza caída; ahora somos hijos de Dios en el nuevo nacimiento y con ello obtenemos la naturaleza divina en su carácter para facultarnos a cumplir la ley de Dios en sus principios; pues siendo Dios veraz, podemos hablar con verdad; siendo Dios amor, podemos en la naturaleza divina amar aún a nuestros enemigos, llorar con los que lloran, perdonar a los que nos ofenden y recordando la condición en la que nos encontrábamos antes de venir a Él, de amar aunque nos rechacen, nos menosprecien o nos insulten.
El sábado, es el día séptimo para guardar los rituales de la ley mosaica, quienes viven por la ley, deberán cumplir con todos los rituales de la ley, incluyendo los sacrificios que ésta demanda; si faltan en algún punto, se vuelven transgresores de la ley y por tanto condenados al infierno y viven separados de Dios y de su Hijo Jesucristo; pero habiendo sido abolidos por el sacrificio único y de efectos eternos de éste, ya nos se vive por el precepto, sino por el principio de la ley.
El precepto de trabajar 6 días y guardar el séptimo o sábado literal; cambia por la gracia en el principio de dedicarle toda nuestra vida durante los siete días de la semana, trabajando como para él seis días de la semana y apartando uno especial para adorarle en comunión con la iglesia y que tradicionalmente es el domingo; aunque bien podría ser otro día, dependiendo la iglesia en la que se congregue.