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Historia de la Iglesia (44)
#1
"LA IGLESIA PEREGRINA"
Por Edmund Hamer Broadben

Capítulo 11

Los disidentes ingleses
(1525–1689)

Se creyó haber extinguido el movimiento lolardo; sin embargo, siempre quedaron remanentes, y de vez en cuando se castigaba a ciertas personas por reunirse para leer las Escrituras.

El Nuevo Aprendizaje y la Reforma avivaron el interés por la Palabra de Dios, y fue precisamente una nueva traducción de la Biblia el medio más poderoso de traer un avivamiento general entre la gente. William Tyndale,1 quien había estudiado en Oxford y Cambridge, y había sido afectado sobremanera por las enseñanzas de Lutero, tenía la costumbre de debatir temas acerca de la Biblia con el clero que venía a la casa donde él era profesor, y así les demostraba cuánto se habían desviado de las enseñanzas de la Escritura. Esto provocó una persecución que lo obligó a abandonar el país, pero él ya había visto que la gran necesidad de la gente era llegar a conocer la Biblia, por lo que prometió que “si Dios le concediera la vida, antes de pasar muchos años, él haría que el mozo que guiaba el arado conociera más de la Biblia” que los teólogos que la mantenían alejada de ellos. Viviendo exiliado en el continente, y “motivado por un celo y un anhelo sensible por su país, buscó por todos los medios posibles llevar a sus coterráneos al mismo apetito y conocimiento de la sagrada Palabra de Dios y de la verdad como el que el Señor le había dado a él”.
La primera edición de su traducción del Nuevo Testamento fue publicada en 1525, la cual fue seguida por una segunda, que fue impresa al año siguiente en Colonia. Más tarde se publicaron el Pentateuco y otras partes del Antiguo Testamento, traducidas en Amberes y Hamburgo, así como varias ediciones posteriores del Nuevo Testamento. Las dificultades y los peligros que implicaba traer tales libros a Inglaterra eran casi tan enormes como los que se presentaban a la hora de su distribución. El clero se opuso con todas sus fuerzas a la nueva traducción. El Sir Tomás More fue uno de los que escribió de manera violenta contra ella. Aunque esta traducción ejerció más influencia sobre la “Authorized Version” que cualquier otra traducción, la cual en gran medida se basa en ella, al principio se declaró que estaba llena de errores.
Su uso de la palabra “congregación” en lugar de “iglesia” causó una gran oposición. More declaró que la traducción estaba tan llena de errores que “para mencionarlos todos habría que recitar todo el libro (…) que buscar una falta sería como estudiar dónde encontrar agua en el mar”.
Los Testamentos fueron introducidos en Inglaterra de contrabando, y una asociación que se auto-nombraba los “Hermanos cristianos” los distribuyó por todo el país. Fueron comprados y leídos con avidez en todas partes, y pronto llegaron a las universidades donde se formaron sociedades que se reunían para su lectura. El Obispo de Londres muy pronto proclamó un interdicto contra estos testamentos. Este interdicto decía: “Por cuanto, entendemos mediante el informe de diversas personas creíbles, y además, por la apariencia evidente del asunto, que muchos hijos de iniquidad (…) ciegos a causa de una maldad extrema, y apartados del camino de la verdad y de la fe católica, han traducido de manera astuta el Nuevo Testamento a nuestro idioma inglés (…) De cuya traducción hay muchos libros impresos, algunos con glosas y otros sin estas, que contienen en el idioma inglés el más pernicioso y mortífero veneno disperso en gran medida por toda nuestra diócesis de Londres, los cuales (…) sin lugar a dudas, contaminarán e infectarán la grey que nos ha sido encomendada, con el más mortífero veneno y herejía (…) nosotros (…) ordenamos que dentro del plazo de treinta días (…) bajo la pena de excomunión, además de quedar bajo sospecha de herejía, se traigan y se entreguen a nuestro Vicario General todos y cada uno de los libros que contengan la traducción del Nuevo Testamento en el idioma inglés.
El Obispo de Londres afirmaba que esta traducción contenía más de dos mil herejías. Él conocía a un comerciante llamado Packington que estaba relacionado con la distribución de estos libros, y esperaba destruirlos con su ayuda. Se relata: “El Obispo, creyendo que tenía a Dios cogido por un dedo del pie, cuando en realidad tenía al diablo por el puño (como luego se dio cuenta), dijo: ‘Estimado Packington, haga sus diligencias para conseguirlos, y le pagaré por ellos de todo corazón, sea cual sea su precio, ya que los libros son erróneos y maliciosos, por lo que ciertamente pretendo destruirlos a todos y quemarlos en la Cruz de San Pablo’”. Este negocio fue llevado a cabo y de esa manera se proveyó dinero para la impresión de una mayor cantidad de Testamentos.
Al preguntársele a un prisionero acusado de herejía acerca de cómo Tyndale y sus amigos se sustentaban, dijo: “Es el Obispo de Londres quien nos ha apoyado, ya que él ha aportado entre nosotros una gran cantidad de dinero en Nuevos Testamentos para quemarlos, y eso ha sido, y aún es, nuestro único apoyo y consuelo”.
Se llevó a cabo una inquisición diligente para encontrar los libros prohibidos. Una gran cantidad de personas fueron multadas o encarceladas o ejecutadas por poseerlos.

Existen informes de que “diversas personas de quienes se comprobó que leían el Nuevo Testamento traducido por Tyndale fueron castigadas (…) pero aun así la cifra de ellas iba en aumento diariamente”.
Con la ayuda de un espía enviado desde Inglaterra, Tyndale al fin fue capturado y, en Vilvoord en Bélgica, fue condenado y estrangulado, luego su cuerpo fue quemado (1536). Pero su obra fue llevada a cabo; él había cumplido su parte valiosa junto con todos aquellos que al traducir y distribuir la Biblia, al practicar y enseñar las verdades que ella revela, han ayudado a llevar a los hombres al conocimiento de Dios y les han mostrado el Camino de la Vida.

Durante este tiempo grandes cambios surgían en Inglaterra. En 1531, el Rey Enrique VIII fue reconocido como el Jefe Supremo de la Iglesia Anglicana. De este modo la Iglesia Anglicana ocupó el lugar de la Iglesia de Roma, y el rey, el del Papa. El conflicto entre el Papa y el rey consistía en la Iglesia y el estado por una parte y el estado y la Iglesia por el otro, entre las opiniones papistas y las erasmistas. La idea de reformar por medio de elevar el poder civil sobre el eclesiástico (erasmismo) ya había sido introducida en las iglesias de Brandeburgo y Sajonia. Cranmer creía que este era el mejor camino a seguir, y Enrique VIII lo adoptó como su política en Inglaterra.

En el año de la muerte de Tyndale, su traducción de la Biblia, revisada y editada por Miles Coverdale por orden del rey, fue patrocinada por la realeza y se ordenó que debía aceptarse como el fundamento de la fe nacional y que fuera divulgada en las iglesias de todo el país. Sin embargo, esta aprobación no duró mucho. En 1543, una medida titulada, “Decreto para el progreso de la religión verdadera y para la abolición de la opuesta” promulgaba que “toda clase de libros del Antiguo y del Nuevo Testamentos en inglés, derivados de la traducción astuta, falsa y errónea de Tyndale, deberá ser clara y absolutamente abolida y extinguida. Su tenencia y uso deberá ser prohibido”.
Los castigos por la desobediencia fueron muy severos, llegando en algunos casos a la pena de cadena perpetua. Se podía leer otros libros, pero la lectura de las Escrituras se limitaba a los jueces, los nobles, los capitanes y los magistrados, quienes podían leer la Biblia a sus familias. “Los comerciantes pueden leerla en privado para sí mismos. No obstante, ninguna mujer o artesano, aprendiz, oficial, sirviente del grado de labrador acomodado o de un grado menor, ningún obrero agrícola, o trabajador leerá dentro de este reino la Biblia o el Nuevo Testamento en inglés, ya sea para sí mismo o para otra persona, en privado o en público.” Las mujeres o las damas que pertenecían a la nobleza podían leer la Biblia para sí mismas. El rey declaró que él purgaría y limpiaría su reino de todos estos libros por medio de leyes severas y penales. Sin embargo, permitiéndolo o prohibiéndolo, no se podía impedir que la gente leyera las Escrituras. Cuando eran leídas en voz alta en las iglesias, acudían multitudes de personas a escucharlas; cuando ellas eran prohibidas, se corrían todos los riesgos para obtenerlas.

Un campesino escribió (con muy mala ortografía) en su testamento: “En cuanto a la invención de las cosas, en Oxford, el año 1546, fue traído a Seynbury, por medio de Juan Darbye, Vice Lord. Cuando cuidé las ovejas del Sir Letymers compré este libro, cuando el Testamento estaba prohibido y que los pastores no debían leerlo: Oro a Dios que quite tal ceguera. Escrito por Robert Wyllyams, cuidando ovejas en el Monte de Seynbury”. Al recibir la gente la enseñanza de Moisés y los profetas, la de las Historias y los Salmos, especialmente al llegar ellos a conocer a Jesucristo en los Evangelios y trazar las consecuencias de su obra expiatoria en las Epístolas, se transformó todo el carácter de la nación, ya que, como en cualquier nación, el nivel de la justicia y la compasión constituye un índice de cuánto este libro ha afectado los corazones y las mentes de la gente.

Durante los seis años del reinado de Eduardo VI, aquellos que estaban en el poder desarrollaron a la Iglesia Anglicana hacia una vertiente mayormente protestante, pero en los seis años siguientes del reinado de la Reina María esta política cambió completamente, e Inglaterra retomó su alianza con el Papa, recibiendo así absolución por su herejía y cisma.
Sin embargo, aunque el gobierno se mostró flexible, el pueblo mantuvo una posición firme. Ningún esfuerzo pudo inducir a la gente a someterse a prácticas que de manera clara eran contrarias a la Palabra de Dios. Cientos de personas, no sólo aquellos que ocupaban altos cargos, sino también de entre los más humildes, tanto hombres como mujeres, fueron quemados públicamente en las ciudades y los pueblos de Inglaterra. Los sufrimientos de estos mártires resultaron ser más eficaces en romper el poder de Roma que las políticas de los gobernantes o los argumentos de los teólogos.
Las llamas de aquellas hogueras aún arden en la memoria del pueblo de Inglaterra como faros que lanzan su advertencia contra cualquier regreso a un sistema que pudiera tener semejantes frutos.

En Londres había una iglesia, fundada sobre fundamentos bíblicos, en el reinado de Eduardo VI, compuesta de cristianos franceses, holandeses e italianos. Anterior a esto ya habían existido iglesias inglesas de este carácter, que se remontaban al tiempo de los lolardos, pues el Obispo de Londres en 1523 escribió que el enorme grupo de los herejes seguidores de Wiclef no era nada nuevo. Existen informes de “congregaciones” en Inglaterra en 1555, y se conoce que las iglesias bautistas existieron en el reinado de la Reina Isabel, antes de 1589. Tanto los llamados independientes o congregacionalistas como los bautistas eran iglesias de creyentes independientes. Se diferenciaban en que los bautistas sólo practicaban el bautismo de creyentes, mientras que los independientes bautizaban a los niños, con tal que uno de los padres (o el tutor) fuese creyente.

Robert Browne fue tan activo al proclamar la independencia de cada congregación de creyentes que, siguiendo la antigua costumbre de darle un nombre sectario a aquellos que estaban fuera de la Iglesia del estado, tales grupos de creyentes fueron a menudo llamados “los brownistas”. El Sir Walter Raleigh afirmó en el Parlamento que había miles de brownistas en aquel tiempo. Los escritos de Browne, como por ejemplo su libro titulado, "Un libro que muestra la vida y las costumbres de todos los cristianos verdaderos,y cuán diferentes son de los turcos, los papistas y los paganos" y otro libro, "Un tratado de la Reforma sin esperar por ninguno", ejercieron una gran influencia.
Dos hombres fueron ahorcados en Bury San Edmundo, en 1583, por hacer circular estos libros, y todos los ejemplares encontrados fueron quemados. El propio Browne —acosado, encarcelado, perseguido y finalmente quebrantado en salud mental y física— permitió que lo reintegraran a la Iglesia oficial.

Todos los grupos de disidentes fueron perseguidos incesantemente: los puritanos, presbiterianos y especialmente los bautistas e independientes. Las cárceles estaban llenas de ellos, y puesto que estas se hallaban en condiciones paupérrimas, una cantidad indeterminada de estos creyentes murió a causa de las enfermedades, la miseria y los maltratos que en aquel entonces acompañaban al encarcelamiento.
Los hombres más distinguidos entre los independientes fueron Barrowe, Greenwood y Penry. Los dos primeros habían demostrado de manera inequívoca que el único camino recto para aquellos que no aprobaban las doctrinas de la Iglesia oficial era el de separarse de ella. Además, que era deshonroso para un hombre consentir en lo que él mismo no creía o que creía sólo en parte, y cuánto más lo era si aceptaba alguna posición o pago para diseminarlo.
Después de pasar varios años encarcelados, ambos fueron ahorcados. Por su parte, Penry se sintió tan conmovido por la condición miserable del pueblo de Gales que no sólo predicó y trabajó entre ellos de manera incansable, sino que trató de incitar a otros para que hicieran lo mismo, perturbando así al clero negligente y notoriamente pecaminoso de aquel país y provocando su envidia y odio. Él poseía en un grado poco común los dones y las bendiciones de un ministro de Cristo; su vida era piadosa, llena de amor y compasión por las almas. Además, era culto, comprensivo, de fuertes lazos familiares y devoto en el servicio del Evangelio. Su obra fue eficaz en la conversión de los pecadores y en la edificación de aquellos que creyeron, principalmente en Gales, aunque también en gran medida en Escocia e Inglaterra.
Penry también fue capturado en Londres y fue ahorcado poco después que sus dos colegas del Evangelio. Estos hombres se relacionaron con una iglesia conocida como la “iglesia privada en Londres”. Su principio fundamental fue la Palabra del Señor: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18.20). Este grupo no tenía lugar fijo de reunión; los encuentros se llevaban a cabo en casas privadas o al aire libre.

(Continuará)
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