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Fuego extraño
#1
Lev 10:1 Nadab y Abiú, hijos de Aarón, tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó.

Dios les había indicado claramente, que debían tomar fuego del altar y con él, ser echado en el incensario en el momento determinado y solo por uno de los dos sacerdotes.

Nadab y Abiu, siendo hijos de Aarón, se llenaron de orgullo al saberse que eran los dos después que su padre Aarón y su tío Moisés y estando bajo los efectos del vino, no tomaron el fuego de donde se las había claramente indicado, sino que lo tomaron de uno que ellos mismo hicieron, sabiendo muy bien que eso no era lo que se les había indicado hacer, mostrando con ello menosprecio por el fuego hecho de acuerdo a las claras direcciones de Dios.

Un cordero era sacrificado y sus partes eran puestas para que fuese consumido en holocausto del altar y con ese fuego, se realizaban los sacrificios de animales para el perdón y la culpa por el pecado respectivamente mientras el pueblo permanecía de rodillas implorando el perdón de sus pecados. Al terminar, tomaban aceite aromático que lo mezclaban en vasijas de metal y con el fuego del holocausto despedía una aroma muy grato para Jehová el cual era puesto a los lados del lugar santísimo por fuera.

Tomar fuego de cualquier otro lado, no era aceptado por el Señor. Las motivaciones de nuestro corazón son el fuego en donde podemos ofrendar nuestras acciones y ministerio al Señor, pero no puede ser tomado de otro fuego que no sea la consumación de nuestros deseos egoístas, no puede ser tomado sin el recuerdo de aquel cordero santísimo que nos quitó la barrera que nos obstaculizaba para una auténtica relación con el verdadero y único Dios.

El humo que despide el incienso debe ser producido por aquel fuego santo del amor por Dios en la sincera sujeción a su señorío y majestad. Cualquier otro fuego despedido por motivaciones que no busquen glorificar su nombre, no será acepta.

El sacerdocio levítico, fue levantado para indicarnos que ningún hombre como nosotros puede ser el ideal sacerdote que intercede ante Dios, qué solo el sacerdocio de Cristo fue el eficaz intercesor que media entre Dios y los hombres, porque es el sacerdote perfecto que, conociendo nuestras debilidades, como hombre sufrió las mismas tentaciones que nosotros, pero sin pecado, manteniéndose sin mancha ante el Padre celestial, puede no solo interceder como ahora lo hace, sino que aboga por nosotros apelando al pago de su cruz por nuestros pecados. Bendito sea por siempre.

Caminito.
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