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Reciprocidad
#1
¿El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí?

Gálatas 2:20.

Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero.

1 Juan 4:19.

Reciprocidad

Hace unas cuantas décadas, los economistas pensaban que el aumento de la productividad permitiría una mejoría tal del nivel de vida, que los hombres serían más felices y fraternales.

En efecto, en varios países una real y significativa mejora ocurrió, pero también produjo la insatisfacción a causa de la mala repartición de las riquezas producidas. A esto se añade ahora la mala repartición del trabajo, dicho de otro modo, surgió el desempleo o desocupación.

La Biblia nos muestra que la felicidad del ser humano proviene de las buenas relaciones con Dios y con sus semejantes. Esto es lo que da el verdadero sentido a la vida, y no la posesión o el goce de riquezas materiales.

Por medio del nuevo nacimiento, el cristiano entra en otra esfera, la del amor de Dios, revelado a través del más extraordinario don que se puede concebir: el de su propio Hijo. Frente a tal don, el creyente comprende que ya no se pertenece a sí mismo. Entonces se complace en consagrarse a Dios, buscando agradarle. En consecuencia se establece una feliz relación con Dios, a quien se conoce no como aquel que exige, sino como Aquel que da y a quien uno se entrega. Porque el amor aguarda reciprocidad, y nuestra respuesta al amor del Señor Jesús siempre será ínfima comparada con el amor con el cual él nos amó, a usted y a mí.

Cuando Job empezó a preocuparse más de los otros que de sí mismo, Dios le curó y le devolvió el doble de lo que había tenido antes. Es la ley de la reciprocidad, que nos enseña dos cosas:

(1)Dando sales de tus problemas.

Jesús dijo: “Dad, y se os dará” (Lucas 6:38). Tu futuro empieza con lo que tienes en la mano hoy, sea lo que sea. Nada es demasiado pequeño para que no pueda ser multiplicado… ¡pero tienes que sembrarlo!

(2) Lo que estás dispuesto a hacer por otro, determina lo que Dios está dispuesto a hacer por ti.

Escucha: “…el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor” (Efesios 6:8).

Esta reflexión me ha sido enviada en respuesta a un pedido de hoy.
Roberto Espinoza
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