Muchas veces, cuando no conocía al Señor, una pregunta venía a mi mente cada vez que escuchaba la frase “ser salvo”. Salvo de qué, del infierno, claro. Pero esta palabra en realidad era tan literal que no llegaba a comprenderla, y luego me decía muy relajadamente…”si existe eso, no creo que yo vaya allí. Esto debe ser un lugar para personas muy, muy, pero muy malas. Y yo no lo soy tanto”.
Debido a la falta de explicación por los que conocen en relación del infierno es que la obra del Señor es muchas vista en niveles de poca importancia. Mucho más apreciaría una persona que es salvada de no caer en el abismo comparándose a una que es ciega y no puede ver la magnitud de la que está siendo salva.
Heb 2:3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido
anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
Esto nos da cuenta de cuán grande y séria era la situación en la que nos encontrábamos y de la que el Señor nos salvo, asi mismo también cuán grande el castigo de los que la desprecian:
Heb 10:29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por
inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
El Señor Jesucristo nos explica mucho del infierno dándonos a entender de la grave situación de la que nos encontramos. Es un lugar que si existe y de la que no podemos escapar si no tomamos la decisión correcta. Un lugar de eterno sufrimiento. Del que nadie se salvara por sus obras porque muchos piensan que asi lo harán. Un lugar donde se piensa que solo los “malos” irán sin embargo no hay uno bueno. Donde se buscan muchos medios, sin embargo solo hay uno.
El señor Jesucristo nos proveyó de la única llave de salida. El con su única y perfecta obra de salvación y solo tenemos que aceptar que él nos salva de este horror:
Hch 4:12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos.
Tan simple, pero a veces tan difícil de parte de nosotros de aceptarla, y una obra que ninguno de nosotros la haría:
Rom 5:7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir
por el bueno.
Un sacrificio duro que él pago por todos siendo malos, y es más, aun siendo salvos nunca nos sentimos merecedores de ello, pero he ahí, solo al alcance de cualquiera que lo quiera tomar.
Ciertamente el infierno es un lugar al que nadie desearía ir, al que todos inevitablemente estamos destinados a caer y solamente tenemos que asirnos de la mano salvadora de nuestro Señor Jesucristo que está a nuestro alcance para no caer al abismo.
El infierno eso sí está lleno de verdaderos arrepentidos. Arrepentidos de no haber tomado la decisión correcta cuando pudieron, porque allí no habrá más oportunidad.
En el infierno no hay ni un solo incrédulo. Todos allí finalmente saben que Dios existe.
Todos los ecuménicos finalmente allí tendrán su unión consagrada.
Estas fueron las ultimas palabras de Altamont el ateo:
“Mis principios han envenenado a mi amigo, mi extravagancia han dejado en la pobreza absoluta a mi hijo; mi falta de bondad asesinó a mi esposa. ¿Y hay otro infierno? ¿Oh, tú blasfemado, y sin embargo más indulgente Señor Dios! El infierno es un refugio si me oculta de tu ira”
Un articulo en un periódico se refería a una impactante historia en un libro anónimo de memorias publicado hace ya un tiempo. El escritor conoció a la mujer que cuido al profesor J. H. Huxley, el gran agnóstico, durante su última enfermedad. Ella le dijo que mientras yacía muriendo, el gran escéptico tuvo una visión invisible a los ojos mortales y mirando fijamente por un rato, susurro finalmente: “¡Asi que era cierto!” (Reginald Kirby).
Esta fue la descripción que dio Svetlana Stalin de la muerte de su padre, que fue publicada en un periódico: “Mi padre tuvo una muerte difícil y terrible…Dios le garantiza una muerte tranquila, solo a los justos…Cuando parecía que había llegado su último momento, el abrió los ojos de súbito y miro a todos los que estaban reunidos en la habitación. Era una mirada terrible, de un demente o quizá de furia y llena de miedo a la muerte…Luego levanto su mano izquierda como si estuviera señalando a algo desde arriba y trayendo una maldición sobre todos nosotros. El gesto estaba colmado de amenaza…Al momento siguiente…su espíritu se retorció violentamente libre de la carne”.
Lord Byron un ateo hasta el final, exclamo en su lecho de muerte: “¿Debo suplicar misericordia?” Después de una larga pausa añadió: “Llega… llega…no te debilites; debes ser hombre hasta el final”.
Sin embargo una diferencia de las personas cristianas en sus momentos de agonía:
“Vivo en Cristo, vivo en Cristo, y la carne no tiene porque temer a la muerte” (John Knox).
“Tu, Señor, me has herido, pero me siento abundantemente satisfecho, porque provino de tu mano” (Juan Calvino).
“Lo mejor de todo es que Dios está con nosotros. ¡Adiós! ¡Adiós!” (John Wesley).
“Tengo dolor; pero tengo paz, tengo paz” (Baxter).
“¡Bendito sea Dios! Aunque cambie mi lugar, no cambiare mi compañía” (Preston).
“¡Ah! ¿Es esto la muerte? ¡Cómo le he temido como a un enemigo a este sonriente amigo!” (Goodwing).
“Si esto es morir, es la cosa más placentera imaginable” (Lady Glenorchy)
Hay una inscripción en la lápida de un niño en un camposanto en Inglaterra que dice:
“ ‘¿Quién arranco esa flor?’ Exclamó el jardinero mientras caminaba en medio del jardín. Su compañero y sirviente le respondió: ‘El Maestro’ Y el jardinero quedo en paz”.
Debido a la falta de explicación por los que conocen en relación del infierno es que la obra del Señor es muchas vista en niveles de poca importancia. Mucho más apreciaría una persona que es salvada de no caer en el abismo comparándose a una que es ciega y no puede ver la magnitud de la que está siendo salva.
Heb 2:3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido
anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron,
Esto nos da cuenta de cuán grande y séria era la situación en la que nos encontrábamos y de la que el Señor nos salvo, asi mismo también cuán grande el castigo de los que la desprecian:
Heb 10:29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por
inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?
El Señor Jesucristo nos explica mucho del infierno dándonos a entender de la grave situación de la que nos encontramos. Es un lugar que si existe y de la que no podemos escapar si no tomamos la decisión correcta. Un lugar de eterno sufrimiento. Del que nadie se salvara por sus obras porque muchos piensan que asi lo harán. Un lugar donde se piensa que solo los “malos” irán sin embargo no hay uno bueno. Donde se buscan muchos medios, sin embargo solo hay uno.
El señor Jesucristo nos proveyó de la única llave de salida. El con su única y perfecta obra de salvación y solo tenemos que aceptar que él nos salva de este horror:
Hch 4:12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos.
Tan simple, pero a veces tan difícil de parte de nosotros de aceptarla, y una obra que ninguno de nosotros la haría:
Rom 5:7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir
por el bueno.
Un sacrificio duro que él pago por todos siendo malos, y es más, aun siendo salvos nunca nos sentimos merecedores de ello, pero he ahí, solo al alcance de cualquiera que lo quiera tomar.
Ciertamente el infierno es un lugar al que nadie desearía ir, al que todos inevitablemente estamos destinados a caer y solamente tenemos que asirnos de la mano salvadora de nuestro Señor Jesucristo que está a nuestro alcance para no caer al abismo.
El infierno eso sí está lleno de verdaderos arrepentidos. Arrepentidos de no haber tomado la decisión correcta cuando pudieron, porque allí no habrá más oportunidad.
En el infierno no hay ni un solo incrédulo. Todos allí finalmente saben que Dios existe.
Todos los ecuménicos finalmente allí tendrán su unión consagrada.
Estas fueron las ultimas palabras de Altamont el ateo:
“Mis principios han envenenado a mi amigo, mi extravagancia han dejado en la pobreza absoluta a mi hijo; mi falta de bondad asesinó a mi esposa. ¿Y hay otro infierno? ¿Oh, tú blasfemado, y sin embargo más indulgente Señor Dios! El infierno es un refugio si me oculta de tu ira”
Un articulo en un periódico se refería a una impactante historia en un libro anónimo de memorias publicado hace ya un tiempo. El escritor conoció a la mujer que cuido al profesor J. H. Huxley, el gran agnóstico, durante su última enfermedad. Ella le dijo que mientras yacía muriendo, el gran escéptico tuvo una visión invisible a los ojos mortales y mirando fijamente por un rato, susurro finalmente: “¡Asi que era cierto!” (Reginald Kirby).
Esta fue la descripción que dio Svetlana Stalin de la muerte de su padre, que fue publicada en un periódico: “Mi padre tuvo una muerte difícil y terrible…Dios le garantiza una muerte tranquila, solo a los justos…Cuando parecía que había llegado su último momento, el abrió los ojos de súbito y miro a todos los que estaban reunidos en la habitación. Era una mirada terrible, de un demente o quizá de furia y llena de miedo a la muerte…Luego levanto su mano izquierda como si estuviera señalando a algo desde arriba y trayendo una maldición sobre todos nosotros. El gesto estaba colmado de amenaza…Al momento siguiente…su espíritu se retorció violentamente libre de la carne”.
Lord Byron un ateo hasta el final, exclamo en su lecho de muerte: “¿Debo suplicar misericordia?” Después de una larga pausa añadió: “Llega… llega…no te debilites; debes ser hombre hasta el final”.
Sin embargo una diferencia de las personas cristianas en sus momentos de agonía:
“Vivo en Cristo, vivo en Cristo, y la carne no tiene porque temer a la muerte” (John Knox).
“Tu, Señor, me has herido, pero me siento abundantemente satisfecho, porque provino de tu mano” (Juan Calvino).
“Lo mejor de todo es que Dios está con nosotros. ¡Adiós! ¡Adiós!” (John Wesley).
“Tengo dolor; pero tengo paz, tengo paz” (Baxter).
“¡Bendito sea Dios! Aunque cambie mi lugar, no cambiare mi compañía” (Preston).
“¡Ah! ¿Es esto la muerte? ¡Cómo le he temido como a un enemigo a este sonriente amigo!” (Goodwing).
“Si esto es morir, es la cosa más placentera imaginable” (Lady Glenorchy)
Hay una inscripción en la lápida de un niño en un camposanto en Inglaterra que dice:
“ ‘¿Quién arranco esa flor?’ Exclamó el jardinero mientras caminaba en medio del jardín. Su compañero y sirviente le respondió: ‘El Maestro’ Y el jardinero quedo en paz”.