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Adivinación
#1
La palabra hebrea usual que se traduce “adivinación” y “adivino” es la raíz qsm. La raíz nhû se usa en Gn. 44.5, 15, y en otras partes se traduce “sortílego”, “agüero”, “mirar en (darse a) agüeros”, “ser agorero”. A veces la raíz aparece unida a los vocablos anteriores, y se traduce “observar los tiempos”, “ser adivino”, “(oír a) agoreros”.

La adivinación es en general la tentativa de percibir acontecimientos distantes en el tiempo o el espacio y que, por consiguiente, no son perceptibles por medios normales. Una definición similar podría aplicarse a la función del vidente en la profecía, como fue ejercida, por ejemplo en 1 S. 9.6–10. De ahí que el término podía ser utilizado ocasionalmente en sentido bueno, como que podríamos hablar de un profeta en posesión del don de clarividencia sin por este motivo aprobar todas las formas de clarividencia. Así, Balaam es adivino, además de ser inspirado por Dios (Nm. 22.7; 24.1). La adivinación que se condena en Ez. 13.6–7 es la que se especifica como “mentirosa”. En Mi. 3.6–7, 11 la adivinación es una función de los profetas, aunque aquí también han prostituido su don; Zac. 10.2. En Pr. 16.10 qesem (“oráculo” o “decisiones inspiradas”) se aplica a la guía divina otorgada por medio del rey.

Aparte de estos usos generales, la adivinación es condenada, con excepción de dos pasajes que se consideran más adelante. Al pueblo de Dios se le prohíbe la utilización de la adivinación y los encantamientos en la forma que lo hacía el mundo pagano (Lv. 19.26; Dt. 18.9–14), y 2 R. 17.17; 21.6 registran su desobediencia. Se mencionan adivinos paganos en 1 S. 6.2; Is. 44.25; Ez. 21.22.

La adivinación puede adoptar muchas formas. Se pueden hacer dos grandes divisiones, a saber, una interna y una mecánica: la primera constituye ya sea la inspiración en estado de arrobamiento de tipo chamanista, o directamente la clarividencia; la segunda utiliza medios técnicos, tales como arena, vísceras de un sacrificio o, en tiempos modernos, hojas de té. Estas divisiones no son excluyentes, ya que los objetos pueden desencadenar la facultad clarividente, como sucede con el uso de la bola de cristal. Es posible que Balaam haya dado paso a sus poderes de esta manera (Nm. 24.1).

Las siguientes formas se mencionan en la Biblia:

a. La rabdomancia. Ez. 21.21. Se arrojaban al aire palos o flechas, y se deducían los presagios según la posición al caer. Os. 4.12 también podría referirse a este procedimiento.

b. La hepatoscopía. Ez. 21.21. Se suponía que el examen del hígado u otras vísceras de un sacrificio echaba luz sobre algún problema. Probablemente se clasificaban las formas y las marcas, las que eran interpretadas por el sacerdote.

c. Los terafines. Práctica asociada con la adivinación en 1 S. 15.23; Ez. 21.21 (“idolatría” en ambos casos); Zac. 10.2. Si los terafines eran imágenes de antepasados fallecidos, la adivinación era probablemente una especie de espiritismo.

d. La necromancia, o sea la consulta a los fallecidos. Esto se asocia con la adivinación en Dt. 18.11; 1 S. 28.8; 2 R. 21.6, y está condenada en la ley (Lv. 19.31; 20.6), los profetas (Is. 8.19–20), y los libros históricos (1 Cr. 10.13). Se hablaba del médium como del poseído por un oÆnéÆ, probablemente de la raíz yaµd_a>, ‘saber’, presumiblemente con referencia al conocimiento sobrenatural que afirma tener el espíritu y en sentido secundario su dueño.

e. La astrología. Mediante la astrología se obtienen conclusiones teniendo en cuenta la posición del sol, la luna, y los planetas en relación al zodíaco y el uno con el otro. Aunque no se la condena, en Is. 47.13 y Jer. 10.2 se da poca importancia a la astrología. Los sabios ( Magos) que visitaron al niño Jesús (Mt. 2.9) probablemente se formaron en la tradición babilonica que mezclaba la astronomía con la astrología.

f. La hidromancia, o adivinación por medio del agua. En este caso aparecen formas y figuras en el agua contenida en un tazón, como sucede también en la bola de cristal. El brillo del agua induce una especie de arrobamiento leve, y las visiones son subjetivas. La única referencia a esto es la Biblia aparece en Gn. 44.5, 15, donde podría ser que José haya utilizado su copa de plata con este propósito. Pero no es posible decir hasta dónde se puede dar crédito a una afirmación registrada en una sección donde José y su mayordomo están engañando deliberadamente a sus hermanos.

g. Las suertes. En el AT se echaban suertes para conocer la voluntad de Dios respecto a la asignación de territorio (Jos. 18–19, etc.), la elección del macho cabrío a ser sacrificado en el día de la expiación (Lv. 16), el descubrimiento de la persona culpable (Jos. 7.14; Jon. 1.7), la asignación de los deberes en el templo (1 Cr. 24.5), la determinación de un día afortunado por Amán (Est. 3.7). En el NT los vestidos de Cristo fueron repartidos por medio de suertes (Mt. 27.35). En la Biblia la última ocasión en que se echaron suertes para conocer la voluntad de Dios fue en la elección de Matías (Hch. 1.15–26), y en este caso puede haber algún significado en el hecho de que sucedió antes de Pentecostés.

h. Los sueños. A menudo se toman en cuenta como medio de adivinación, pero en la Biblia no hay ningún caso en que una persona haya pedido deliberadamente ser guiada o recibir conocimiento sobrenatural a través de sueños, excepto, quizás, los profetas falsos en Jer. 23.25–27. El sueño espontáneo, es a menudo un medio para conocer la voluntad divina.

En Hch. 16.16 una muchacha tiene espíritu de adivinación. La palabra griega en este caso es pythoµn. El famoso oráculo de Delfos se encontraba en el distrito de Pitón y, evidentemente, se usaba el término en forma general para describir a cualquier persona poseída de inspiración sobrenatural, como el caso de la sacerdotisa en Delfos.
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