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Los alimentos en la Biblia
#1
Alimentos en la Biblia
(Articulo de revista cristiana Alerta)
 
Parte I
 
En el término general de alimentos están incluidos todos los productos animales y vegetales utilizados para mantener la vida física del cuerpo. En el principio, todas las plantas, incluyendo los árboles frutales, sirvieron de alimento a los hombres y las hortalizas a los animales. La Biblia comienza diciendo: “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer” (Gn. 1:29, 30).
 
La caída del hombre trajo como consecuencia la necesidad de que los hombres tuvieran que trabajar duramente para hacer que la tierra produjera. Evidentemente en los alimentos que Noé llevó consigo en el arca estaban representados todos los productos que se consumían en esa época, pero la Biblia no da detalles. Después del diluvio, Dios hizo esta promesa: “Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, y el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche... Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Gn. 22; 9:3, 4).
 
Según la Biblia, la tierra prometida fluía con leche y miel, pero la tierra prometida era más que eso; era una cornucopia que se desbordaba con toda clase de frutos y cereales saludables, comidas para la sanidad: “Tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite y de miel” (Dt. 8:8).
 
Casi cada uno de los libros en la Biblia contiene referencias a los alimentos de ese tiempo, junto con las reglas que gobernaban su cultivo, preparación y consumo. Por siglos los eruditos de la Palabra de Dios han estudiado los alimentos que se consumían en los tiempos bíblicos, pero sólo recientemente los nutricionistas modernos han reconocido que lo que fue bueno para las personas hace miles de años, es bueno y tal vez mejor para todos hoy. Es indudable que la cocina bíblica es saludable. Pocos o tal vez ninguno de los nutricionistas modernos ha podido encontrar fallas en ella. Todos los alimentos que se mencionan en la Biblia ayudan a mantener una buena salud y muchos de ellos, de hecho contienen sustancias que contribuyen a combatir las enfermedades. Los científicos han identificado docenas de productos alimenticios que pueden ayudar a prevenir el cáncer, las enfermedades del corazón y otras dolencias.
 
El pueblo de Israel también tenía leyes dietéticas dadas en el Talmud, el cuerpo de leyes civiles y religiosas de los judíos que incluye comentarios sobre la Tora o Pentateuco. Estas leyes les decían cómo debían preparar ciertos alimentos y cuales debían evitar por completo. Eran buenas reglas para conservar la salud. Según el libro Magia y Medicina de las Plantas, publicado por Reader’s Digest: «Los judíos del período del Antiguo Testamento son recordados por los altos estándares de salud pública e higiene... El uso de las plantas para propósitos medicinales era una costumbre aceptada. El libro de Eclesiastés en un sentido autoriza y anima esta práctica. Dios creó medicinas de la tierra y un hombre sensible no debe despreciarlas... En los tiempos del Antiguo Testamento docenas de plantas se usaban medicinalmente».
 
En lugar de procesar el azúcar, las personas de los tiempos bíblicos usaban miel natural para endulzar, o la pulpa azucarada de las frutas frescas. Comían una amplia variedad de frutas, de cereales, granos y fabricaban gran variedad de panes. Todo esto junto con la leche, la mantequilla, los quesos, el agua y el jugo de la uva constituían el alimento básico a principios del siglo II A.C. Es indudable que los patriarcas seminómadas se alimentaban principalmente de productos lácteos derivados de sus ganados, rebaños y también de pan.
Incluso a veces cultivaban cereales, tal como hizo Isaac: “Y sembró Isaac en aquella tierra, y cosechó aquel año ciento por uno; y le bendijo Jehová” (Gn. 26:12).
 
La sopa de lentejas, el “guiso rojo” probablemente era un plato común en la época en que Esaú vendió su derecho de primogenitura por un plato de potaje: “Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura” (Gn. 25:34). Las lentejas indudablemente siguieron siendo un plato preferido, tal como dice 2 Samuel 17:28, 29a: “Trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen...”
 
El Diccionario Bíblico enumera así la lista de los principales productos que consumía el pueblo de Israel en los tiempos bíblicos de acuerdo con sus categorías
 
Cereales:
 
Granos, escanda, trigo, trigo para pan, cebada, malta, millo.
 
Legumbres:
 
Arroz, lentejas, habas, garbanzos, arvejas, berros, algarrobas, puerro, ajos, cebollas, pepinos.
 
Frutas:
 
Higos, dátiles, manzanas, albaricoques, peras, membrillo, níspola, duraznos, granadas, uvas, melones.
 
En las legumbres estaban incluidas las diversas variedades de frijoles o judías. En las hierbas: el eneldo, comino, cilantro, menta, azafrán, canela, mostaza, ruda, albahaca y una hierba que tal vez era una variedad de la achicoria silvestre. El pan y los platos hechos de granos en el menú los hacían de grano entero, como parte de una dieta rica en fibra que ahora es tan crítica para la buena salud. La cebada, el trigo, el millo, las semillas de ajonjolí, los melones y los vegetales crudos eran fuente común de fibra en los tiempos bíblicos. 
 
El pescado y las aves de corral se servían más a menudo que la carne, la cual se reservaba generalmente para la clase alta o para ocasiones especiales, tal como en Génesis 18:6-8, cuando Abraham le ofreció carne de becerro, mantequilla, leche y pan a los tres ángeles que se le aparecieron en el encinar de Mamre.
 
Las frutas y la diversa variedad de nueces y almendras, eran abundantes y se usaban a menudo como ingredientes en los postres. Tal como ahora sabemos, las nueces son buenas para regular el azúcar de la sangre y para reducir el colesterol. El vino, el jugo de la vid, era la bebida preferida. Hoy las investigaciones médicas han descubierto que un poco de vino tomado en forma moderada, puede ayudar a prevenir las enfermedades del corazón. La cocina bíblica incluía una amplia variedad de quesos, los cuales son excelentes y constituyen una fuente de proteína barata que sirve como sustituto de la carne.
 
En la Biblia, de hecho, hay cientos de referencias a las plantas, tantas que no podemos cubrirlas todas en este artículo. Sólo vamos a referirnos a los alimentos principales que comían las personas en los tiempos bíblicos para mantener una buena salud y combatir las enfermedades, al igual que para su mantenimiento diario, y todos estos alimentos usted puede encontrarlos en el supermercado: “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto...” (Ez. 47:12a).
 
La manzana
 
Ningún alimento bíblico es más famoso, ni ninguno tiene tan mala fama como la manzana, a pesar del hecho que Adán y Eva probablemente ni conocieron las manzanas, mucho menos las comieron. La Biblia no dice en ningún momento qué clase de fruta usó la serpiente para tentar a Eva en el huerto del Edén. La tradición sostiene que fue una manzana, pero muchos eruditos que han estudiado la botánica de la Biblia piensan que más probablemente se trataba de un albaricoque, quizá una fruta cítrica, un naranja o un membrillo, una fruta de Asia Central que asemeja una manzana amarilla.
 
En la Biblia se alaba la manzana por considerarla una fruta sana y que ayuda a curar, tal como la ciencia moderna lo confirma. Es así como alaba el escritor del libro de los Cantares al árbol de manzano: “Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes... Confortadme con manzanas; porque estoy enferma de amor” (Cnt. 2:3, 5).
 
Los griegos que vivieron durante los tiempos bíblicos creían que la manzana curaba todas las dolencias. Un autor árabe de la misma era, escribió: «Su esencia alegra mi alma, renueva mis fuerzas y restaura mi aliento». A principios de este siglo, un artículo en la revista American Medicine alaba las manzanas con estas palabras: «...terapéuticamente efectiva en todas las condiciones de acidosis, gota, reumatismo, ictericia, todos los problemas del hígado y la vesícula biliar, nerviosismo y enfermedades de la piel causadas por hígado perezoso, hiperacidez y estados de autointoxicación».
 
Los investigadores modernos de la Universidad Estatal de Michigan le llaman a la manzana: «El alimento medicinal de todas partes». He aquí algunos de los poderes curativos de la manzana:
 
• Reduce tanto el colesterol malo como la presión sanguínea.
• Los jugos de manzana son altamente efectivos para combatir los virus.
• Ayuda a estabilizar el azúcar de la sangre, un factor importante para controlar la diabetes.
• Suprime el apetito sin robarle al cuerpo los nutrientes necesarios, por eso es tan buena para quienes hacen dieta.
• Dependiendo de la necesidad, previene el estreñimiento o ayuda a tratar la diarrea.
• Ayuda a mantener dientes sanos.
• Contiene químicos que los científicos creen que son vitales para detener el cáncer.
 
Los nutricionistas sugieren que comer dos o tres manzanas al día puede aumentar la protección del cuerpo en contra de las enfermedades del corazón, gracias a la increíble habilidad de esta fruta para reducir la presión arterial y el colesterol malo, tan peligroso para la salud. De hecho, ellos dicen que entre más alto esté el colesterol, mayores son los beneficios si se aumenta el consumo de manzanas.
 
La habilidad de las manzanas para mantener nuestros corazones saludables y bombeando ha sido confirmada por investigadores de Estados Unidos, Francia e Italia, entre otros. Un estudio con animales en el Instituto de Fisiología en Francia, llegó a esta increíble conclusión, de que una dieta fuerte en manzanas, disminuye los niveles de colesterol entre 28 a 52 puntos. Además, cuando un grupo de 30 hombres de edad media le añadieron tres manzanas a su dieta, sin cambiar nada más, 80% de ellos mostraron una reducción considerable en los niveles del colesterol del 10 al 30%.
 
Incluso, mucho más sorprendente fue el hecho que las manzanas aumentaron el colesterol bueno en la sangre, mientras que redujeron el colesterol malo, que es el responsable de formar coágulos en las arterias, una condición que puede conllevar a ataques fatales del corazón o de apoplejía. Una razón de esto podría ser la pectina en la manzana, esa fibra soluble que usualmente se extrae para hacer jalea. Los investigadores franceses también descubrieron que la pectina, en conjunción con la vitamina C y otros químicos naturales en la manzana, forman una especie de fortaleza que sirve como escudo alrededor del corazón para prevenir las enfermedades cardiovasculares. Por alguna razón misteriosa, una dieta rica en manzanas disminuye el colesterol más eficientemente en las mujeres que en los hombres. Las manzanas son una fruta excelente para los diabéticos y otros que necesitan controlar los niveles de azúcar en la sangre. Se encuentran entre los mejores alimentos para controlar el azúcar de la sangre.
 
A pesar de que la manzana es una rica fuente de azúcar natural, algo en su contenido no causa un rápido y a menudo peligroso aumento en el azúcar de la sangre. También impide que el cuerpo bombee mucha insulina, la cual, a cambio, ayuda a reducir el colesterol y la presión sanguínea. Algunas personas incluso sólo tienen que oler las manzanas para recibir el beneficio. Científicos del Centro de Psicofisiología de la prestigiosa Universidad Yale, descubrieron que la esencia de aroma de manzana produce un efecto calmante, el cual ayuda a reducir la presión.
 
Las manzanas enteras, en oposición al jugo, son buenas para quienes están haciendo dieta. El aumento en los niveles de glucosa en la sangre que ocurre cuando usted come una manzana lo hace sentirse lleno. El jugo de manzana también le ayuda a mantenerse saludable durante el proceso de sanación, especialmente si sufre de resfriado o virus. Las personas que comen manzanas regularmente sufren de menos resfriados y problemas respiratorios.
 
En un estudio que se realizara en el estado de Michigan con 1.300 estudiantes, esos que comieron regularmente manzanas por más de un período de tres años hicieron un tercio menos de visitas a los médicos que quienes no comieron manzanas. Los investigadores notaron que los comedores de manzana sufren de menos enfermedades relacionadas con la tensión.
 
Hay también indicación de que las manzanas pueden ayudar a combatir ciertos tipos de cáncer. La razón parece ser que las manzanas contienen gran cantidad de ácidos naturales que han bloqueado exitosamente la formación de cáncer en estudios de laboratorio. Recuerde que para obtener los mejores beneficios de salud, usted tiene que comer la manzana entera, con cáscara y todo. La cáscara contiene un alto nivel de fibra de pectina, la cual parece ser la base para el asombroso poder de la fruta para reducir el colesterol o la presión sanguínea, balancear el contenido de azúcar en la sangre y combatir el cáncer.
 
La manzana puede ser también el único alimento curativo capaz de ayudar en dos problemas opuestos al mismo tiempo: el estreñimiento y la diarrea. Primero, la manzana o la compota de manzana han sido usadas por siglos, para ayudar a las personas a retornar a una dieta regular después de haber sufrido ataques de diarrea. La pectina en la fibra de la manzana aparente es el factor curativo, lo cual explica por qué se encuentra como componente básico de muchos remedios contra la diarrea. Ésta también es la misma fibra que los nutricionistas han estado diciendo por décadas que es absolutamente necesaria para mantener normales las funciones intestinales, libres de estreñimiento. Finalmente, las manzanas no son sólo un alimento excelente, sino también una especie de cepillo de dientes natural, ya que pueden ayudar a prevenir las caries dentales. Las personas de los tiempos bíblicos probablemente lo aprendieron a través de la experimentación y el error, pero los investigadores modernos han confirmado este hecho en el laboratorio.
 
Un grupo de científicos de Noruega descubrieron que las manzanas de hecho ayudaron a mantener limpios los dientes de un grupo de niños y que, por consiguiente, reducían considerablemente el riesgo de las caries dentales. El sabio rey Salomón sabía de qué estaba hablando cuando dijo: «Confortadme con manzanas; porque estoy enferm(o)...»
 
Cebada
 
Leemos en la Escritura: “Tierra de trigo y cebada, de vides, higueras y granados; tierra de olivos, de aceite
y de miel” (Dt. 8:8). “Aquí está un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; mas ¿qué es esto para tantos?... Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido” (Jn. 6:9, 13).
 
La Biblia está colmada con referencias a la cebada, la cual se encuentra entre los granos más conocidos en la antigüedad y más nutritivos jamás cultivados. De hecho, algunos eruditos dicen, que la Fiesta de los Panes sin Levadura era la festividad antigua de la siega de la cebada que se convirtió en la celebración de la Pascua: “Estas son las fiestas solemnes de Jehová, las convocaciones santas, a las cuales convocaréis en sus tiempos... Y a los quince días de este mes es la fiesta solemne de los panes sin levadura a Jehová...” (Lv. 23:4, 6).
 
Expertos en historia bíblica dicen que la cebada no es tan valiosa como el trigo. Pero era el alimento básico de las multitudes y como tal un rasgo prominente de estos primeros hebreos. Por consiguiente, el hecho que la cebada se mencione tan a menudo demuestra que el pueblo del período bíblico consumía grandes cantidades de este grano, el cual desempeñaba un papel vital en su salud y sanidad, fuera que lo supieran o no.
 
Por miles de años la cebada ha disfrutado de gran reputación como alimento que mejora la potencia, el vigor y la fortaleza. A los gladiadores romanos a menudo se les llamaba «hordearil» que significaba «comedores de cebada», porque este grano se le añadía a su dieta para aumentarles la energía antes de sus enfrentamientos. Hoy sabemos por estudios, que la cebada es uno de los tres almidones balanceados, y que el arroz y la papa son los otros dos. Son ricos en complejos carbohidratos que alimentan el cuerpo con una corriente constante de energía.
 
Incluso hoy, la cebada todavía es un alimento importante a través de todo el Medio Oriente, lo cual tal vez es la causa para la tasa generalmente baja de enfermedades del corazón en esa parte del mundo. En algunos lugares la cebada se recomienda como “medicina para el corazón”. Los nutricionistas dicen que contiene un tipo de fibra que puede aminorar el riesgo de las enfermedades del corazón al reducir los niveles de coágulos en las arterias. En estudios médicos se ha comprobado que una dieta que incluya cebada abundante, tres veces al día, ha reducido el nivel del colesterol en un 15%.
 
Ese mismo alto contenido de fibra mantiene normales las funciones intestinales, alivia el estreñimiento y protege contra una amplia variedad de problemas digestivos. También puede ayudar a bloquear el cáncer. Como cualquiera que ha hecho un estudio de la Biblia sabe, el pan hecho con cebada u otras harinas de grano entero, era considerado tan vital para la buena salud y una vida larga, que se le llamaba «el báculo de la vida». No sorprende que los expertos en medicina moderna, estén haciendo investigaciones respecto a sus beneficios.
 
Se ha descubierto que la cebada es efectiva para acabar con la producción del colesterol malo que hace tanto daño a nuestras arterias, tanto que puede provocar ataques de apoplejía y al corazón. En un interesante estudio sobre animales, los investigadores del Departamento de Agricultura de Estados Unidos descubrieron que la producción del colesterol malo se redujo en un increíble 18% cuando se le añadió a su dieta grandes cantidades de cebada.
 
En estudios continuados, científicos de la Universidad Estatal de Montana descubrieron que una dieta alta en cebada tenía exactamente el mismo efecto en las personas. En ese estudio un grupo de hombres comió gran cantidad de cereal, pan, bizcochos y molletes hechos de harina de cebada. Después de seis semanas y de comer cebada tres veces al día, los niveles de colesterol descendieron un promedio de 15%. Esos cuyos niveles de colesterol eran los más altos al comienzo, fueron los que mostraron la mejoría más significativa. Otro grupo consumió el mismo producto hecho de harina de trigo o de salvado, pero su conteo de colesterol no disminuyó, llevando a los investigadores a concluir que la respuesta tenía que encontrarse en la fibra que contiene la cebada.
 
Otro estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de Winsconsin encontró que los pacientes a quienes se les practicó cirugía de corazón abierto, los niveles de colesterol descendieron de un 9 a 18% si su dieta postoperatoria incluía cápsulas de cebada. El aceite claramente tiene el mismo efecto como el grano en la producción de colesterol del hígado. Los investigadores ahora dicen que el siguiente paso, es descubrir cuál de los diferentes tipos de cebada contiene los ingredientes más poderosos para combatir el colesterol.
 
Esos mismos investigadores también están examinando la cebada y sus ingredientes para saber si puede usarse en la lucha contra el cáncer. La mayoría de las semillas, incluyendo la cebada, contienen químicos naturales llamados inhibidores de la proteasa. Significativamente, estas poderosas fuentes de energía van en contra de los agentes que causan el cáncer en nuestros cuerpos y ayudan a derrotarlos por completo antes que comiencen a formarse. Investigadores en Israel recientemente sustituyeron la harina de trigo usada para hacer pan y bizcochos por harina de cebada y se la dieron a pacientes que sufrían de estreñimiento crónico, quienes se habían convertido en dependientes peligrosos de los laxantes.
 
Un increíble 79% de esos pacientes, quienes consumían a diario tres o cuatro productos hechos a base de cebada, se curaron sin ningún tratamiento médico adicional. Para asegurarse por completo de los resultados, los médicos entonces le suspendieron la cebada a los pacientes. A no dudar, casi todos en el grupo de estudio volvieron una vez más a tener problemas de estreñimiento y al cabo de un mes volvieron a necesitar atención médica. Algunas variedades de cebada contienen más fibra que otras. Por eso cuando vaya al supermercado o a las tiendas de remedios naturales, busque por el término en inglés unpearled. Esto quiere decir que la cebada no ha sido procesada y que por lo tanto contiene más fibra lo cual ayuda a disminuir la presión sanguínea.
 
Usted puede encontrar esta cebada sin procesar en la mayoría de las tiendas de productos naturales. En los supermercados lo más probable es que consiga cebada procesada la cual tal vez no sea tan efectiva para curar el estreñimiento. Pero tenga en mente que incluso esa clase todavía contiene suficiente fibra para reducir el colesterol y para hacer una gran diferencia en su salud. Usted puede sustituir la harina de trigo por la de cebada en la mayoría de las recetas. A continuación un par de formas de añadirle cebada a su dieta. Son el equivalente moderno a las comidas a base de cebada que se consumían en los tiempos bíblicos.
 
Cebada hervida
 
• 1 taza de cebada
• 3 tazas de agua
• 1 pizca de sal
 
Lave la cebada y colóquela en una cacerola con agua y sal. Permita que hierva y cocínela a fuego lento por una hora. La cebada se expandirá tres veces en su volumen. Sírvala con mantequilla o salsa en lugar del arroz.
 
Agua de cebada
 
El agua de cebada es un remedio antiguo que presuntamente ayuda a aclarar la piel y detiene la formación de arrugas.
 
• ½ Taza de miel o más si gusta.
• 8 tazas de agua
• 1 taza de cebada
• 1 pizca de sal
 
Lave la cebada, luego combínela con agua y sal en una tetera grande. Permita que hierva y cocínela a fuego lento por lo menos por dos horas o hasta 24 horas. Entre mayor sea el período de cocción, más espesa será el agua de cebada. Añada agua conforme estime necesario para mantener su nivel a unas cinco tazas. Cuele el agua, añádale sabor con la miel y sírvala después de enfriarse.
 
Habas o legumbres
 
Dice la Escritura: “Y tú toma para ti trigo, cebada, habas, lentejas, millo y avena, y ponlos en una vasija, y
hazte pan de ellos...” (Ez. 4:9a). Esta receta es para confeccionar lo que eruditos bíblicos llaman «el pan de Ezequiel», el cual preparó el profeta durante el sitio de Jerusalén. Esta es una de las pocas recetas específicas que encontramos en la Biblia.
 
Ni Ezequiel, ni las personas que hacían y comían el pan lo sabían, pero ellos estaban practicando una poderosa técnica de sanación que los nutricionistas de hoy llaman «acrecentamiento». Esto simplemente significa que una variedad de granos usados juntos forman un alimento más potente y con más alta cantidad de proteínas que los panes hechos de un solo grano. Tal como dice en el segundo libro de Samuel, las habas o legumbres se encontraban entre los alimentos más nutritivos que le enviaran al ejército hambriento del rey David para restaurarles las fuerzas: “Trajeron a David y al pueblo que estaba con él, camas, tazas, vasijas de barro, trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, garbanzos tostados, miel manteca, ovejas, y quesos de vaca, para que comiesen...” (2 S. 17:28, 29a).
 
Vale la pena hacer notar que las legumbres en general están mencionadas prominentemente en el pasaje anterior. Sabemos que contienen fibra soluble que ayuda a reducir el colesterol malo y reduce la presión. Esta misma fibra también ayuda a mantener estables los niveles de azúcar, quita el hambre, lo cual es una bendición para cualquiera que está en dieta, y se ha demostrado incluso que reduce los requerimientos de insulina para personas que sufren de diabetes.
 
Con todo lo importante que son las legumbres para nosotros hoy, lo fueron más como un alimento básico en los tiempos bíblicos. Las habas son una fuente maravillosa de proteínas, algo que escaseaba en las sociedades primitivas, al igual que contiene vitamina C en abundancia, hierro y fibra para la dieta. En el occidente, la mayoría de nosotros obtenemos esto por otros alimentos o suplementos.
 
Los agricultores primitivos podían también cultivar las legumbres con facilidad y las hacían en puré y potaje, o en tipo de pan granulado cuando las mezclaban con millo. Otra ventaja era que como las otras leguminosas, las arvejas y lentejas, se podían poner a secar con facilidad y almacenarlas por largos períodos para los tiempos difíciles. Los eruditos bíblicos dicen que las habas mencionadas en la Biblia eran habas grandes porque esa clase se cultivaba extensamente a través de todos los países del oriente del Mediterráneo durante ese período. También se sabe que era un alimento popular en Egipto. 
 
A diferencia de nuestros antecesores bíblicos, hoy contamos con un amplio rango de legumbres para escoger, rojas, blancas, negras, frijol de carita, garbanzos, frijoles, lentejas, frijol de media luna, arvejas, frijol moteado, frijol blanco y habichuelas verdes. Todas ellas ofrecen la misma clase de beneficios maravillosos para la salud. Por ejemplo, las legumbres en general ayudan a reducir la presión y el colesterol malo que los investigadores modernos aseguran que causa problemas devastadores para el corazón, un riesgo de la salud que era raro para esos que vivieron hace siglos.
 
Las legumbres también contienen químicos que inhiben el crecimiento del cáncer y ayudan a controlar la insulina y los niveles de azúcar en la sangre tan vitales para la buena salud de los diabéticos. En un nivel más rutinario, las judías ayudan a prevenir y a curar el estreñimiento. Pueden detener las hemorroides, impedir que se desarrollen otros problemas relacionados con los intestinos y ayudan a curarlos si ya se sufre de estos padecimientos. En esos tiempos antiguos, las habas o judías y los ajos eran a menudo hervidos juntos, produciendo con esto una versión primitiva de medicina para acabar con los resfriados más persistentes.
 
Usted no tiene que comer las legumbres mañana, tarde y noche para recibir los beneficios. Una taza al día de judías cocidas puede ser todo lo que se necesita, especialmente si su dieta incluye ya alimentos similares, productos que mencionemos en este artículo, los que también sirvan para combatir el colesterol, cáncer y la presión alta. Incluso, ni siquiera las legumbres enlatadas pierden todo su valor terapéutico como resultado de su procesamiento. Se ha demostrado que una lata de frijoles con cerdo disminuye el nivel del colesterol en un 12%. Es necesario advertir que algunas investigaciones indican que los frijoles enlatados pueden aumentar el nivel del azúcar en personas diabéticas. Se recomienda que quienes sufren de este padecimiento consulten primero a su médico por su opinión profesional.
 
También se debe recordar que la mayoría de los productos enlatados contienen mucha sal, de tal manera que si necesita una dieta baja o libre de sodio, revise la etiqueta. Si necesariamente tiene que usar los frijoles enlatados, enjuáguelos con agua para quitarles la sal. Aquí tenemos un informe detallado del poder de las legumbres:
 
• Contienen en forma natural altos niveles de proteínas vegetales. Por ejemplo, 17,9 gramos por taza.
• Esta misma taza contiene 6 a 7 gramos de fibra valiosa.
• Son bajos en grasa y no contienen colesterol.
• Son altos en potasio, hierro y tiamina y bajos en sodio.
 
Justo una taza provee cerca de 12 gramos de complejos carbohidratos o almidones. Eso las convierte en una fuente excelente de energía, lo cual es tal vez la razón de por qué lo necesitaba tanto el ejército hambriento del rey David. Los científicos dicen que durante el proceso digestivo se liberan ciertos químicos naturales que contienen los frijoles, judías y otras legumbres. Ellos, en efecto, retrasan la producción del colesterol malo. Por consiguiente, esos mismos químicos que circulan a través de nuestro sistema cardiovascular, ayudan a limpiar el colesterol malo que de otra forma podría obstruir las arterias.
 
El doctor James Anderson, un notable investigador de la Universidad de Kentucky, está tan convencido del poder de las legumbres que recomienda un mínimo de una taza de judías cocidas una vez al día para ayudar a prevenir las enfermedades del corazón. Dice que incluso entre los hombres de edad madura, el grupo de más riesgo del colesterol peligroso, una dieta que incluya legumbres reduce dramáticamente los niveles de colesterol hasta en un 19%. Un estudio de la Universidad de Minnesota concluyó con resultados similares, cuando se reemplazó el azúcar, el pan y las papas, con una taza de legumbres o frijoles cocidos, el colesterol descendió en un 9 a 19%.
 
Al menos dos participantes con niveles de colesterol bien alto, quienes cambiaron a una dieta de legumbres, sorprendieron a todos cuando sus niveles de colesterol descendieron de 274 a 194 miligramos, una mejoría que aumentó sus posibilidades de prevenir los ataques de corazón. El mismo proceso digestivo que libera los químicos en las legumbres que combaten el colesterol, también produce las importantes proteasas inhibidoras, las cuales son componentes básicos de las legumbres. Las proteasas inhibidoras parecen ser extremadamente efectivas para bloquear la formación de ciertos cánceres incluyendo cáncer del colon y del seno, dos de los cánceres más comunes y mortales que enfrentamos hoy.
 
Todavía no se han llevado a cabo todos los estudios, pero es posible que esas proteasas inhibidoras no sean tan efectivas después que se ha desarrollado el cáncer. Sin embargo, algunos expertos piensan que pueden hacerle un alto a la división de las células antes que progresen y se conviertan en cáncer. Una razón puede ser que las legumbres contienen una sustancia que se convierte en una especie de quimioterapia natural que busca en el cuerpo los indicadores del cáncer y los anula antes que puedan hacer ningún daño.
 
Las legumbres también se encuentran en la lista de otros reguladores naturales. No son una cura rápida y efectiva para el estreñimiento, sino para mantener las funciones intestinales corrientes, a un ritmo saludable. Aparentemente reducen el riesgo de cáncer rectal o del colon, desórdenes intestinales y hemorroides. Son importantes para los diabéticos debido a su habilidad para regular la producción de insulina. Los diabéticos del grupo uno, esos que requieren una inyección diaria de insulina reducen su necesidad de insulina hasta en un 38% con una dieta rica en legumbres. Mientras tanto, en el mismo estudio, la mayoría de los diabéticos del segundo grupo, los adultos que sufren de ataques de diabetes, pudieron suspender por completo las inyecciones de insulina.
 
Receta de la versión moderna del «Pan de Ezequiel»
 
• 4 paquetes de levadura
• 1 taza de agua tibia
• 8 tazas de harina de trigo
• 4 tazas de harina de cebada
• 2 tazas de harina de soya
• 1/2 Taza de harina de millo
• 1/4 Taza de harina de centeno
• 1 taza de lentejas, cocidas y reducidas a puré
• 4-5 Cucharadas de aceite de oliva
• 1/2 - 3/4 Taza de miel
• 4 tazas de agua
• 1 cucharada de sal
 
Disuelva la levadura en una taza de agua tibia y una cucharada de miel. Déjela reposar por diez minutos. Combine los siguientes cinco ingredientes. Mezcle las lentejas, el aceite, la miel y un poco de agua en una licuadora. Colóquelo en un tazón grande de mezclar con el resto del agua. Añada y revuelva dos tazas de harina mezclada. Añada la mezcla de la levadura. Agregue y mezcle la sal y la harina restante. Tome una tabla de amasar y cúbrala con harina y amase allí la masa hasta que esté suave. Póngala en un tazón previamente aceitado. Deje reposar la masa hasta que aumente el doble de su tamaño. Vuelva a amasarla otra vez, córtela y moldéela en la figura de cuatro hogazas. Colóquelas en un sartén engrasado y déjelas que crezcan.
 
Póngalas a hornear a una temperatura de unos 375 grados Fahrenheit durante 45 minutos a una hora. Esa
es una versión moderna del pan de Ezequiel.
 
Higo
 
Leemos en Cantares 2:11-13: “Porque he aquí ha pasado el invierno, se ha mudado, la lluvia se fue; se han mostrado las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha venido, y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
La higuera ha echado sus higos, y las vides en cierne dieron olor; levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven”.
 
Comenzando con el huerto del Edén, el higo, con sus maravillosos poderes de sanidad se encuentra mencionado más de 50 veces en la Biblia. De hecho, el árbol de higuera es el primero que se menciona específicamente por nombre en la Biblia. Leemos en Génesis 3:7: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higueras y se hicieron delantales”.
 
La higuera tiene gran importancia como una de las siete especies, con las que Dios bendijo la tierra santa. En términos bíblicos, la higuera es un símbolo de paz, prosperidad y gran gozo. Y si los hombres que redactaron la Biblia hubieran conocido las enfermedades modernas en su día, le habrían añadido a las virtudes de la fruta, su tremendo poder anticancerígeno. Los higos, ya sean frescos o secos, han sido muy apreciados desde los tiempos antiguos por su dulzura y valor nutritivo. Los atletas griegos y romanos comían higos para aumentar su vigor y mejorar su ejecución.
 
La Biblia nos dice que “En aquellos días Ezequías enfermó de muerte. Y vino a él el profeta Isaías hijo de
Amoz, y le dijo: Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás y no vivirás... Y había dicho Isaías: Tomen masa de higos, y pónganla en la llaga y sanará” (Is. 38:1, 21). Algunos eruditos bíblicos creen que esta “llaga” a que se refiere la Biblia es una forma de cáncer. Según la historia, el tratamiento con higos fue tan efectivo que Ezequías vivió y gobernó por otros quince años.
 
Una vez, después de una batalla, los hombres de David encontraron un guerrero egipcio que había estado sin comer ni beber por tres días y tres noches: “Y hallaron en el campo a un hombre egipcio, el cual trajeron a David, y le dieron pan, y comió, y le dieron a beber agua. Le dieron también un pedazo de masa de higos secos y dos racimos de pasas. Y luego que comió, volvió en él su espíritu; porque no había comido pan ni
bebido agua en tres días y tres noches” (1 S. 30:11, 12).
 
El valor del higo fue reconocido también en muchos otros lugares del mundo. Por siglos, otras naciones y culturas lo han considerado como un remedio poderoso para una increíble variedad de dolencias, incluyendo cáncer, estreñimiento, escorbuto, hemorroides, gangrena, problemas en el hígado y llagas. Mucho del valor medicinal del higo se debe a sus altos niveles de fibra, magnesio, potasio, vitamina C y otros nutrientes. Un estudio descubrió que la fibra en los higos está asociada con la reducción de la presión sistólica de la sangre. Los higos también contienen vitamina B6, la cual se ha descubierto que ayuda a las mujeres a hacerle frente a la tensión premenstrual.
 
Los científicos japoneses dicen que han aislado el componente anticancerígeno del higo, un químico llamado benzaldehido. Después de una prueba exitosa con animales, los investigadores japoneses comenzaron a tratar a pacientes con cáncer con derivados del higo. Aseguran que los resultados son dramáticos. De los 55 pacientes en el grupo de prueba, siete estaban en completa remisión y 29 en remisión parcial. Los investigadores añadieron que las sustancias en el higo, «...demostraron ser más efectivas en tumores malignos en los seres humanos que en tumores en ratones experimentales».
 
Usted puede comprar higos frescos, secos o enlatados. Los higos frescos varían de amarillo dorado a morados oscuros. Deben ser fragantes y firmes. Evite esos con áreas blandas o manchas marrones, porque eso quiere decir que los higos son viejos. Secos o frescos, se mantienen mejor en el refrigerador. Si compra higos secos, observe qué les han añadido. Algunas personas son alérgicas a los sulfitos usados a menudo para preservar los higos secos y otras frutas secas.
 
Incluso hoy en el Medio Oriente, la compota de frutas secas es un postre popular. Los higos secos, los albaricoques, y las uvas se ponen a remojar durante la noche, luego se ponen a hervir a fuego lento con una raja de canela y se sirven fríos con una pizca de jugo de limón o de naranja.
 
Pescado
 
Dice la Escritura: “Entonces le dieron parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió
delante de ellos”. (Lc. 24:42, 43). “Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar. Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió” (Jn. 21:9-11).
 
La pesca en el mar de Galilea y en el río Jordán era una industria gigantesca. Durante su exilio en Egipto, los israelitas aprendieron a valorar el pescado del mar Rojo. Para el pueblo del Antiguo Testamento había leyes dietéticas precisas para el pescado. Como dice Levítico 11:9-12: “Esto comeréis de todos los animales que viven en las aguas: todos los que tienen aletas y escamas en las aguas del mar, y en los ríos, estos comeréis. Pero todos los que no tienen aletas ni escamas en el mar y en los ríos, así de todo lo que se mueve como de toda cosa viviente que está en las aguas, los tendréis en abominación. Os serán, pues, abominación; de su carne no comeréis, y abominaréis sus cuerpos muertos”.
 
Hoy sabemos que el pescado es bajo en colesterol y contiene grasas saludables polisaturadas. Ya que en los tiempos bíblicos sólo se podía preservar el pescado salándolo, la mayoría de las personas lo comían fresco, lo que constituía una fuente maravillosa, rica en proteínas, potasio, vitaminas y minerales con sólo una cantidad moderada de sodio. Ahora sabemos también que el pescado:
 
• Adelgaza la sangre
• Protege a las arterias de daños
• Inhibe los coágulos en la sangre
• Disminuye los triglicéridos en la sangre
• Reduce el mal colesterol
• Disminuye la presión arterial
• Reduce el riesgo de ataques al corazón y ataques de apoplejía
• Alivia los síntomas de la artritis reumatoidea
• Reduce el riesgo del lupus
• Alivia la migraña y los dolores de cabeza
• Combate la inflamación
• Ayuda a regular el sistema inmunológico
• Inhibe el cáncer en animales y posiblemente en humanos
• Alivia el asma bronquial
• Combate las enfermedades del riñón en su etapa Inicial
 
El libro apócrifo de Tobías en el Antiguo Testamento testifica de los beneficios del pescado. Dice: «Díjole el ángel: ‘Descuartiza el pez y separa el corazón, el hígado con la hiel, y ponlos aparte’. Hizo el muchacho lo que el ángel le decía... (y siguió diciendo el ángel) (En). Cuanto a la hiel, sirve para ungir a quien tuviese cataratas, pues con ella quedará curado» (Tob. 6:4, 8 Biblia católica Nácar Colunga).
 
La clave de los poderes curativos del pescado se encuentra en los ácidos grasos del omega tres. Estos se encuentran particularmente concentrados en los peces de agua fría tal como las anchoas, el pez plateado, arenque, trucha, caballa, pez espada, esturión blanco, atún, salmón y sardinas. Por más de 200 años se ha prescrito el aceite de bacalao para un buen número de dolencias, incluyendo reumatismo y artritis, porque se creía que el aceite lubricaba las articulaciones. Pero no fue hasta 1985 que los doctores que escriben la publicación New England Journal of Medicine, recomendaron que quienes padecen de artritis pueden beneficiarse comiendo pescado una o dos veces por semana.
 
En el caso de la artritis, por ejemplo, los aceites omega tres «sí lubrican» las articulaciones reduciendo la dolorosa inflamación. El Instituto Nacional de Artritis y de las Enfermedades de la Piel, Músculo y Esqueleto, dicen que «los aceites incuestionablemente son agentes antiinflamatorios». La investigación llevada a cabo a través del Instituto demostró que estos aceites bloqueaban la formación de algo llamado «leucotrieno B4», el cual desencadena la inflamación. El Instituto reportó que se descubrió después de prescribir aceites,
que existe «...una correlación significativa entre el descenso del leucotrieno B4 y la disminución en el número de articulaciones sensibles».
 
Otro investigador del Albany Medical College de Nueva York, confirmó estos descubrimientos. El doctor Joel M. Kramer, un profesor asociado de medicina observó que pacientes que recibieron omega tres en cápsulas diariamente durante catorce semanas, sufrieron mucho menos dolor que antes del tratamiento con aceite. Su vigor también mejoró. Las tres cápsulas eran equivalentes a la cantidad de aceite contenida en una comida promedio con salmón o una lata de sardinas, no obstante el dolor se alivió significativamente por varios días después que concluyó el período de tratamiento con omega tres.

(Continuara)
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